Galería de espejos

Galería de espejos

La llegada del nuevo año puso sobre la mesa problemas viejos. Son el resultado de una relación tortuosa entre quienes administran las instituciones y los ciudadanos. Pierden estos últimos, pero profundiza el deterioro del político.

Cada uno tiene sus razones. Los argumentos son atendibles y difíciles para refutar. Cada uno cuida su quinta. Prefieren no entrar en confrontación para evitar represalias futuras.

La empresa cuida su historia, su prestigio, su calidad y su futuro. Cada político hace exactamente lo mismo. Se cuida, hace equilibrio, mide y trata que el mañana no lo termine revolcando en el olvido.

Unos y otros están mirando al ciudadano. Tienen el ojo puesto en esa persona que tiene que pagar la boleta o tiene que votar. Mientras tanto, todos saben que deben hacer negocios. Sacar la ganancia para sobrevivir. El político además espera que lo voten, que lo aplaudan.

El juego se vuelve perverso. En nombre del ciudadano se hace todo y el más perjudicado es ese mismo ciudadano.

Así empezó el año.

En 2017 Tucumán se alojó en el infierno y parece que por estos lares la luz y el agua son bienes escasos.

Da la sensación de que los tucumanos son protagonistas de una misma película que ya saben el final y que repiten de memoria cada una de las escenas que están por aparecer en pantalla.

¿O no hubo otros años donde el calor dejó exangües las energías? ¿O no ocurrieron días donde las canillas se agotaron? Por eso no estuvo mal la reacción política del gobernador interino. Osvaldo Jaldo apenas sintió las cacerolas del hartazgo llamó a las empresas de servicios, pero, ¿no era tarde? ¿Hacía falta? ¿No se podía prever antes? El vicegobernador a cargo sabe las respuestas.

En los primeros días del año quedó claro que las políticas públicas terminan corriendo detrás de los acontecimientos. Jaldo no puede decir que “el mejor gobernador de la historia de Tucumán” (designación que él le dio a José Alperovich cuando juró como diputado nacional) no tomó las precauciones para que haya sucesos que nunca más ocurrirán. Alfredo Calvo, el titular de la Sociedad Aguas del Tucumán se cansó de pedir fondos para invertir en obras pero siempre la respuesta fue “hay otras prioridades”.

Algo parecido ocurre con la empresa de energía que su fuente de ingreso (las tarifas) estuvo congelada largamente. Incluso el día en el que mayores cortes hubo no fue el de mayor consumo. El 22 de diciembre fue el récord cuando los tucumanos se consumieron 650 megawatios y prácticamente no hubo quejas.

Jaldo con la experiencia que le da la política metió todos los problemas en una misma bolsa y pidió explicaciones. Acertó, pero disimuló una grave falencia de la gestión.

Plaza tomada

El año comenzó también con el conflicto del servicio de ómnibus de la línea 11. Es indiscutible que la empresa no estaba brindando lo que necesitan los ciudadanos y lo que dicen las leyes. Sin embargo, hoy el conflicto ha derivado en las dudas sobre la probidad de los magistrados (Salvador Ruiz y Horacio Castellanos) que dictaminaron la cautelar que levanta la decisión de la Municipalidad de Capital.

Las autoridades municipales podrían haber recusado al juez o a los jueces antes de esperar la sentencia. Pero también es una realidad que el servicio de los ómnibus es una materia no aprobada. Lo mismo ocurre con los taxis. El año comenzó con un aumento de tarifa. Puede ser indiscutible la necesidad de incrementar el viaje en taxi porque suben la nafta, las gomas, el aceite y hasta la hora de los talleres mecánicos, pero el ciudadano podría gozar de su viaje en taxi y no padecerlo porque los vehículos no están en condiciones o los choferes no están educados.

Llegó el año nuevo pero no se van los problemas viejos. Con palabras muy parecidas título ayer Jorge Fontevecchia su columna en Perfil. No habla precisamente de Tucumán, pero el título le cabe a esta provincia que se revuelca en el mismo lodo dándole la espalda al ciudadano.

Y el ciudadano también le da la espalda. Así jamás van a caminar juntos. En una encuesta reciente, la universidad Siglo XXI sondeó la opinión de 1.050 argentinos (Tucumanos, incluidos) de entre 18 y 65 años.

Ocho de cada 10 de los argentinos consultados tuvieron una valoración negativa de sus políticos. Lamentablemente, el 60,5% dijo que los políticos no cumplen con sus promesas de campaña. El 70,1% los descalificó porque “están involucrados en hechos de corrupción. El 72,1% manifestó que los políticos responden mayoritariamente a sus intereses propios antes que a buscar el interés general.

La mirada del ciudadano es inadmisible. Asusta. ¿Cómo es posible que menos de un 20% de los encuestados tenga una opinión positiva sobre sus representantes? Debería ser al revés. Es a esas personas a las cuales los pobladores de nuestro país les dieron mandato para que actúen por ellos. La vida en sociedad está en peligro cuando el político es sinónimo de desconfianza, y no de construcción, de fe y de esperanza. Seguramente a esta altura del texto (si llegó), el lector ya tomó la decisión y ya sabe quién es el culpable de que hayamos llegado a esta instancia. Seguramente se habrá equivocado porque se trata de un proceso conjunto donde el ciudadano y el político construyen esta relación en partes iguales. Después viene la extorsión del uno hacia el otro. Más tarde viene la conveniencia de callar y de no exigir.

Por mano propia

El despertador de este 2017 sonó porque los vecinos cortaron la ruta debido a que no funcionaban sus servicios. Ahí reaccionó el político. Como algunas decisiones no les gustó fueron a la Justicia y como tampoco les agradó la resolución empezó el proceso de degradación de la institución. El ciudadano que sale a diario a trabajar, ¿en quién debe confiar? Nadie se ocupo de sus problemas hasta que cortó la calle. Y cuando la Justicia le devolvió el orden, la autoridad la cuestionó. Es difícil encontrar quicio en una sociedad tan poco respetuosa de la autoridad. Tampoco cuando los ómnibus coparon la plaza, hubo una Justicia que ordenara el desalojo. Es más hubo veladas (siempre silenciosas porque el político quiere no pelearse con nadie) acusaciones de que hubo oficialistas que ayudaron a que los ómnibus cortaran las calles del paseo donde todos se abrazaron para festejar el Bicentenario de la patria.

Desazón

En la encuesta de la universidad citada, la institución más confiable resultó ser la Organización Mundial de la Salud, mientras que la más criticada fue la Asociación de Fútbol Asociado (AFA). Entre las instituciones intermedias se ubicaron la Presidencia de la Nación, la Cámara Electoral y el INDEC. Las que directamente sacaron un cero en confianza fueron las agrupaciones políticas, el poder judicial y la policía. En este último trío la población parece no encontrar nada que le dé tranquilidad ni esperanza.

Como en una galería de espejos, ciudadanos y políticos ven cómo se repiten sus imágenes y sus historias sin encontrar la salida a problemas que son tan viejos como los propios protagonistas.

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