Una arpista con espíritu de diablita

Una arpista con espíritu de diablita

Graciela Medina se fue hace 30 años de Tucumán y realiza una intensa actividad en Alemania.

CUERDAS MÁGICAS. Graciela Medina junto Hannelore Wieland (atrás).  CUERDAS MÁGICAS. Graciela Medina junto Hannelore Wieland (atrás).
Las cuerdas arropan con sus latidos el invierno en la lejanía. Una lluvia se agita en el silencio en el ombligo del Rin. Tal vez trae rumores de una infancia, de travesuras, de amores, allá en Villa Alem. Quizás desensilla ecos de óperas en el teatro San Martín. La nostalgia ejercita la distancia de ese corazón tucumano que canta desde el arpa y se recuesta en una guitarra alemana. “Mis raíces están acá; vuelvo siempre. Esto te tira: la gente, la familia, el calor humano… el solo hecho de respirar este aire…”, dice la sonrisa de Graciela Medina, soprano, guitarrista, arpista, compositora, que hace tres décadas se fue del pago y ancló su destino en Alemania. El dúo Cuerdas Mágicas que conforma con la guitarrista Hannelore Wieland, ocupa una buena parte de sus actividades.

- ¿Cuáles son tus desvelos cotidianos?

- En este momento, estoy dando conciertos con Cuerdas Mágicas. Nuestras actuaciones son de diferentes tipos, por ejemplo, hacemos conciertos pero también actuamos en iglesias, hacemos recitales con lecturas de textos poéticos de una peruana que está haciendo una maestría. Pero lo nuestro es más lo que está en estos dos discos, “Emociones”, salió en 2016 y el otro, “Un viaje a través del mundo de las cuerdas”, hace cinco. Después tengo un ensamble que se llama Takinai; tocamos de Bach a Piazzolla. También hago conciertos para niños, que normalmente se hacen los domingos a la mañana. Pero lo principal es el dúo, mezclamos la música clásica con la sudamericana. Siempre explico de dónde provienen las obras que tocamos y eso ayuda al contacto con la gente; tiene mucho éxito, especialmente en las iglesias porque el arpa suena impresionante.

- ¿Cómo entra el arpa en tu vida?

- Tenía un dúo con un arpista alemán, primero yo tocaba la guitarra y cantaba con él; un día me dijo que sería lindo hacer cosas a dos arpas. Le dije: “soñé toda mi vida con tocar el arpa, pero no lo puedo hacer de hoy para mañana”. Y me contestó: “yo te presto un arpa, te voy a enseñar”. Con él aprendí las primeras cosas y cuando me metí de lleno, prácticamente dejé todo lo otro, es fascinante.

- ¿Qué le dicta a tu alma?

- Dicen que al arpa solamente la tocan los ángeles, bueno acá salió un diablito de pelo negro (se ríe con ganas). Es algo celestial, tiene tanto de espiritual que cuando tocás esos sonidos, una se emociona, hasta te salta un lagrimón... Compongo baladas en el arpa únicamente, eso es lo extraño, porque comencé con la guitarra a los siete años. Entré a la Escuela de Música y estudié con Martín Ventura y con Artemia Gómez y terminé la carrera en guitarra. También compuesto para dos guitarras.

- ¿Cómo se gesta tu relación con el canto?

- Desde muy chica cantaba folclore; con Carlos Podazza hicimos varias cosas, hasta cumbia. Carlos vivía en el departamento del fondo de mi casa, en la 9 de Julio al 1.400. En la Escuela de Música comencé a hacer coro y me decían: “¡qué bonita voz que tenés!” No tenía estudio. Comencé con la profesora Rosaura de Giménez, una contralto, en el Conservatorio, ahí conocí a una amiga que me dijo que tenía que entrar en el Coro Estable. “Yo te voy a dar un casete con las partituras, escuchalo”, me dijo. Preparé lo que estaba ahí y me presenté. Me tomaron. Luego conocí a Diana López Esponda que me ayudó muchísimo, con ella estudiaban también Oscar Imhoff, Roberto Usandivaras… En un año, ya estaba cantando con Imhoff la primera ópera, “L’elisir d’amore”. Era entonces una soprano ligera, luego con el tiempo y la edad, mi voz fue cambiando. Gané una beca del Fondo Nacional de las Artes para perfeccionarme en Buenos Aires y fui al Teatro Colón.

- ¿Cuándo rumbeás a la patria de Beethoven?

- En 1986, me voy a Alemania porque conocí una chica, cuyo profesor había escuchado un casete mío, y él estaba muy interesado en mi voz y yo quería estudiar, así que viajé. Llegué un domingo de septiembre y el lunes canté en la universidad para ver si me tomaban. Eso era en Aachen, cerca de Colonia, entre la frontera de Bélgica y Holanda. Estuve tres años allí, me recibí con 10 en la carrera de canto. Me ofrecieron cantar en un teatro en Detmold, audicioné y me tomaron. Estuve siete años, cantando en coros y como solista. Conocí a Kurt, mi marido; no es músico, tiene talento para hablar varios idiomas… Nos dimos cuenta de que no nos veíamos nunca porque yo estaba siempre viajando a diferentes ciudades alemanas, belgas, holandesas. Estaba cansada, casi todos los días una función, no tenés amigos, porque vivís solo para eso. Pedí un año de vacaciones sin goce de sueldo porque quería hacer muchas cosas y me sentía asfixiada. Fue en el 95. Conocí al arpista. Me dijeron que había una vacante en una escuela de música para enseñar guitarra y me presenté. En un par de meses, estaba dando conciertos con este arpista, con otra gente grabando un disco para la televisión… se me abrieron otros horizontes. Soy muy curiosa, así que empecé con el arpa, a dar clases y en esa escuela, he creado una orquesta de guitarras.

- ¿Qué te dio Alemania?

- Muchísimo, toda la posibilidad que te puedas imaginar sin conocer a nadie, sin estar recomendada, gané el primer premio entre 400 personas para acceder a una beca; tampoco para ocupar el puesto que tengo en la escuela de música. No hay recomendaciones, son tus méritos lo que valen. Ellos valoran mucho la cultura de una forma diferente a la de acá, tenés muchas posibilidades y el que no las aprovecha es porque no quiere. Se te abren muchas puertas, ellos apoyan todo lo que es cultura, es lo que a mí me ha tocado vivir. Adonde fui se abría una puerta.

- Cuando juega Argentina con Alemania, ¿hacés barra por nosotros?

- Ay, no me preguntés eso, es terrible (se ríe con ganas). Siempre digo: “que gane el mejor”. Bueno, cuando estamos mirando el partido con Kurt, no puedo dar ningún tipo de opinión porque yo también soy alemana. Es difícil. Cuando estoy aquí, extraño mucho el orden de allá, donde todo funciona, acá vas a hacer un trámite y no es lo mismo. Allá no hacés cola para entrar al banco, llegás y estás atendido, se usa mucho internet… Alemania tiene otra mentalidad, no se puede comparar.

- ¿Tu máxima aspiración como artista?

- Ser feliz y vivir de la música.

- ¿Y como mujer?

- Uy, qué pregunta, eso ya es otra dirección que no tiene que ver con la música y la cultura… Busco siempre estar bien, sentirme plena en lo que hago, y sobre todo ser honesta con lo que hago. La música me ha abierto muchas puertas para desarrollarme intelectualmente, sino también como mujer. Hasta ahora la música, siempre ha sido todo.

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