“Hay un lugar en la imaginación donde el tiempo circula”

“Hay un lugar en la imaginación donde el tiempo circula”

La destacada cineasta francesa se mete con el Holocausto, de manera oblicua, en su primera novela, La dirección del ausente. “El yo que conoce tiene que estar ahí para que podamos librarnos de él”, sostiene. Por Fabián Soberón para LA GACETA.

TESTIMONIO SOBRE TUCUMÁN. “Estuvimos en la Jefatura donde están las placas de los desaparecidos y es un lugar que provoca visiones, y hablo más que nada del lugar en sí más que de las placas”, puntualiza Zylberman sobre el centro clandestino de detención. TESTIMONIO SOBRE TUCUMÁN. “Estuvimos en la Jefatura donde están las placas de los desaparecidos y es un lugar que provoca visiones, y hablo más que nada del lugar en sí más que de las placas”, puntualiza Zylberman sobre el centro clandestino de detención.
22 Enero 2017
- “Soy un fantasma llegado del futuro”, dice la narradora de La dirección del ausente, y también dice “entre la vida y la muerte yo estaba en el medio”. Esta novela está narrada no por una sobreviviente, sino por la hija de la hija de una víctima, si lo pensamos en términos generacionales.

- La percepción que tengo de la historia no es la de una sucesión de cosas que vienen, que llegan, se quedan y se van. A mí me gusta emplear una expresión que es “el pasillo del tiempo”. Es decir, que el tiempo no está hecho de sucesos; que hay un lugar en la imaginación donde el tiempo circula, donde finalmente un fantasma del futuro puede ir al pasado y donde las cosas se entremezclan y se relacionan y eso es justamente lo que quiero decir cuando empleo la expresión “el pasillo del tiempo”, y es ese justamente el pasillo del tiempo que leen en el libro.

- “Escribir sin haber conocido esa violencia, ese terror, esa devastación”, dice la voz en off del documental Los Herederos. ¿Cuál es el criterio para pensar el horror? ¿Desde qué lugar se puede pensar lo no vivido?

- Desde un lugar doble. Como persona, leí muchísimo sobre esta historia y por eso hay una cantidad de cosas que sé. Desde el otro yo, en lo que significa escribir, nos podemos sacar de encima el yo que conocemos. El yo que conocemos es indispensable y al mismo tiempo hay que sacárselo de encima; y cuando hablo del yo que conocemos lo digo desde el punto de vista de la cultura, no de la experiencia.

- Justamente en eso estaba pensando, por eso hacía la pregunta. Es decir, no desde el conocimiento.

- Desde el espacio de la ficción, pero ese espacio es precisamente la tercera parte o tiempo del libro, que es un sumergirse en un campo de concentración, pero no evidentemente desde el punto de alguien que hubiera estado ahí, pero tampoco es una sumersión falsa, es un sumergirse que reivindica el hecho de que es una reconstrucción fantaseada.

- En la novela hay dos historias contiguas y que para mí se superponen, que es la historia de la búsqueda del abuelo que se parece a Paul Newman y también la historia de la filmación de esa película sobre la resistencia en Polonia. ¿Por qué tomaste la decisión de reunir esas dos historias? ¿Acaso tienen algo en común o ves más diferencias?

- Nunca sabemos en realidad porqué volvemos las cosas contiguas, seguidas. Por una parte Polonia es el lugar fantasmático del origen de la narradora, y al mismo tiempo Polonia es el encuentro de los dos totalitarismos del siglo XX. Es por eso que me parecían dos historias que no son paralelas pero que se superponen.

- Uno de los entrevistados en la película Los herederos dice que la literatura elude la ética de la prueba pero no elude la ética misma. Para mí, siguiendo este razonamiento, tu novela elude la ética de la prueba justamente porque trabaja desde la imaginación para inventar otra ética que es desde la imaginación. ¿Te interesó pensar la ética desde la novela?

- Siempre es complicado volver a contextualizar algo que dio tanto que hablar en Francia, porque como él lo explica rápido en la película, Jan Karski, al que vieron dar su testimonio en la película de Claude Landsman, Shoa, es una figura histórica. Ainel lo tomó, y a la vez describe cosas reales y después también lo toma al personaje y le hace decir lo que él quiere. Por eso es que dice que el espacio literario no se divide en el espacio de la ética de la prueba. Por supuesto yo no tenía ese problema, porque no hay un personaje histórico en mi novela. Pero esto tiene que ver con lo que dije recién: el yo que conoce, está ahí, tiene que estar ahí para que podamos librarnos de él. Pero tiene que estar ahí. Y es en esa liberación que se crea el espacio de la ficción.

