Otro desafío para Macri
Patricia Bullrich, ministra de seguridad de la Nación quedó entre la espada y la pared. Por el pedido de los funcionarios de la cartera de todo el NOA tendrá que presentarle al presidente Mauricio Macri un tema de agenda inmediata: blindar la región para tratar de poner freno al narcotráfico.

El reclamo se realizó hace poco más de 10 días, en el marco de la última reunión del Consejo de Seguridad del Interior. Allí, los funcionarios llevaron informes estadísticos contundentes. En todas las provincias la cantidad de secuestros se incrementó en más de un 50% (en Tucumán el índice llegó al 75%) con respecto a 2015. Y también llevaron como ejemplo el trabajo que realizó Gendarmería Nacional en esta zona del país: en un año, decomisaron más cocaína que toda la fuerza a nivel nacional.

Bullrich no desconoce estos números y sabe que el problema puede agravarse. En las incautaciones que realizaron en el NOA descubrieron organizaciones extranjeras involucradas en el narcotráfico. Los puestos fronterizos de Salta y de Jujuy se han transformaron en la puerta de colombianos llevando cocaína y de europeos cargando éxtasis.

Según los especialistas, este incremento de secuestro de drogas no es casual. La Nación, después de que la gestión anterior sacara gendarmes para custodiar Puerto Madero, ha intensificado los controles en las fronteras. También se podría aplicar una relación matemática práctica: cuanta más droga ingrese al país, mayor será la cantidad de droga que se secuestre.

La ministra les prometió a los funcionarios de la región acelerar un proyecto del que se viene hablando desde hace meses. Consiste en un plan de vigilancia de las fronteras mediante sistemas de control electrónico, cuyo soporte central serán las cámaras instaladas en globos a más de 600 metros de altura. Pero los dirigentes, en voz alta, le pidieron cuanto antes la instalación de radares para fortalecer el llamado Escudo Norte. Y lo hicieron al recordar, sonrojados, lo que ocurre actualmente con el aparato que recorre distintos puntos fronterizos de Salta. El radar no sólo funciona ocho horas al día, sino que se sabe que los empleados de los grupos narcos lo observan para avisar a sus superiores si está operando o no.

Bullrich no se fue del todo conforme de ese encuentro. Sabe que la guerra contra el narcotráfico recién comienza y quedan muchísimas cosas por hacer. Pero se le presenta un problema: no sólo depende del Ministerio que conduce. También deben intervenir el de Defensa, el de Desarrollo Social, de Trabajo y de Justicia. Funcionarios de la Nación viajaron a Israel en busca de los radares. El primer paso ya fue dado, pero falta otro, el más importante, que es definir políticamente si instalarán el debate de sumar al Ejército en la lucha contra el narcotráfico. Y es un hecho que se dará, puesto que si el Gobierno insiste con la instalación de los sistemas para controlar el cielo, al menos la Fuerza Aérea deberá intervenir para que el control sea mucho más efectivo.

Los “bagayeros” y los adictos

Hasta aquí se tocaron cuestiones con uniformes, pero en este escenario también hay otros actores que deben involucrarse. Los funcionarios de Desarrollo Social y de Trabajo deberían recorrer las zonas de fronteras para entender que la mayoría de sus habitantes viven del contrabando de mercadería y de drogas. Los “bagayeros” forman parte de la estructura laboral de esas ciudades y no será sencillo erradicarlos. Menos si no existen fuentes de trabajo con qué reemplazar esa actividad. Salud, a su vez, debe redoblar los esfuerzos con las provincias para que los adictos tengan un lugar donde puedan intentar escapar del infierno que los está matando de a poco. Si no se ataca la demanda, es muy poco probable que se reduzca la oferta.

Si bien es cierto que el narcotráfico es una cuestión federal, las provincias no pueden quedarse de brazos cruzados. Vienen mostrando avances en la lucha contra el narcotráfico, pero les queda mucho por hacer. Dejaron de lado celos profesionales y cuestiones políticas. Hoy, como no ocurría hace bastante tiempo, es común ver trabajando en conjunto a las fuerzas provinciales y nacionales. Y no sólo en operativos, sino en intercambio de información valiosa.

Tucumán, por su ubicación geográfica, quedó en el centro de la tormenta narco. Ya lo había anticipado Pedro Simón, fiscal federal de Santiago del Estero, al catalogar a esta provincia como el centro de acopio, procesamiento y distribución de droga de la región. Esa afirmación, que fue catalogada por algunos como descabellada, terminó haciéndose realidad con el correr de los meses. Pese a que quedan pocos días de 2016, en estas tierras, como nunca, se secuestró más de una tonelada de droga, como nunca antes había pasado.

Más allá de lo que haga o diga la Nación, las provincias del NOA decidieron unirse para luchar contra los amos de la muerte. Además de compartir información y experiencias, no falta mucho para que todas las fuerzas policiales organicen acciones en lugares en los que nadie se imagina que pueden estar los narcos. Esos caminos abandonados que no aparecen en los mapas, los campos que son utilizados para arrojar la droga desde avionetas, barrios donde se la esconde, distribuye y comercializa. Pretenden que sea una alternativa para tratar de golpear a los señores de la muerte que durante años pasearon con su hoz como si nada.

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