Vender gestiones para obtener votos

Vender gestiones para obtener votos

No va más, 2016 ya fue. Game over. Se acabó el tiempo de los acomodamientos y de las declamadas -hasta el cansancio- fórmulas de diálogo institucional y de los consensos políticos. Empezó -ya se lanzó realmente- el del enfrentamiento diferenciador; porque así lo impone 2017, un año de votación en el que todos -producto de que deben salir a la caza de adhesiones para ratificar liderazgos o para debilitar otros- se convierten en adversarios electorales, o enemigos personales. Se irá potenciando mes a mes. Encima, de fondo la economía (que puede sepultar a unos -ya se lo llevó a Prat-Gay- y encumbrar a otros) y un debate sobre la reforma política a nivel nacional. Los políticos se verán obligados a asumir sus nuevos roles para diferenciarse entre sí, para mostrar que no son como el resto y que los otros son los que no está haciendo las cosas bien. Los equivocados siempre son los del frente, las culpas jamás se comparten.

Entonces, a prepararse -como todos los años electorales- para escuchar acusaciones y denuncias a mansalva y observar cómo tratan de poner en estado de sospecha a los que empiezan a asomar la cabeza. Es lo natural, lo distinto serán las formas y los medios de captar la atención, porque el contenido quedará relegado a un segundo plano. Hoy, producto de las formas de comunicarse y de la preponderancia de las redes sociales , interesa más parecer que se gana una discusión que tener razón. Creatividad para decir, más que imaginación para hacer. Más efectistas que efectivos.

Pelea de relatos

Tratarán de convencer al electorado de que sus visiones políticas y económicas son las correctas; intentarán seducirlo a partir de instalar sus propios relatos. Y no con argumentos sólidos y creíbles, para desgracia de los que esperan más explicaciones y menos apelaciones sentimentales o chicanas ingeniosas. Cada uno pondrá sobre la mesa su librito de teorías para captar voluntades; porque no importará tanto la realidad, sino la forma en la que la presenten, y la eficacia de los mecanismos para convencer de que lo que dicen es una verdad revelada. No es que haya una enamoramiento por la instalación del relato propio, sino un convencimiento de la dirigencia política de que un buen relato genera réditos en las urnas. Lo curioso es que como técnica de seducción se apueste más a imponer un relato que a gestionar bien para captar la atención del ciudadano. La comunicación primero, la gestión después.

Breve paréntesis: hace unas semanas, desde el Gobierno se presentó un plan estratégico a largo plazo que en realidad es un extenso enunciado de buenas intenciones, pero que nada decía sobre cómo y en qué plazos se irá ejecutando. Se menciona qué se quiere hacer, mas no cómo se hará, como si lo más importante fuera sorprender con la presentación y no precisar de qué manera se implementará; que es lo más difícil porque es lo que sirve para evaluar la iniciativa, para concluir si el programa fue exitoso o si se fracasó.

Con la exposición de la planificación -etapas en las que se desarrollará, inversión prevista, recursos humanos involucrados, especificación de los beneficiarios, posible modificación de índice sociales- es más sencillo hacer un seguimiento sobre cómo funciona el Estado y determinar si cumple con los objetivos. Resultó una suerte de transparencia sin mucha claridad. Es más simple enunciar metas que decir cómo se las conquistará. Es una forma de tratar de manipular, o de creer que se manipula.

Retomemos; la fórmula de tratar de imponer un relato parece ciertamente exitosa -porque la mantienen- y eso se debe a que existen los que engañan con imaginación como los fácilmente engañables. Hay mercado. He allí una grieta. En el año electoral los oficialismos impulsarán iniciativas que venderán como mejoras para la calidad institucional sin explicar cómo sucederá y la oposición las rechazará arguyendo que se atentará contra la calidad institucional sin decir por qué. No importarán la realidad y las argumentaciones para replicar las propuestas del adversario, sino como presenten sus ideas; no se apostará al contenido sino al moñito de colores, a los golpes de efecto y a la forma marketinera de exponerlos.

Por eso, hoy, los equipos de comunicación, los asesores de imagen, los que elaboran cuidados discursos para los dirigentes, los ejércitos de militantes en las redes sociales; son más importantes que preocuparse por una buena gestión.

Obvio, hay que gobernar, pero hay que “vender la gestión” como la mejor de todas. No hay que ganar para escribir la historia, hay que crear un relato del presente que sea ganador. Cabe recordar, por ejemplo, que antes de asumir el Gobierno nacional se habló del mejor equipo económico de la historia a nivel nacional. Y no habían tomado ni una decisión; pero ya eran los mejores. Es lo que se pretendía instalar.

Si el método sigue siendo válido es porque los que lo practican entienden que el campo es fértil para explotarlo; que se puede engañar a bajo costo. Hace algunos lustros, la dirigencia hablaba de “la gilada” para referirse a una porción del pueblo incauto; desprevenido, fácil de engañar. Un ejemplo del método, actual: echar un ministro, reemplazarlo y decir que los cambios serán para mejor sin decir cómo. La apuesta es hacer creer que la medida tiene ese sentido, para generar una sensación positiva, un estado de ánimo favorable para mantener en el espacio propio a los que desean que eso sea así y para atraer a los fronterizos que anhelan que eso ocurra. Es como ofrecerles una “realidad deseada”; parecido a las promesas de campaña que juegan con las esperanzas de los ilusos, como esos que creyeron genuinamente que se iba a eliminar Ganancias, y votaron por eso.