- Marcel Beyer dice que las historias de sus padres y abuelos sobre el nazismo ya no le alcanzan. Y uno podría suponer que por eso investiga y escribe novelas que están relacionadas con el nazismo. ¿Cómo te llevas con esas historias pasadas?

- Marcel Beyer, escritor alemán, habla desde un punto de vista de la situación alemana, lo que él describe es que justamente él recurre a la ficción para compensar eso que no se le dijo y que estuvo en secreto. Obviamente es una experiencia diferente.

- Tengo en cuenta esa diferencia, porque justamente sé que él tiene el pasado alemán, pero vos tenés el pasado judío. Aunque los roles y las situaciones sean distintas, ambos tienen historias pasadas.

- Por supuesto.

- Lo que digo es esto: Beyer dice con esas historias “no me alcanza”; y vos, ¿qué decís? ¿Te alcanzan o no?


- No me alcanzan porque obviamente hay un secreto del que hay que hablar, rememorar y no me alcanzan porque a la hora de escribir es algo que va más a allá de la transmisión oral, del conocimiento histórico y familiar, es algo del orden de la sensación. Y es a partir de ese lugar del que yo hablo.

- Escribí una novela sobre la vida de Adolph Eichmann en un pueblo de Tucumán que se llama La Cocha. Mi novela tiene una investigación detrás pero tiene también la invención, la ficción. Lo que yo quiero preguntar es cuál es tu posición respecto a ese discurso del método que es tu película sobre la relación entre documentalización y ficción.

- Daniel Meldensohn asume desde ese punto de vista de no ficción y quisiera decirle algo que es corto desde el punto de vista teórico, pero en el cual, yo creo profundamente: todo depende de la calidad del libro. Creo en eso. Obviamente un libro que está hecho puramente de verdades históricas no es posible, pero estoy segura que no hay contra verdades en la novela que usted escribió. Obviamente siempre hubo debate en esa relación de ficción e historia, y podríamos hablar muchísimo del tema y por mucho tiempo; mi única postura es que la contra verdad no es posible y que todo depende del talento del escritor. Haenel es un escritor muy interesante, pero, y yo se lo dije, toda esa parte de ficción sobre Jan Karski, es muy débil desde el punto de vista literario. La verdad es que lo único que me interesaba de él era la fuerza literaria; no me ponía a pensar en esa relación ficción-historia. Me parece que lo más importante es esa manera de tomar la historia, los hechos, la que marca la diferencia.

- Me voy a referir a un aspecto del libro que me interesó especialmente que está relacionado con la ciudad, con los recorridos del personaje por la ciudad. “Mi mirada fascinada por la alineación de las balaustradas” dice la narradora. También se llama a sí misma como “la caminadora de calles”.


- Hace un momento hablaba de los “pasillos del tiempo”, que obviamente vienen de una cuestión imaginaria, pero también son concretos y vienen de la ciudad donde uno vive: yo nací y viví en París. París es una ciudad, un objeto, que no se agota; podemos hablar desde muchos aspectos y desde ese lugar, y de las visionas casi mágicas. Pienso que en Tucumán podemos experimentar bastante; antes de venir aquí estuvimos en la Jefatura donde están las placas de los desaparecidos y considero que es un lugar que provoca visiones, y hablo más que nada del lugar en sí más que de las placas. Cada uno tiene sus lugares, cada uno tiene sus visiones y espero las visiones sobre Tucumán.

© LA GACETA

* Esta entrevista fue posible  gracias a la gestión de la Alianza Francesa de Tucumán.

PERFIL

Ruth Zylberman se graduó en el Instituto de Estudios Políticos de París, donde obtuvo un doctorado en Historia del siglo XX. También es licenciada por la Universidad de Nueva York.

Desarrolla, desde hace más de quince años, un trabajo documental enfocado en temas históricos. Su novela La dirección del ausente fue publicada en la Argentina por el sello editorial Mardulce.

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