El motel del voyeur

El motel del voyeur

GAY TALESE. ARCHIVO GAY TALESE. ARCHIVO

Gay Talese, considerado el padre del Nuevo Periodismo junto con Tom Wolfe, vuelve con un libro que muestra lo que se esconde a simple vista de la conducta humana.

19 Febrero 2017

Por Alejandro Duchini - Para LA GACETA - Buenos Aires

El motel del voyeur, el nuevo libro del periodista Gay Talese, que acaba de publicar en español editorial Alfaguara, es tan bueno que se lee de un tirón. Talese escribió crónicas geniales, muchas de ellas recopiladas en Retratos y encuentros y en El silencio del héroe, entre otros. En este caso, se trata de un texto de largo aliento que se vuelve interesante no solo por la temática sino por lo que se genera a partir de esa temática. Gerald Foos, el dueño de un hotel de Denver, se escondió para ver cómo eran sus huéspedes en la intimidad y anotó, durante casi dos décadas, lo que veía. Empezó a mediados de los 60 y se contactó con Talese en los 80. En esos textos se perciben los cambios sociales a través del sexo. Pero el sexo sirve como disparador para conocer cómo son las personas en la intimidad. Y esto incluye un asesinato.

Tras firmar un acuerdo de confidencialidad, Talese accedió a esos diarios, pero no pudo contar nada hasta hoy. “Al ser un escritor de no ficción que insiste en utilizar nombres auténticos en mis libros y artículos, supe enseguida que no aceptaría esa condición de anonimato”, presenta Talese este trabajo en las primeras páginas. Fueron décadas de un material riquísimo que sólo conocían ellos y la primera y la segunda esposa de Foos. En 2013 Foos, ya anciano, volvió a contactarse con el periodista para decirle que estaba en condiciones de publicar aquellos textos. En El motel del voyeur, entonces, se cuenta también la historia de vida de Foos, que declina casi junto con la venta de su hotel, el Manor House (si usted visitó Denver en esos años y se hospedó en alguna de sus habitaciones, sepa que pudo haber sido observado desde un pasadizo secreto escondido bajo un techo a dos aguas y tal vez su historia sea pública).

En su primera visita al hotel, Talese estuvo a punto de echar a perder el proyecto de Foos y hasta generarle algún problema serio. Es que mientras observaban a una pareja en pleno acto sexual, no se dio cuenta de que su corbata pendía a través de la rejilla del techo y quedó a menos de dos metros del corazón de la escena. “Sólo advertí mi descuido cuando Gerald Foos se colocó detrás de mí y me agarró por el cuello para separarme del conducto, y a continuación, con la mano libre, apartó mi corbata de la rejilla de una manera tan veloz y silenciosa que la pareja que había abajo no vio nada, en parte porque la mujer nos daba la espalda y el hombre permanecía con los ojos cerrados, absorto en el placer”, recuerda el autor. Y luego: “Sabía que lo que estaba haciendo ese hombre era completamente ilegal (y también me preguntaba hasta qué punto había sido legal mi comportamiento al hacer lo mismo bajo su techo)”.

Entre sus conclusiones como voyeur, Foos cuenta que “la mayoría de la gente que va de vacaciones se pasa el día amargada”. También describe que sobran las discusiones por dinero y nadie deja de ver televisión. Hay situaciones de incesto, de intercambio de parejas y de infidelidad. Y un asesinato por una cuestión de drogas en el que, indirectamente, Foos tuvo incidencia. Esos años son marcados también por los cambios sociales: por ejemplo, las mujeres blancas ya no se esconden al momento de tener sexo con hombres negros. Y hay una historia con un dejo de tristeza que da cuenta de la viuda de un ex combatiente que paga por sexo. Foos siguió a la mujer hasta su casa después que se fuera su gigoló: “Comprobé que vivía sola con la única compañía de un perro. Se pasaba por la sala llorando. Le caían las lágrimas y parecía visiblemente alterada”, escribió.

El libro termina con una entrevista de Talese a Foos y una actualización de los hechos. En esas páginas finales Foos anda con bastón y ya no tiene el hotel. Pero tiene una historia increíble. De esas que bien vale ponerse a leer. Sobre todo si la cuenta Talese.

