La vida posamorosa

La vida posamorosa

Ordenando el caos de toda ruptura

05 Febrero 2017

ENSAYO

DICCIONARIO DE SEPARACIÓN

ANDRÉS GALLINA Y MATÍAS MOSCARDI  

(Eterna Cadencia -  Buenos Aires) 

En uno de los ensayos dantescos -La última sonrisa de Beatriz-, Borges arriesga que toda la Divina Comedia, es una excusa de Dante para ver sonreír una vez más a su amada y perdida Beatriz. Se dice que Borges con esa idea construye El Aleph, como su propia, melancólica y vana excusa. Los dos ejemplos confirman que el delirio de la pasión amorosa no es extraño; lo realmente misterioso es qué pasa cuando se pierde ese paraíso. Se puede inventar un objeto fantástico, como Borges, o tratar de descubrir el enigma, como hacen Andrés Gallina y Matías Moscardi en Diccionario de separación. De amor a zombie, publicado por Eterna Cadencia, una serie de aventuras, ensayos y reflexiones para repensar (y reírse de) la soledad en la “Era posamorosa”.

En ese caer desde el abismo hasta volverse zombi, que parece implicar toda separación, un personaje se aferra a las palabras y trata de exorcizar el dolor. “Como el Quijote con las novelas de caballería hemos interpretado el mundo a base películas hollywoodenses, canciones pop y literatura romántica”. Ni triste, ni patético, ni final, o todas al mismo tiempo, el personaje se vale de lo que escucha, incluso sin querer, como las canciones de Shakira, un poema de Catulo, las imágenes que pueblan las redes sociales del Ex, un sustantivo que es “Muerte simbólica y resurrección imaginaria, el destino del Ex es siempre literario: cuando escribe nadie lo reconoce -el Ex no existe nunca en tiempo presente-, pero cuando muere adviene su consagración, solo que sin un cuerpo que funcione como soporte de ese triunfo negativo que todo Ex deja escrito en la literatura ajetreada de nuestro corazón”.

En tiempos de redes sociales, hacer el duelo del objeto perdido -el amor-, parece imposible. “Atrás del traje que la era nos vendió, estamos nosotros. Debajo de esa piel, nos queda un resto de fuerza alternativa, la de los cuerpos que actúan porque padecen”. Sin la imaginación de Borges para crear un aleph personal y nombrar el caos que sigue a toda separación, solo resta intentar ordenarlo en forma alfabética. Así, cada peripecia del separado se convierte una entrada de diccionario. Ese orden, contado en primera persona del plural “nosotros” suena a confesión y se vuelve una voz alta, tan alta como para nombrar el dolor de la soledad forzada. Y reconforta. El personaje solitario somos todos. Somos cursis, somos clichés, somos ese sujeto posamoroso que se angustia, borra, cachivachea, cae, come hasta reventar, deambula, extraña, llora, enloquece, metaboliza, odia, pelea, recuerda, repite, ríe, ruega, suelta. Y, sí tiene suerte, es capaz de ver, al menos una vez más, la sonrisa de Beatriz.-

© LA GACETA

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Verónica Boix


Monstruo                          Fragmento de Diccionario de separación *
Por Andrés Gallina y Matías Moscardi
El monstruo de la separación nos devora el cerebro. Por momentos, la situación puede volverse intolerablemente monstruosa al punto tal de ejercer sobre nosotros el poder de Medusa: no queremos mirarla a los ojos por temor a quedar petrificados para toda la eternidad. La palabra monstruo deriva del verbo monere que en latín significa “avisar, advertir”. Monstrum también convoca un modo de exhibición más allá de la norma. En el primer caso, implica una relación con la escucha: poder oír su advertencia; en el segundo, una relación con la vista: poder enfrentar su mirada. Si una separación se parece mucho a un monstruo es porque también nos dicta sentencias al oído a la vez que pone ante nuestros ojos terribles verdades sobre uno mismo y sobre los demás. Jeffrey Jerome Cohen, en su libro Monster Theory: Reading Culture, explica que usualmente podemos ver el daño que el monstruo causa, los restos materiales (las huellas del Yeti a través de la nieve tibetana), pero el monstruo en sí mismo se vuelve inmaterial y se desvanece, para reaparecer en algún otro lado. Para Cohen, la esencia de lo monstruoso es su poder de retorno, su capacidad de generar secuelas, como sucede con las innumerables Alien, Freddy o cualquier película de terror moderna: ningún monstruo experimenta la muerte una única vez. Esta es la advertencia, lo que toda separación nos susurra al oído y pone ante nuestros ojos de manera horrorosa: que puede haber una segunda parte, y una tercera y una cuarta; que justo cuando pensábamos que la película había terminado, lo que procurábamos enterrar sigue latiendo, aún, bajo la tierra.
* Eterna Cadencia.

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Monstruo                          

Fragmento de Diccionario de separación *
Por Andrés Gallina y Matías Moscardi

El monstruo de la separación nos devora el cerebro. Por momentos, la situación puede volverse intolerablemente monstruosa al punto tal de ejercer sobre nosotros el poder de Medusa: no queremos mirarla a los ojos por temor a quedar petrificados para toda la eternidad. La palabra monstruo deriva del verbo monere que en latín significa “avisar, advertir”. Monstrum también convoca un modo de exhibición más allá de la norma. En el primer caso, implica una relación con la escucha: poder oír su advertencia; en el segundo, una relación con la vista: poder enfrentar su mirada. Si una separación se parece mucho a un monstruo es porque también nos dicta sentencias al oído a la vez que pone ante nuestros ojos terribles verdades sobre uno mismo y sobre los demás. Jeffrey Jerome Cohen, en su libro Monster Theory: Reading Culture, explica que usualmente podemos ver el daño que el monstruo causa, los restos materiales (las huellas del Yeti a través de la nieve tibetana), pero el monstruo en sí mismo se vuelve inmaterial y se desvanece, para reaparecer en algún otro lado. Para Cohen, la esencia de lo monstruoso es su poder de retorno, su capacidad de generar secuelas, como sucede con las innumerables Alien, Freddy o cualquier película de terror moderna: ningún monstruo experimenta la muerte una única vez. Esta es la advertencia, lo que toda separación nos susurra al oído y pone ante nuestros ojos de manera horrorosa: que puede haber una segunda parte, y una tercera y una cuarta; que justo cuando pensábamos que la película había terminado, lo que procurábamos enterrar sigue latiendo, aún, bajo la tierra.

* Eterna Cadencia.

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