Tiempos bisílabos

Tiempos bisílabos

Compu, celu, finde, promo... Sintetizamos en apenas dos sílabas palabras originariamente más extensas, y algunas veces también frases e ideas. Y ya no es cuestión de expresar algo brevemente sino de tijeretear las palabras para adaptarlas a una comunicación vertiginosa.

12 Febrero 2017

Por Rogelio Ramos Signes - Para LA GACETA - Tucumán

La premura de los nuevos tiempos suele verse en casi todo lo que hacemos, y no sólo en la velocidad propiamente dicha con que nos desplazamos. Construimos, preparamos y consumimos de manera veloz. Registro de ello son, desde las comidas rápidas, que ya aceptamos etiquetar como fast food, hasta la necesidad de conocer las noticias en superficie, sólo por los titulares.

El lenguaje (el escrito y, sobre todo, el hablado) no podía escapar a esa regla de la modernidad. La urgencia nos lleva a escribir con pasmosa economía, usando apócopes de palabras y elidiendo referencias a granel. Y si a esto lo digo en plural es porque, a pesar de que no lo hago y me resistiré hasta el último momento, el mundo que me rodea sí lo hace y cada vez más. Basta con leer los mensajes de texto en los celulares o las conversaciones en Facebook, nuestro actual e inmediato cuaderno de bitácora donde todo vale.

Pero quiero referirme a la lengua hablada: la hemos convertido en un extenso muestrario de bisílabos. Sintetizamos en apenas dos sílabas palabras originariamente más extensas, y algunas veces también frases e ideas. Y ya no es cuestión de expresar algo brevemente (¿quién es?, ya voy, no sé, soy yo, tal cual, ¿por qué?), sino de tijeretear las palabras para adaptarlas a una comunicación vertiginosa. Eso ha hecho que, reduciendo términos, hayamos creado un sinfín de nuevos sustantivos, algunos referidos a un grupo o actividad; sociolectos que tal vez terminen haciendo su aporte a la letra culta o que se diluyan como simple moda representativa de una época. Familias, amigos y colegas lograron que el uso de algunas palabras cubrieran congregaciones, pueblos, ciudades, provincias y países.

La cosa (porque a esta altura de los hechos la cuestión ya es una cosa) comienza en la escuela, se continúa en el colegio y la universidad, y termina englobándonos a todo. El niño tiene una seño, para enamorarse de ella; luego, ya en el cole, aparecen los profes, para amarlos o detestarlos; y también la dire y la vice, para temerles. Eso proseguirá en la facu, o en el insti, cuando tenga que hacer una info y no le ande la compu; y, para peor, se haya quedado sin crédito en el celu. Suerte que pronto llegará el finde y podrá ver una peli con los cumpas, algo tranqui, una de esas maso nomás, no demasiado complicadas. Y si es en una casa con pile, mucho mejor.

La vida, paso a paso, nos irá enfrentando a nuestros propios cronolectos. El niño que juntaba figuritas (perdón: que juntaban figus), clasificándolas en sila y en nola, mientras iba en la combi con sus compañeritos, crecerá, casi todos los sábados tendrá un cumple, que muchas veces será un quince, preferirá una mila con coca a cualquier otra promo, amará a su abu, que es la única que lo entiende, porque ella también es fana de la napo y de la birra. Nada que ver con su viejo (con quien ya no va de vaca), que es del tiempo en que hacían la mili, que iban a la disco y que crecían de prepo, antes de los veinte; cuestiones por las que se preocupará recién cuando tenga una fiesta retro y no sepa qué ponerse.

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Antecedentes

De cualquier manera, no nos engañemos, el lenguaje ya se vino preparando para esto desde hace bastante tiempo. Casi todos anduvimos en bici, en moto y en auto (en ese orden); miramos tele, sin dejar de ir al cine; nos sacamos fotos; leímos el suple; compramos por kilo; superamos la depre; prendimos el venti, y a veces el aire; viajamos a la capi; hablamos con la secre; nos enamoramos, y nos desenamoramos, de la colo que trabaja en ese súper que está en el híper; entramos, y nos fuimos, de la orga; escuchamos los discursos del presi, al que tildamos de nazi, de facho y de narco; aprendimos que no todas las melli son geme; trabajamos con el inge y con el arqui, pero luego entramos en filo o en biolo.

Dentro de ese molde, por supuesto, aparece el aluvión invasor: sorry, wiki, casting, ringtone, ciber, target, dijei, zapping, lifting, new age, outlet, peeling, rating, vintage… y siguen las firmas.

No es para desesperarse, por supuesto; es para estar atentos y asimilar los cambios. Es el río de Heráclito que sigue fluyendo. La niña estudia y prepara una coreo; es muy educada y a todo lo pide porfa. El niño estudia y toca el saxo; además le gusta la literatura y escribe micros. El mundo no está perdido… todavía. A pesar de la indiscriminada tala de árboles, del recalentamiento global, de la minería a cielo abierto, del destrozo de los glaciares, del avance de las drogas sintéticas y de la exclusión heredada, el mundo no está perdido. Mucho menos el lenguaje. Pero debemos estar alerta. Vivir en Tucson (ex Tucumán) no es algo sencillo.

Los lobos, que aullaban en el poema de Carriego, están al acecho; la paja se confunde con el trigo; y el despertador, una vez más, sonará a las 7 en punto… porque nadie, absolutamente nadie, piensa en nosotros.

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