Planes para la Corte: ¿vuelve Menem?

Planes para la Corte: ¿vuelve Menem?

Planes para la Corte: ¿vuelve Menem?
La composición actual de la Corte cumplirá seis años el 3 de febrero. ¿Es poco o mucho tiempo? Portavoces informales del oficialismo hablan de eternidad y elucubran harto sobre las vacantes. Las quinielas apuntan fundamentalmente a Antonio Gandur y a René Goane, que amén de reunir con creces las condiciones para el retiro, acumulan un cuarto de siglo o más en la cúpula judicial.

Gandur y Goane son sobrevivientes de la historia institucional previa al advenimiento del caudillo que gobernó durante tres períodos consecutivos y hoy resiste en el Senado. Disponer de las vocalías de estos en el alto tribunal implicaría simbólicamente terminar la tarea que comenzó con el nombramiento de Antonio Estofán (2007), y prosiguió con las designaciones de Claudia Sbdar (2008) y de Daniel Posse (2011). La concesión de la jefatura de los fiscales y de los defensores oficiales a un ministro histórico del Poder Ejecutivo anterior, Edmundo Jiménez, en 2014, completa el itinerario de recientes fichajes.

Pese a que llenó tres de las cinco sillas de la Corte y a que eligió a más del 65% de los restantes miembros de la magistratura, el oficialismo no parece contento ni satisfecho con la Justicia que forjó, y va por más. O por todo de nuevo, si es posible: ¿se perdió la confianza de otrora o la vista gorda hacia los excesos del poder devino insostenible? ¿Hubo reposicionamientos a partir del triunfo de Cambiemos? En las tertulias de la política dan por hecho que Gandur se irá este año, antes de que venza su mandato en la presidencia del cuerpo. En el entorno de ese vocal son cautos, pero no niegan la especie: pesan los achaques de salud. Los síntomas del deterioro avanzaron al ritmo de los embates institucionales del último tiempo. La pulverización sistemática de los órganos de control acometida desde comienzos de este milenio ha colocado al Poder Judicial del Jardín de la República en una situación delicadísima: los jueces acarrean el desprestigio de sus privilegios y de la impunidad. Ningún funcionario provincial con caja y lapicera ha sido juzgado nunca por irregularidades en el manejo de los fondos públicos. El trono de la corrupción sigue vacante en Tucumán.

Otras veces Gandur dio señales de que estaba a un tris de marcharse y no lo hizo. Pese a su edad (82 años), es uno de los miembros más activos de la Corte: el que suele llegar primero a su oficina y el que hace gala de una ejecutividad que a menudo le valió la fama de impulsivo. ¿En esa irreflexividad se inscribe la decisión de recibir en su casa a las cabezas de los otros poderes del Estado para hablar de un juicio sobre los gastos sociales? Durante la presidencia de Gandur, el ejercicio de la potestad de superintendencia precipitó la renuncia -si bien con el beneficio jubilatorio del 82% móvil- de dos fiscales chamuscados por causas con repercusión pública: Carlos Albaca y Guillermo Herrera. La pretensión de auditar al segundo quebró la relación con Jiménez: desde entonces, la guerra de guerrillas interna es tanto o más intensa que las presiones extramuros. A semejante trajín se suma el lastre de descrédito que aportó el aún latente #Tucumanazo2015 y que, por esos berretines del destino, Gandur parece cargar en soledad.

El caso de Goane es harina de otro costal psicológico: el vocal decano sempiterno ya anunció que a él lo sacarán con los pies para adelante. Poseído por el carácter vitalicio de la judicatura, el supremo de la verba incendiaria tiene la costumbre de renacer cada tanto y de burlarse de los que especulan con su dimisión. La explicación para tanta seguridad más allá de cualquier baqueteo estaría en un best seller de Paulo Coelho: parafraseando al autor de “El Alquimista”, un príncipe del foro sugiere que diversos intereses conspiran para materializar el deseo de un Goane perpetuo.

Las conjeturas sobre la integración futura de la Corte son la antesala de la renovación interna de autoridades prevista para octubre. Durante ese mes volverá a dirimirse la presidencia, primacía entre los vocales cuya asignación ya produjo cismas de escala creciente en 2013 y 2015. Quien asuma ese puesto, asumirá también la comandancia de la Junta Electoral en los comicios de 2019, que hasta nuevo aviso serán disputados con las mismas reglas agotadas del último turno. Perdura el esquema desbordado por el clientelismo; los partidos de tira y pon, y la opacidad financiera. ¿Quién tomará las riendas del desaguisado que esmeriló a Gandur? Desmantelada la rivalidad de antaño, en el círculo de Estofán pronostican que ha llegado la hora de Sbdar.

El Gobierno baraja planes alternativos. Uno de ellos reedita la remodelación que el menemismo aplicó al máximo tribunal del país en 1990: la ampliación a nueve miembros. Como entonces, el argumento esgrimido para tantear la incorporación de cuatro vocalías es la necesidad de agilizar el trabajo mediante la creación de salas. Pero la pretensión de una mayoría automática afín resulta difícil de disimular después de la experiencia de la Corte del denostado Julio Nazareno. La eventual dilatación del estrado provincial desató un zumbido de candidaturas que incluye hasta la del propio Jiménez, cuyo traslado al alto tribunal acarrearía el plus de una acefalía en el estratégico Ministerio Público: sería, alegan ciertos optimistas, la forma de neutralizarlo. Para encontrar a otros aspirantes del mundillo judicial -bancados por padrinos políticos o autopostulados- hay que mirar hacia el fuero laboral de Concepción, la Cámara Civil de la capital y la oficina de relatores de Gandur.

La perspectiva de un alto tribunal a lo Menem se acopla a la cirugía inconsulta y súbita que la Legislatura practicó a la Justicia en diciembre (agravó el procedimiento de destitución de magistrados, y creó la primera instancia laboral y en lo contencioso administrativo), al calor del avance de ciertos procesos sensibles para los legisladores de este período y del anterior. ¿Cuán firme está la idea de generar una clase de jueces precarios escogidos en forma discrecional para sustituir en procesos concretos a los vocales de la Corte y cubrir las vacantes inferiores mientras se sustancia el correspondiente concurso público? De la cabeza a los pies, la composición del Poder Judicial parece en tela de juicio y no precisamente para fortalecerlo. La debilitación viene de lejos y eso se advierte prima facie: la pregunta es cuánto margen queda para profundizar la receta que llevó a los Tribunales hasta este umbral de sometimiento.

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