Black Mirror

Black Mirror

La serie inglesa de Netflix que está multiplicando sus fanáticos alrededor del mundo nos interpela, de manera prospectiva, planteándonos qué nos estamos haciendo a nosotros mismos con el uso de redes sociales, celulares y el registro compulsivo e indiscriminado de nuestra intimidad

Black Mirror
18 Diciembre 2016

Por Mauro Cejas - Para LA GACETA - México DF

Black Mirror es una antiutopía del siglo XXI con reminiscencias de 1984 y Un mundo feliz, las dos célebres novelas de George Orwell y Aldous Huxley que en las décadas del 30 y el 40 prefiguraron las consecuencias del desarrollo del comunismo y el capitalismo durante el siglo XX.

“Toda tu historia”, el tercer episodio de la primera temporada de la serie, está ambientada en un mundo en el que sus habitantes tienen injertados un chip en sus cabezas que les permite grabar todo lo que ven a lo largo de sus vidas, recuperarlo en cualquier momento de su memoria e incluso proyectar para que terceros vean cualquier escena que sus ojos hayan captado. Esa capacidad se transforma en una pesadilla en la vida de una pareja en la que el marido no puede vivir con la idea de que las escenas de sexo de su mujer con un ex novio persisten indelebles en los respectivos dispositivos de quienes las protagonizaron. Esta versión futurista de Otelo nos remite a la habitual viralización de videos íntimos que se perpetúan en la web a pesar de los denodados esfuerzos de sus protagonistas por borrar su rastro.

Una línea argumental similar es desarrollada en Cállate y baila, tercer episodio de la tercera temporada. En este caso, un hacker se infiltra en la laptop de un adolescente que se masturba con videos en los que aparecen menores de edad. La amenaza de distribuir la grabación del adolescente en pleno acto entre sus contactos en las redes lleva a este último a realizar una serie de delitos solicitados por su extorsionador.

Caída en picada, primer episodio de la tercer temporada, describe una comunidad en la que todo el mundo circula con su celular en la mano calificando a cada persona con la que interactúa. El planteo remite a lo que ocurre en nuestra realidad con Happn, la aplicación de citas que conecta a usuarios que se cruzan en la calle, a través de un sistema de geolocalización. En la historia de Black Mirror, como si se tratara de una suerte de Facebook itinerante, los puntajes de la red arrojan constantemente una calificación cambiante que es el resultado de las sumas y restas de variantes numéricas de los sucesivos me gusta / no me gusta que cada individuo recibe a lo largo del día a partir de sus interacciones. El puntaje determina sus perspectivas sociales, profesionales y económicas, engendrando así un mundo en el que la inmensa mayoría de la gente se desvive por agradar, acosada por el horror a la marginación.

Futuribles

Charlie Brooker, el creador de Black Mirror, se inspiró en buena medida en el informe Tendencias Estratégicas Globales al 2045, un informe elaborado por el Ministerio de Defensa del Reino Unido en 2014. Allí se analiza el impacto que generarán, dentro de los próximos 30 años, la globalización, la revolución tecnológica y el cambio climático, entre otros factores. Computadoras que aceleran su proceso de humanización, implantes de microchips y compañías multinacionales con ejércitos propios son algunos de los vaticinios consignados en el reporte.

Black Mirror proyecta distintos futuros posibles gestados a partir de un presente vertiginoso en el que se consolidan, en muchos casos de manera imperceptible, inquietantes amenazas a nuestra libertad. La serie conlleva una advertencia sobre los hábitos que incorporamos a nuestra cotidianidad sin preguntarnos por sus efectos mediatos ni por el verdadero precio que pagamos.

© LA GACETA

Mauro Cejas - Abogado y ensayista.

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