(c) LA GACETA

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PERFIL
Gay Talese nació en 1932 en Ocean City (Nueva Jersey). Fue periodista en The New York Times entre 1956 y 1965 y desde entonces ha escrito en The New Yorker, Time, Harper’s Magazine o Esquire, que señaló su artículo Frank Sinatra está resfriado (1966) como el mejor que jamás publicaron sus páginas. Junto con Tom Wolfe, se le considera padre del Nuevo Periodismo. En 2012 recibió el Premio Reporteros del Mundo, otorgado por El Mundo, en reconocimiento a toda su obra. Entre sus libros pueden mencionarse Retratos y encuentros, El silencio del héroe, El reino y el poder, Honrarás a tu padre (crónica que inspiró la serie Los Soprano), Los hijos y Vida de un escritor.  
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Fragmento de El motel del voyeur *  
Por Gay Talese
Conozco a un hombre casado y con dos hijos que hace muchos años se compró un motel de veintiuna habitaciones cerca de Denver a fin de convertirse en su voyeur residente.
Con la ayuda de su esposa, practicó unos agujeros de forma rectangular en los techos de una docena de habitaciones; cada uno medía quince por treinta y cinco centímetros. A continuación, cubrió las aberturas con unas lamas de aluminio de celosía que simulaban rejillas de ventilación, pero que en realidad eran conductos de observación que le permitían, mientras estaba arrodillado o de pie en el suelo del desván cubierto por una gruesa moqueta, bajo el tejado a dos aguas del motel, ver a los huéspedes de las habitaciones de abajo. Estuvo observándolos durante décadas, al tiempo que llevaba un diario en el que anotaba casi cada día lo que veía y oía. Y durante todos esos años, nunca lo pillaron.
No había oído hablar de ese individuo hasta el día en que recibí una carta escrita a mano, enviada por correo exprés y sin firma, fechada el 7 de enero de 1980 y remitida a mi casa de Nueva York. Comenzaba así: 
Querido señor Talese:
Tras enterarme de la publicación de su muy esperado estudio sobre el sexo a lo largo y ancho del país, que se incluirá en su libro de próxima aparición La mujer de tu prójimo, me considero poseedor de una importante información que podría formar parte de ese libro o de otro futuro.
Seré más concreto. Desde hace quince años soy el propietario de un pequeño motel de veintiuna unidades situado en el área metropolitana de Denver, y al tratarse de un establecimiento de clase media, ha atraído a gente de lo más variopinto y ha tenido como huéspedes a una muestra enormemente representativa de la población estadounidense. Compré este motel para satisfacer mis tendencias de voyeur y mi irresistible interés por todas las fases de la vida de la gente, tanto social como sexualmente, y para responder a la antiquísima pregunta de «cómo la gente se comporta sexualmente en la intimidad de su dormitorio».
A fin de lograr ese objetivo, compré este motel y lo dirigí yo mismo, desarrollando un método infalible para poder observar y escuchar las interacciones de las vidas de diferentes personas sin que se enteraran de que eran observadas. Lo hice tan solo por mi ilimitada curiosidad acerca de la gente, y no únicamente como si fuera un voyeur perturbado. Es algo que he hecho durante los últimos quince años, y he llevado un diario escrupuloso de la mayoría de individuos que he observado, compilando interesantes estadísticas sobre cada uno: qué hacían, qué decían, sus características individuales; edad y complexión; región de procedencia, y comportamiento sexual. Estos individuos eran de condiciones sociales y profesiones diversas. El hombre de negocios que lleva a su secretaria a un motel a mediodía, algo que generalmente se clasifica como «de casquete rápido» en el gremio de moteleros. Parejas casadas que viajaban de un estado a otro, ya fuera por negocios o vacaciones. Parejas que no estaban casadas pero vivían juntas. Mujeres que engañaban a su marido y viceversa. Lesbianismo, del que llevé a cabo un estudio personal debido a que cerca del motel se encuentra un hospital del ejército de los Estados Unidos en el que trabajan numerosas enfermeras y miembros femeninos del ejército. Homosexualidad, que no me interesaba mucho pero que observé para determinar su motivación y procedimiento. Los años setenta, sobre todo su parte final, trajeron otra desviación sexual llamada «sexo en grupo», que observé con gran interés.
* Alfaguara.


