Triunfo, renunciamiento y sueño

Triunfo, renunciamiento y sueño

El cielo estrellado de la Cordillera de los Andes cobijó una cruzada por la libertad que brilla y brillará mientras haya memoria de la epopeya de San Martín. Procesada durante dos siglos, la estrategia victoriosa con connotaciones continentales forjó unos laureles de gloria irrebatibles. El triunfo colocó al cruce de 1817 al mismo nivel de otras hazañas militares clave para los valores de la democracia y la república, como el desembarco de las tropas aliadas en las playas de Normandía (1944, Segunda Guerra Mundial) o la Batalla de Gettysburg (1863, Guerra Civil Estadounidense). Sin el coraje y el liderazgo de San Martín, ¿qué hubiese sido de esta patria sostenida sobre la fragilidad de la Independencia declarada en Tucumán? ¿Y qué hubiese ocurrido con las demás naciones que asomaban en la América colonial?

Atravesar la Cordillera es sentir la potencia del deseo que libera de esclavitudes de toda laya. Y palpar la verdad oculta en la máxima que recuerda que el hombre capaz de pensar no está vencido ni aún vencido. El periplo en sí mismo conecta con la grandeza de una utopía fundamental, pero también con la belleza y los rigores de la montaña que une y separa a las distintas formas de ser sudamericanos.

Los pasos de San Martín conducen tanto al triunfo espectacular como al renunciamiento consumado tras la entrevista con Simón Bolívar en Guayaquil. En 1823, el General volvió al pago por el sendero El Portillo-Piuquenes: fue su octavo y último cruce cordillerano. Sostiene la tradición que, en Tunuyán, durmió bajo la copa de un manzano junto a su ahijado, el coronel Manuel de Olazábal. Así, a fuerza de gestos modestos, El Libertador realzó sus conquistas sin igual: una empresa brillante que alimentó y alimenta este sueño colectivo llamado Argentina.

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