Extraña y sospechosa muerte

Extraña y sospechosa muerte

18 Enero 2017

Mario Raúl Negri - Diputado titular del bloque UCR

El hecho, ocurrido el día anterior a su presentación en la Cámara de Diputados de la Nación, para explicar la decisión de denunciar a los más altos funcionarios del Poder Ejecutivo Nacional y a otros particulares como encubridores del atentado de 1994 a la sede de la AMIA, sumió a la sociedad argentina en el estupor y la incredulidad.

Después de los dos actos terroristas, de 1992 a la embajada de Israel en Buenos Aires y el de 1994 -el más grave ocurrido en suelo argentino- existía en el país un acuerdo tácito entre la sociedad, su dirigencia política y el Estado acerca del carácter innegociable del reclamo de justicia, en la certeza de que un país no puede hacerse el desentendido, no puede avanzar ignorando las consecuencias de semejante tragedia. Y con sus más y sus menos así se había hecho hasta que el gobierno del Frente para la Victoria - en un giro de 180 grados - tomó la decisión unilateral de firmar el acuerdo con la República Islámica de Irán con la finalidad de indagar -en Irán- a las personas señaladas como principales sospechosas de alentar y organizar aquellos crímenes.

Este hecho fue el desencadenante de la denuncia del fiscal de la UFI AMIA Alberto Nisman contra la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner, el ex canciller Héctor Timerman y otros. Quizá también - no lo sabemos - tiene que ver con el hecho más conmocionante de los últimos años en el país, la muerte - la extraña y sospechosa muerte - del propio Nisman.

Las deficiencias de la instrucción, la descarada intromisión del poder político - cuya intención de desacreditar vida y obra del fiscal tuvo por momentos visos de realidad - sumada a la decisión de algunos jueces de cerrar, sin más, aquella denuncia parecía encaminar todo hacia un callejón de impunidad.

Afortunadamente, el fallo unánime de la Cámara de Casación Penal ordenando la reapertura de la denuncia de Nisman -reclamada por amplios sectores de la sociedad, de la Justicia, por el Congreso Nacional y especialmente por la DAIA- pone las cosas en el lugar en el que siempre debieron estar. Y a cada uno cumpliendo con su deber. Quedará, eso sí, saber qué fue lo que sucedió realmente en ese departamento de Puerto Madero.

Porque sabemos que la democracia argentina que a fuerza de justicia ha ido suturando antiguas y profundas heridas, está marcada por tres hechos que hieren la dignidad del ciudadano y sin cuya resolución la aspiración de ser un país “en serio” no dejará de ser una quimera: los atentados terroristas de la década del 90, la denuncia del fiscal Nisman y su trágico final.

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