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PERFIL

Gay Talese nació en 1932 en Ocean City (Nueva Jersey). Fue periodista en The New York Times entre 1956 y 1965 y desde entonces ha escrito en The New Yorker, Time, Harper’s Magazine o Esquire, que señaló su artículo Frank Sinatra está resfriado (1966) como el mejor que jamás publicaron sus páginas. Junto con Tom Wolfe, se le considera padre del Nuevo Periodismo. En 2012 recibió el Premio Reporteros del Mundo, otorgado por El Mundo, en reconocimiento a toda su obra. Entre sus libros pueden mencionarse Retratos y encuentros, El silencio del héroe, El reino y el poder, Honrarás a tu padre (crónica que inspiró la serie Los Soprano), Los hijos y Vida de un escritor.  

Fragmento de El motel del voyeur *  
Por Gay Talese

Conozco a un hombre casado y con dos hijos que hace muchos años se compró un motel de veintiuna habitaciones cerca de Denver a fin de convertirse en su voyeur residente.
Con la ayuda de su esposa, practicó unos agujeros de forma rectangular en los techos de una docena de habitaciones; cada uno medía quince por treinta y cinco centímetros. A continuación, cubrió las aberturas con unas lamas de aluminio de celosía que simulaban rejillas de ventilación, pero que en realidad eran conductos de observación que le permitían, mientras estaba arrodillado o de pie en el suelo del desván cubierto por una gruesa moqueta, bajo el tejado a dos aguas del motel, ver a los huéspedes de las habitaciones de abajo. Estuvo observándolos durante décadas, al tiempo que llevaba un diario en el que anotaba casi cada día lo que veía y oía. Y durante todos esos años, nunca lo pillaron.
No había oído hablar de ese individuo hasta el día en que recibí una carta escrita a mano, enviada por correo exprés y sin firma, fechada el 7 de enero de 1980 y remitida a mi casa de Nueva York. Comenzaba así: 

Querido señor Talese:
Tras enterarme de la publicación de su muy esperado estudio sobre el sexo a lo largo y ancho del país, que se incluirá en su libro de próxima aparición La mujer de tu prójimo, me considero poseedor de una importante información que podría formar parte de ese libro o de otro futuro.
Seré más concreto. Desde hace quince años soy el propietario de un pequeño motel de veintiuna unidades situado en el área metropolitana de Denver, y al tratarse de un establecimiento de clase media, ha atraído a gente de lo más variopinto y ha tenido como huéspedes a una muestra enormemente representativa de la población estadounidense. Compré este motel para satisfacer mis tendencias de voyeur y mi irresistible interés por todas las fases de la vida de la gente, tanto social como sexualmente, y para responder a la antiquísima pregunta de «cómo la gente se comporta sexualmente en la intimidad de su dormitorio».
A fin de lograr ese objetivo, compré este motel y lo dirigí yo mismo, desarrollando un método infalible para poder observar y escuchar las interacciones de las vidas de diferentes personas sin que se enteraran de que eran observadas. Lo hice tan solo por mi ilimitada curiosidad acerca de la gente, y no únicamente como si fuera un voyeur perturbado. Es algo que he hecho durante los últimos quince años, y he llevado un diario escrupuloso de la mayoría de individuos que he observado, compilando interesantes estadísticas sobre cada uno: qué hacían, qué decían, sus características individuales; edad y complexión; región de procedencia, y comportamiento sexual. Estos individuos eran de condiciones sociales y profesiones diversas. El hombre de negocios que lleva a su secretaria a un motel a mediodía, algo que generalmente se clasifica como «de casquete rápido» en el gremio de moteleros. Parejas casadas que viajaban de un estado a otro, ya fuera por negocios o vacaciones. Parejas que no estaban casadas pero vivían juntas. Mujeres que engañaban a su marido y viceversa. Lesbianismo, del que llevé a cabo un estudio personal debido a que cerca del motel se encuentra un hospital del ejército de los Estados Unidos en el que trabajan numerosas enfermeras y miembros femeninos del ejército. Homosexualidad, que no me interesaba mucho pero que observé para determinar su motivación y procedimiento. Los años setenta, sobre todo su parte final, trajeron otra desviación sexual llamada «sexo en grupo», que observé con gran interés.

* Alfaguara.

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