La deuda social ayer, hoy y ¿mañana?

La deuda social ayer, hoy y ¿mañana?

La precariedad de los asentamientos repartidos en las márgenes del río Salí motivó una campaña sanitaria y social de emergencia. Mientras desmalezaban y desinfectaban calles y viviendas, un equipo de médicos y odontólogos se ocupaba de controlar a chicos y grandes. “Son iniciativas que apuntan a paliar la situación, hasta que se adopten medidas de fondo”, sostuvo el Gobierno. La información fue publicada en LA GACETA en diciembre de 1976. A las medidas de fondo siguen aguardándolas en La Costanera, que no está igual ni mejor que cuatro décadas atrás; está mucho peor.

Cuántos contrastes caracterizaban al Tucumán de fines del 76, cuando el país se aprestaba a celebrar la primera Navidad bajo la dictadura del Proceso de Reorganización Nacional. A principios de mes, de la flamante fábrica de Saab Scania había salido el primer camión, presentado durante una ceremonia a la que asistió el embajador de Suecia, Bertil Kollbers. Apenas pisó suelo provincial, Kollbers había visitado al interventor Antonio Bussi en la Casa de Gobierno.

Se vendían con un mes de anticipación los pasajes Tucumán-Mar del Plata para el tren “Mar y sol” (cuyo viaje duraba 25 horas y 10 minutos). Los cines estrenaban “Tiburón”, la final Boca-River del torneo Nacional se transmitía en diferido por el inolvidable Telegol, de Canal 10; y el secretario de Hacienda, Miguel Elías, prometía: “no habrá nuevos impuestos en 1977”.

La impronta de la dictadura se plasmaba -por ejemplo- en la educación. Olegario von Büren, secretario del área, discurseaba así durante el acto de clausura del ciclo lectivo en la escuela Obispo Molina: “el Gobierno, con el apoyo de los educadores, ha definido politicas nacionales con sentidos inequívocos, que se asientan en la tradicional escala de valores Dios, Patria y Hogar; escala que nutre, orienta e impulsa nuestra tarea”. La educación laica, plural e igualadora de la escuela pública quedaba en un limbo.

Y una perlita, todo un símbolo de la época. “Me encuentro aquí por especial invitación de las Fuerzas Armadas, cosa que es realmente un gran honor”, anunciaba Ramón Ortega a los soldados reunidos en la cancha de Famaillá para escuchar sus canciones. Tras un recital de una hora, el futuro gobernador fue paseado por una camioneta militar. Algo más se resolvió sobre el filo del Año Nuevo: un aumento en la tarifa de los taxis. Cualquier semejanza con el presente no es ninguna coincidencia.

La disgresión histórica atiende a subrayar hechos, ponerlos en contexto y trazar comparaciones con el hoy. En varios aspectos el salto cualitativo es notorio, básicamente en lo que hace a la defensa de las libertades y los derechos individuales. Son conquistas de nuestra joven democracia. Otro es el cantar si hablamos de calidad de vida, en especial de los sectores más vulnerables. En ese sentido, La Costanera es un buque insignia de la deuda social tucumana, y las carencias que caracterizan a la barriada se replican por toda la geografía provincial.

El Ministerio de Desarrollo Social hizo público la semana pasada un plan estratégico con objetivos a corto y mediano plazo. ¿Para qué sirve un Ministerio de Desarrollo Social? Buena pregunta, teniendo en cuenta que el imaginario lo relaciona automáticamente con una usina dedicada a repartir chapas y colchones. Las políticas que cruzan el día a día de los ciudadanos se trazan y ejecutan en otras tiendas (Economía, Salud, Educación, Trabajo, etcétera). Entonces, ¿qué hace Desarrollo Social? ¿Apaga incendios humanitarios? ¿Los previene?

El plan, proyectado de aquí a 2020, se presenta con una mano en el corazón. El diagnóstico consigna índices más que preocupantes -en algunos casos extremos- en materia de inseguridad alimentaria, pobreza, indigencia, carencias en el hogar, mortalidad infantil, acceso a la vivienda, desempleo, informalidad laboral y niveles educativos. Teniendo en cuenta la propensión de los Gobiernos a barrer las estadísticas bajo la alfombra, es una decisión para aplaudir. Pero al mismo tiempo no puede dejar de leerse como la definitiva e inapelable foto del fracaso de 12 años de alperovichismo en materia social.

Se trata de un plan ambicioso, focalizado en dos grandes ejes. Por un lado, el desarrollo de acciones dirigidas al cuidado de los más necesitados (alimentación, salud, servicios básicos, vivienda, educación, seguridad social). Por el otro, el concepto de empleabilidad, que es el aporte de herramientas para que los beneficiarios se inserten en el mundo laboral. Como siempre, del dicho al hecho hay un trecho, que en Tucumán suele resultar más extenso y sinuoso que en latitudes menos complejas y desburocratizadas. Saldar una deuda acumulada durante más de 40 años implica un desafío gigantesco.

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