“Necesitan que yo aparezca tajeada para recién detenerlo”

“Necesitan que yo aparezca tajeada para recién detenerlo”

Una víctima contó que recibe todos los días amenazas de su ex desde que se separó. La mujer criticó la forma en que se manejan estos casos: “me terminaron investigando a mí. Y yo lo único que quiero es vivir”.

SUS PRUEBAS. P. sostiene su celular, en el que se puede leer un mensaje de texto con amenazas de muerte. la gaceta / fotos de hector peralta SUS PRUEBAS. P. sostiene su celular, en el que se puede leer un mensaje de texto con amenazas de muerte. la gaceta / fotos de hector peralta
12 Enero 2017
P. ya no quiere cambiar su número de teléfono. Según cuenta, desde abril lo hizo varias veces pero jamás pudo evitar que esos mensajes -que la aterran- dejaran de llegarle. “Mi ex pareja me dice que me va a matar y que después se va a suicidar. A veces le escribe a mi hermana para decirle que ella se va a tener que hacer cargo de los dos hijos, de cuatro y seis años, que tuvimos. No sé cómo hace, pero siempre consigue mi número. Y a pesar de que tiene una orden de restricción de 300 metros, me espera en la esquina de mi casa y me amenaza en la calle”, lamenta.

Según relata, la relación nació hace nueve años y los golpes comenzaron cuatro años después. Pero esa, para ella, no es la peor parte: “Las agresiones verbales te van enfermando. Los agresores te manipulan, te bajan la autoestima. Él se fue unos meses y yo después lo dejé volver porque me dio lástima. Pero en un momento dije basta”.

La semana pasada volvió a decir basta, y dio a conocer su caso en las redes sociales. Su mensaje fue conciso: “si me pasa algo, quiero que sepan quién fue”. Además, añadió capturas de mensajes de texto en los que se puede leer amenazas como “no veo la hora q sean las siete d la mañana t lo juro x mis hijos q t voy hacer la guardia adelante d kien sea te voy a matar” o bien “arruina familia asi como m lo dijiste fien (bien) fría asi t voy a matar bien frio sin q me importe nada”.

Un problema familiar

“De noche yo tenía que dormir con mis hijos para que no me pegara. Desde adentro tenía que trabar la puerta con una silla porque él quería entrar a las patadas. Llegaba la noche y mis hijos me decían ‘mamá, la silla’. Y ahora tienen que vivir encerrados como yo por esta situación”, argumenta, aterrada, desde el living de su casa. Agrega que una vez, él la corrió mientras esgrimía un cuchillo de carnicero, para apuñalarla. Luego, muestra los cientos de mensajes que le llegan por día a una carpeta de no deseados, porque tiene ese número bloqueado: “Por las mañanas me dice que me ama, que lo perdone, que lo llame. Por la tarde comienzan los insultos: soy la puta, la perra, la traidora. A la noche directamente me amenaza con matarme”.

Según una pila de papeles que tiene adentro de un folio, sus denuncias recayeron en varias oficinas de la Justicia. Incluso, en junio, el Juzgado Civil en Familia y Sucesiones X° -a cargo de la jueza Andrea Segura- ordenó una consigna policial y solicitó a las fiscalías que investigaran al denunciado por el delito de desobediencia judicial. El plazo de esa vigilancia policial se venció pero a raíz de su publicación en las redes, la fiscalía de feria la renovó. Esto había sido pedido hasta por su psicóloga. Sin embargo, P. es tajante en sus críticas a cómo se manejó su caso. En su opinión, la medida no es suficiente: “él me espera escondido en los yuyos, o pasa con total impunidad por afuera con su hermano o sus amigos. Al verlo, yo me paralizo. Un día me apareció cuando yo volvía del centro. Largué la moto y salí corriendo a refugiarme en mi casa”.

Para ella, deberían alojarlo en una celda. “Él estuvo detenido pero por otras causas, nunca por esta. Es que maneja una de las facciones más violentas de la barra de Atlético Concepción y trabaja como empleado de la Municipalidad de La Banda del Río Salí. Por eso se burla de la Justicia, porque tiene contactos. Y la verdad es que, para detenerlo, necesitan que vayas morada, tajeada y con 40 testigos. Me terminaron investigando a mí, con una pericia psicológica y un estudio socioambiental. Yo tengo que asistir a todas las medidas, un poco más y me llevan de los pelos. Pero si él no va a las pericias, no le dicen nada. Así se toman estos casos: nosotras somos las locas, las desesadas (sic), las que ‘algo habremos hecho’”, denuncia.

Partir no es justo

Hace algunas semanas, la joven de 26 años que le dijo a LA GACETA en noviembre que dormía en los hospitales por miedo a su ex, dijo que abandonaría la provincia. Fue su primera frase al enterarse de que el padre de su hijo, a quien denunció más de 10 veces por agresiones, abandonará su celda en febrero o marzo. P. también piensa en esa opción, pero no le parece justa, ni para ella, ni para sus hijos

“Muchas mujeres abandonan sus ciudades, lo he hablado con ellas. Yo lo pensé, pero aquí tengo mi casa, mi familia, mi trabajo. Mis hijos tienen su escuela y sus amigos. ¿Es justo perder todo eso? Yo sólo quiero estar viva, nada más. Pero nunca voy a tener paz mientras él esté libre”, agrega.

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