Agamben y lo máximoen lo mínimo

Agamben y lo máximoen lo mínimo

Máquinas, religión y la dificultad de definir la amistad

DIANÓSTICO. Agamben lee la necesidad de que la Iglesia vuelva a pensarse como inscripta en el tiempo mesiánico. DIANÓSTICO. Agamben lee la necesidad de que la Iglesia vuelva a pensarse como inscripta en el tiempo mesiánico.
05 Febrero 2017

ENSAYOS

¿QUÉ ES UN DISPOSITIVO?

GIORGIO AGAMBEN

(Adriana Hidalgo - Buenos Aires)

Hay filósofos de lo máximo –como Platón y Leibniz– y pensadores de lo mínimo, como Sontag y Benjamin. Agamben pertenece al segundo grupo. Su mirada de los objetos sin nombre o de los asuntos cotidianos y nimios alumbra una zona crucial de los problemas metafísicos o éticos. Una cita, una atribución errónea, un cruce de etimologías le permiten volver a pensar, desde la anécdota o la erudición impactante, la autoridad textual o el detalle, un antiguo problema estético o antropológico.

El libro ¿Que es un dispositivo? contiene tres ensayos. El primero analiza el lugar del concepto de dispositivo en la filosofía de Foucault para arribar al lugar del dispositivo en la sociedad contemporánea y al proceso de desubjetivación que conlleva, inevitable, el dispositivo como máquina. El último ensayo se refiere a las diferencias entre el tiempo de la parusía y el tiempo mesiánico. Desde esta comparación, Agamben lee la necesidad de que la Iglesia actual vuelva a pensarse como inscripta en el tiempo mesiánico. Si la Iglesia no hace esto, corre el riesgo de perderse en los meandros de la historia como cualquier gobierno terrenal.

Ceguera ante lo cercano

El ensayo intermedio es el que me ha impactado: El amigo. Es breve, fundamental, y empieza con un diagnóstico: a pesar de que la etimología une a los filósofos con la amistad, los filósofos contemporáneos se sienten incómodos con el origen del término ya que lo sienten como un peso con el que no pueden lidiar. En la situación actual del filósofo –cita un episodio que alumbraría el extraño vínculo entre amistad-enemistad con Derrida– no abundan los amigos. De este modo, Agamben arriba a una cuestión central: hasta el momento nadie ha podido definir la amistad. Los lingüistas entienden que “amigo” es un término no predicativo y Agamben cree que, tal vez, esto lleve a la idea de que “amigo” sea un “trascendente”, ese término que los medievales asociaban con el ser. Agrega: un amigo es alguien que tiene una intimidad tan cercana que de él no se puede –es casi imposible– elaborar una definición. La cercanía se vuelve ceguera.

Aunque no lo dice de manera explícita, Agamben alienta, desde las primeras páginas, una idea de Aristóteles que analiza hacia el final del ensayo.

Apela al estagirita para pensar el origen y el sentido de la amistad. En la Ética a Nicómaco hay un pasaje que no ha sido estudiado lo suficiente. Allí, Aristóteles sostiene que existir es sentir la existencia. El que vive siente vivir así como el que escucha siente que escucha. En el sentir la existencia hay un sentimiento inherente que implica al otro: es el con-sentir la existencia del amigo. Según Agamben, la amistad no es un sentimiento por un otro distinto sino que surge por un con-sentimiento originario de la existencia. Es decir, la existencia misma está compartida por ese otro. Pero ese otro no es un otro absoluto sino que es una forma del sí mismo. La amistad surge de un rasgo propio del ser humano. Y este hecho tiene una derivación política. Porque, según Agamben, Aristóteles anuncia que “la amistad es el compartir que precede a toda división, porque lo que tiene que repartir es el hecho mismo de existir, la vida misma. Y lo que tiene la política es este repartir sin objeto, este con-sentir original”.

Aunque el lector no esté de acuerdo con la idea que lee Agamben en Aristóteles, algo de esta aproximación a la amistad lo hace pensar. Y esta situación es el mérito máximo de un libro que aspira a la dilucidación filosófica. Al leer “El amigo” sospechamos que el mundo sin Aristóteles y sin amigos es menos ordinario y, a la vez, más común.

© LA GACETA

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Fabián Soberón

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