La pelea que se viene en el peronismo

La pelea que se viene en el peronismo

La pelea que se viene en el peronismo
Hay una charla que el oficialismo viene postergando, pero que inexorablemente debe darse. Juan Manzur, Osvaldo Jaldo y José Alperovich siempre evitaron hablar de los temas que los separan, apostando al paso del tiempo. Pero el tiempo comenzó a agotarse. Los comicios para diputados nacionales de este año suponen una prueba durísima de sortear para el tridente que conduce al peronismo tucumano.

Sobran los dedos de una mano para contabilizar las reuniones que mantuvieron el gobernador, el vice y el senador en 2016. En el primer semestre las visitas de Manzur o de Jaldo a la casa de Alperovich, casi obligatorias a lo largo de 12 años, se dieron de manera esporádica. En la segunda mitad del año, en cambio, prácticamente desaparecieron. ¿Hay una ruptura entre ellos? En lo formal no, pero en los hechos cada uno aprovechó este tiempo para rearmarse porque, en un par de años, ya no habrá lugar para tres en esa mesa.

De ellos, Manzur es el que menos ha mostrado sus cartas. El mandatario habla mucho con su compañero de fórmula, pero evita incluso ante él desnudar su verdadero objetivo. En este tiempo mantuvo su apatía política, de la que sólo se apartó obligado por alguna circunstancia; como aquella ocasión en la que, en sus narices, el ministro del Interior Rogelio Frigerio reflotó el fantasma del fraude electoral en 2015. El mandatario priorizó la gestión y los buenos modales, y así terminó desdibujado políticamente. Hay quienes sugieren que esa tranquilidad y lejanía extrema de Manzur frente a la coyuntura local habla bien de él en cuanto a seguridad y convicción para gobernar. La mayoría del peronismo y de la oposición, en cambio, coincide en que se trata de una muestra de la debilidad política y, por eso, escogen como blanco de sus críticas al ex gobernador.

Precisamente Alperovich es el más inquieto. Con menores compromisos de gestión, el senador no superó la abstinencia de poder y cayó en la tentación de erigirse como armador del oficialismo. Con la estructura del Ministerio del Interior a su antojo, inexplicablemente cedida por Manzur, mantuvo esa política barrial que le fascina, rodeado de los pocos heridos que dejó este Gobierno. Por ejemplo, el ex senador Sergio Mansilla. El ex gobernador ya no oculta sus intenciones de recuperar el centro de la escena, y prepara sin tapujos a sus candidatos a diputados: el secretario general de la Gobernación, Pablo Yedlin; el ministro Miguel Acevedo y su hija Sara, directora de la Juventud. Hasta en las formas, Alperovich desafía a Manzur y a Jaldo constantemente. Los integrantes de la fórmula sienten ese zumbido del moscardón constante sobre sus oídos, pero reaccionan de manera diferente: mientras el actual mandatario optó por agachar la cabeza, el vicegobernador le cambió la cerradura a la Legislatura para que su ex jefe en el Poder Ejecutivo ya no pudiera entrar tan libremente como antes.

Jaldo es el más desconfiado de todos. Aunque conversa mucho con Manzur, admite que la relación entre el gobernador y Alperovich es particular y desconoce hasta qué punto llega el compromiso entre ambos. Por eso se preocupó por ganar fidelidad entre los legisladores y hacerles entender que quien está sentado sobre la caja legislativa hoy es él. El tranqueño diseña una contraofensiva para disputarle al senador los lugares en la lista de diputados. Los escuderos legislativos de Jaldo intercambian nombre por nombre, sección electoral por sección electoral. El principal apuntado por los parlamentarios es Pablo Yedlin: los legisladores capitalinos no le perdonan que la jugosa Secretaría General sea sólo para él, y están dispuestos a pelear para que no encabece la lista. Al ex ministro de Salud le ponen el contrapeso del ex vicegobernador y actual legislador por capital Fernando Juri. Frente al hombre del Interior Acevedo, sacan a relucir la figura del ministro de Gobierno, Regino Amado. Esta operación, además, prevé un enroque entre monterizos y hace que en la Cámara no se preocupen tanto por las andanzas de Juan Antonio Ruiz Olivares con el macrista Domingo Amaya. Al “Gallego” le reservan el lugar ministerial en la Casa de Gobierno que eventualmente dejaría Amado. Lo curioso es que, pese a todo, el nombre que menos recelos genera es el de Sarita Alperovich. ¿Será la prenda de negociación en el trío?

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