No solo la escuela debe innovar

No solo la escuela debe innovar

“La escuela técnica sigue siendo fundamental para dar capacidades o especialidades para trabajar. Pero, para adecuarla a estos tiempos de incertidumbre, necesitamos sumarle más habilidades socioemocionales”. Lo dijo en diciembre, de paso por Tucumán, Gabriel Sánchez Zinny, el titular del Instituto Nacional de Educación Técnica (INET), y esa apuesta es parte de la estrategia del gobierno de aceitar los vínculos entre el mundo del trabajo y el educativo. Y la educación técnica, por su especificidad, y en sus distintas orientaciones, es la que mejor responde alas necesidades del mundo productivo.

Pocos meses antes, un informe del INET indicaba que los alumnos de secundaria técnica conforman aproximadamente un 15% del total de la matrícula total en la Argentina; y que el 83% de los estudiantes de esa especialidad sostiene que esta había cumplido sus expectativas. Sin embargo, el 63,9% de los entrevistados indicada que no había conseguido trabajo en lo suyo una vez concluido el cursado. Y poco más de la mitad (el 55% ) había respondido que estaba trabajando en temas que no tenían ninguna relación con la especialidad que habían estudiado.

Hay varias interpretaciones posibles sobre ese fenómeno; y la más optimista (porque permite pensar en un futuro diferente) es la que recoge la apuesta de Sanchez Zinny: que la Escuela Técnica que se cursa en la Argentina actual, nacida bajo el modelo fordista, de cadena de montaje del temprano siglo XX, la escuela que enseñaba a a “manejar los fierros”, no le ofrece respuestas al mercado laboral actual.

De todos modos, a fin de año LA GACETA recogió algunos ejemplos de que, con todas sus carencias, la Escuela Técnica tucumana sí tiene capacidad de respuesta: en la misma semana en que la ciudad de Tucumán se inundaba, un equipo de la ENET N° 5 era premiado por el modelo de un sistema de alertas para prevenir la circulación ante inundaciones. No se conoce desde esta columna si el Estado provincial o municipal tomó nota de esa propuesta.

Lo que sí se sabe es que la apuesta al sector se reflejó a fin de año en un refuerzo de $405 millones para todo el sistema de educación Técnica: Sistema que, vale señalar, no solo incluye a las escuelas medias, sino también al “técnico superior” y a la formación profesional o espacio de capacitación continua. En la Argentina actual, todavía sumida en el imaginario de que todos los caminos conducen a la Universidad (aunque las estadísticas desmientan esa leyenda, ya que ocho de cada 10 inscriptos no se gradúan), la consolidación de esos trayectos se ajusta a los nuevos tiempos. Por dos motivos, al menos: 1) la necesidad de renovar aprendizajes en forma permanente, lo que obliga a mentalizarse en la formación continua (aprender a aprender, es la clave, en estos tiempos cambiantes) y; 2) el perfil del alumno o potencial alumno siglo XXI, que digiere la información a la mano, a la velocidad de un clic. De todos modos, esos trayectos no son nuevos, y los hay de excelencia en el mundo europeo.

Volviendo al alerta que dispara la dispersión laboral de los egresados de escuelas técnicas, otra interpretación posible es la que indica que, ante una actividad económica cada vez más contraída, la gente trabaja en lo que puede, y no en lo que quiere. Y las estadísticas, a veces, reflejan esa realidad. En el caso puntual de Tucumán, la mayor demanda de trabajo apuntó entre 2010 y 2014 a lo que el Sistema Estadístico provincial define como “operativo” (satisfacen la mitad de la demanda laboral), en tanto que los técnicos ocupan el 15 % de la torta, y los “no calificados” ocupan el 28% de la torta. Llama la atención en particular un dato del cuadro “Porcentaje de trabajadores según calificación de la ocupación principal” que se puede visitar en el www.tucuman.gov.ar: ese dato es la baja en la participación de profesionales en el mercado laboral tucumano. En 2010 representaban el 9.4% del total, y en 2014 esa representación bajó al 5.6%.

Una situación cuanto menos paradojal, o una nueva señal de alerta, ya que la bibliografía más respetada sobre economía y capital humano indica que a mayor nivel educativo, mayor salario. Expertos en la materia señalan que en la Argentina actual, un trabajador calificado cobra 100 veces más que uno no calificado: y la calificación, dada por mayor educación, no impacta solamente en la capacidad de compra, sino en más salud, en mejor vivienda, en más bienestar. De ahí la importancia de este juego de doble vía: por un lado, la necesidad de un mercado de trabajo que exija personal calificado; del otro lado, de una oferta también calificada, que sea capaz de satisfacer ese mercado. Y la palabra “innovación” es la clave: de un lado, personal capaz de innovar; del otro, empresarios interesados en ese atributo. Sin embargo, un flamante estudio de la Universidad Siglo XXI 21 sobre la percepción de los empresarios argentinos sobre la Gestión de la Innovación muestra que, por ahora, en esa materia, se dice más de lo que se hace. El estudio indica que las empresas del rubro comercial son las que implementan más innovaciones tecnológicas, seguidas por las de servicios, las industriales y - en último lugar, con menor actividad innovadora -la construcción. En la investigación, en la que participaron 800 empresarios de Buenos Aires, Comodoro Rivadavia, Córdoba, Corrientes, Mendoza, Rosario y San Miguel de Tucumán, se observa que el 75% de los empresarios argentinos entiende que hay que darle un lugar importante a la innovación. Sin embargo, sólo un 50% lo tiene en cuenta al planificar sus negocios. Y que aunque el 73% de los empresarios entrevistados consideró de gran importancia el poder ganarse una reputación como líderes de los cambios o mejoras en los productos elaborados, solo el 57% le da importancia al desarrollo de habilidades tecnológicas necesarias en sus empleados. Si esa realidad no cambia, de poco servirá el esfuerzo del Estado de insuflarle a la escuela Técnica el necesario valor agregado de la innovación.

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