En estos últimos días, Cristina se hizo un picnic por Twitter al respecto, recordando todo lo que Macri prometió y no cumplió. Claro, lo hizo para defenderse políticamente de las decisiones judiciales que la afectan. Otra forma de no responder sobre el tema que las causas de la Justicia y de tratar de desviar el eje para el de su interés. Una defensa política casi lógica, inevitable. Se puso en víctima central; arguyendo que la usan para tapar la crisis y la deficiente gestión de Macri con su situación procesal. Ergo, cuánto peor sea la gestión macrista, más la atacarán desde la Justicia. Una simplificación extremista que lleva a preguntar, ¿y si la situación general mejora? ¿O sólo espera que empeore la situación del país?

En fin, lo que se viene será el relato del todo va bien y estará mejor si hay continuidad contra el relato del todo va mal y puede empeorar si no hay cambios. Y sólo por los votos. Como siempre, con los mismos apellidos conocidos pero ahora ubicados en veredas opuestas. En el medio, entrampado en las intenciones, el ciudadano; que esperará en vano más explicaciones, argumentos y reflexiones. Para su condena, no sucederá. Ojalá que ocurra, que el debate de ideas y de proyectos supere las chicanas políticas y la creatividad marketinera.

En un mundo atravesado, gobernado y gestionado por las comunicaciones en sus distintas expresiones, la realidad se termina convirtiendo en un dibujo de aquel que mejor la pinta; aunque la disfrace con mentiras o medias verdades. Algunos medios y las redes sociales sirven a ese propósito y serán las vedettes en los meses preelectorales; allí se desatará la pelea central por imponer los relatos a partir de una palabra o de una idea que, en el fondo, tratarán de desviar la atención y poner a la distancia los aspectos que pueden debilitar posiciones.

La eficacia del mensaje es la prioridad, convencer de que este producto es mejor que el otro, no demostrándolo sino diciéndolo de la mejor manera posible, con contundencia; paquete, no contenido.

Este año, todo sirvió para “relatar” interesadamente los efectos de la crisis, según la trinchera desde la que se presentó; que fue consecuencia de la inercia de la deficiente gestión kirchnerista o bien que se trató de la ineficacia del macrismo para enfrentarla. Más allá de las palabras, los bolsillos de cada vecino son los que sienten si padecen o no la realidad. Que cada cual se quede con lo que mejor le parezca.

Si la ciudadanía esta dividida según la grieta y el resultado electoral del 22 de noviembre de 2015 (51% contra 49%), más vale que desde las cúpulas del poder se apueste a presentar de la mejor manera cada uno de los relatos. No importan tanto los hechos, sino cómo se venden las interpretaciones sectoriales -parafraseando a Nietzsche-, porque ahí estará la apuesta.

Dos lecturas, un mismo caso

Así por ejemplo, con el desplazamiento de Prat-Gay del gabinete nacional se produjeron rápidas acciones comunicacionales: se viene la renuncia de Macri deslizaron las usinas kirchneristas apostando a sumar, de esa forma, a la idea del debilitamiento del Gobierno. Desde el oficialismo se sostuvo que el Presidente se fortaleció y que el cambio fue para mejorar la economía. Un mismo hecho con distintas interpretaciones con un solo objetivo: convencer sin argumentar. El tiempo y los resultados dirán quién se aproximó más; mientras tanto, no pueden abandonar esa práctica de alimentar la grieta, el ellos o nosotros. Estimarán que ese es “el negocio”, el de la forma, no el del contenido. Sucederá en el plano nacional y en Tucumán.

La obra pública, tan en el centro de la escena, por la falta de ellas o por la corrupción que las envuelve, es y será parte del juego. Por ahora la pelea entre Nación y Provincia, oficialismo y oposición, va por el lado de quiénes son las obras, eso es hasta más importante que destacar sus beneficios. “Es nuestra”, “no, nuestra”. Así se resume una pelea inútil que tiene el destino mezquino y chiquito de creer es la vía de ganar votos. Si se mojan la oreja diciendo cuántas hacés vos, en ves de “cómo hacemos para conseguir más obras juntos”, la forma de tratar de perseguir voluntades es poco creativa.

La última disputa fue entre funcionarios nacionales y provinciales; los primeros dijeron que no se veían obras con recursos provinciales en Tucumán, que todas eran de la Nación, y que se las anunciaban como propias. Desde el Ejecutivo respondieron: vayan a recorrer el interior y las verán. O también el lamento a manera de crítica que suele hacer Manzur sólo en los despachos y no a puertas abiertas: no se firmó un convenio con la Nación este año por obras. No hay, si hay, nosotros sí, ellos no. La típica. Nosotros somos mejores, ellos peores. La lógica. La que se potenciará en el año electoral.

A no sorprenderse. Cualquier batalla, por menor que sea, así resulte una pelea callejera en términos políticos, servirá de excusa sólo para pescar votos.

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