“Por favor, no sean sucios”
“Por favor, no sean sucios”
“La Municipalidad de San Miguel de Tucumán solicita a los vecinos no arrojar residuos en la vía pública ni en los canales a cielo abierto, ya que obstruyen los sistemas de desagüe pluviales y provocan anegamientos durante las tormentas”. El comunicado, emitido ayer al mediodía, da vergüenza. “Por favor, no sean tan sucios”, pide el municipio. De las cámaras de desagüe ubicadas en la intersección de Jujuy y Olleros extrajeron tres camionadas de residuos, básicamente botellas de plástico, cajones de madera y bolsas de consorcio. La Jujuy, rumbo al sur, es una de las zonas rojas de la capital. Las inundaciones son inevitables apenas caen tres gotas. Los vecinos afirman que las obras de pavimentación están mal hechas; la intendencia contesta con fotos de la basura que sale y sale de los desagües.

Si Tucumán no es la provincia más desaseada del país pega en el palo. Ninguna campaña -oficial o privada- consigue mover el amperímetro de la inconducta ciudadana, fenómeno que cruza de punta a punta clases sociales y rangos etarios. Esto podría ser motivo de una gran tesis académica para sociólogos y antropólogos. ¿Por qué será que los tucumanos se empeñan en conspirar contra su propia calidad de vida? Nuestro río está contaminado, el aire hiede cada vez que el viento sopla del este -cortesía del bagazo- y la mugre es como un pacman que devora cuanto espacio va encontrando. A la basura la tira en cualquier parte el rico y el pobre. Es complicado vivir así.

Cuando el lunes la amenaza de tormenta era inminente el municipio apostó móviles en Marco Avellaneda primera cuadra y en 24 de Septiembre y San Luis. La consigna era atajar a los conductores que podían ser tragados por la correntada bajo el puente del Central Córdoba. Bien por esa reacción. Lo cuestionable es la aceptación de que se trata de un problema insoluble. Ahí se junta agua desde que los tucumanos tenemos uso de razón y nos explican, con actitudes más que con palabras, que no hay forma de evitarlo.

La semana pasada, a propósito de los cortes en los servicios públicos ocasionados por el calor, Carolina Vargas Aignasse cometió un sincericidio que le cabe a toda la clase política. Hablaba de los damnificados por la falta de agua y de luz. “Lo importante es ayudarlos a superar esta contingencia hasta que brindemos las soluciones de fondo”, apuntó la secretaria de Gobierno. “Soluciones de fondo” e “investigaremos hasta las últimas consecuencias” deberían ser erradicados del discurso oficial de ocasión.

Si los vecinos ensucian y las autoridades no le encuentran el agujero al mate el cóctel es garantía de indigestión ciudadana. Hasta que alguien se ilumina y dicta la sentencia fundacional de toda charla de café: “el problema es cultural”. Y no falla la siguiente acotación: “si en Europa tirás un papel al piso te multan”. Hablando de frases que deberían ser erradicadas...

Lo que suele funcionar son las medidas concretas, planificadas, de largo plazo. Por ejemplo, el retiro de circulación de las bolsas de polietileno, que son veneno para el medio ambiente. Nada más cómodo para deshacerse de la basura que meterla en una bolsita y lanzarla en múltiples direcciones: los accesos a la ciudad, los baldíos, los matorrales, los canales o, directamente, la calle. Eso sí: lo más lejos posible. Son increíble las molestias que se toman quienes cargan la basura en su vehículo y se toman el trabajo de rumbear hacia un descampado -la avenida de Circunvalación y la ruta al aeropuerto pican en punta- para lanzar sus bolsitas a la pila de residuos. Ver para creer. Pues bien, a menor circulación de bolsitas, menores posibilidades de revolearle la mugre al prójimo.

Entre las numerosas cuadras anegadas el lunes pasado se anotaron las flamantes peatonales. La laguna formada en Mendoza y Muñecas fue la misma de siempre. Pispeando bajo las alcantarillas se notaba el magma de basura. No hay geografías urbanas que se salven, lo que ratifica la universalidad del problema y destierra la exclusiva ligazón de la suciedad con la marginalidad. La lógica indica lo contrario; los que más consumen son los que más descartan.

En resumidas cuentas: la próxima tormenta está a la vuelta de la esquina y si los desagües están limpios el agua va a escurrirse. Si acumularon suficiente basura, como es habitual, la inundación está cantada. Así que hasta que lleguen las “soluciones de fondo” -un sistema de drenaje a la altura de las necesidades del Tucumán actual y futuro, obra carísima de las que no suelen rendir votos- el cuidado paliativo es sencillo: no ensuciar.

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