Tablas
Ganancias no llega al recinto. La Casa Rosada respira. De todas maneras, esta partida de ajedrez no termina. Faltan movimientos. Hay gobernadores que quieren postergar la discusión de las modificaciones en el polémico impuesto al salario hasta marzo. Otros, en cambio, quieren que se eviten las reformas porque se viene el año electoral y no habrá obras que mostrar ni dinero para gastar. Mauricio Macri, el presidente de la Nación, amenaza con que, de avanzar la iniciativa opositora, los platos rotos los pagarán las provincias. Curioso federalismo de un mandatario que, en tiempos electorales, prometió eliminar el impuesto a la clase media que lo votó. Un consigna menos para la próxima campaña; un argumento más para la oposición a Cambiemos que, seguramente, cabalgará sobre la promesa incumplida. Es bueno aclarar que el Frente para la Victoria no hizo demasiado para bajar la presión fiscal sobre los asalariados. Tejió una maraña impositiva tal, que -en muchos casos- llevó a la resignación a los contribuyentes alcanzados por Ganancias. Los mismos gremios que hoy los apoyan -con el proyecto de modificación en el Congreso- le gritaron a la gestión kirchnerista que “el salario no es ganancia”. No hubo ajustes en las escalas del impuesto; tampoco una firme decisión de luchar contra la inflación. En la última década, las estadísticas dibujaron un país económicamente artificial. Hoy no hay mea culpa de la clase política. Sólo chicanas. El justicialismo, en sus distintas vertientes, está acostumbrado a jugar en el barro. Es donde mejor se mueve. Y así lo está demostrando. Cambiemos no entiende las reglas que, en la realidad, no existen. Desde Macri hacia abajo en el gabinete se juega al “prueba y error”. Sin embargo, el jefe de Estado movió las piezas. De pronto se peronizó y amenazó a los gobernadores con enviarles menos dinero y administrar, desde la Casa Rosada, la obra pública durante el año electoral. El espanto se apoderó de los mandatarios, incluso de algunos que estaban decididos a apoyar la iniciativa opositora en el Congreso y que gozan de regalías. Pese a esa situación, ayer, en el Senado, las chicanas continuaron. Algunos parlamentarios opositores señalaban que Macri hubiese argumentado que Ganancias era parte de la herencia que recibió del kirchnerismo para salir del paso y no pagar tantos costos políticos. Todo parecía un camino sin retorno. El horizonte comenzó a abrirse para el Gobierno nacional con la “fe de errata” que el diputado kirchnerista introdujo al proyecto sancionado por Diputados. ¿Acaso la mayoría de parlamentarios que votó a mano alzada la reforma opositora no percibió la omisión en la fórmula? Rápido de reflejos, el titular de la AFIP, Alberto Abad, le puso cifras al “error”: $ 2.200 millones (el equivalente a una planilla salarial mensual del sector público tucumano) más a los $ 130.000 millones anuales de costo fiscal calculado por ese organismo para 2017. La oposición, los gobernadores y el sindicalismo entendieron que era el momento de pensar el próximo movimiento. El Gobierno recuperó la iniciativa y, ayer, hasta casi obligó a los ministros de Economía provinciales a rubricar un documento en el que prestaban acuerdo a la rediscusión de los cambios para Ganancias. Así, oficialismo y oposición se encaminaron hacia un objetivo que debió ser el inicial: sentarse a dialogar cara a cara.

En la Argentina, los políticos -viejos trebejistas- están acostumbrados a jugar al “jaque perpetuo”, es decir, a amenazar constantemente al poder para llegar a un empate, en el mejor de los casos. Pero también está la estrategia del ahogado, cuando la desesperación para salvar al rey lleva al ajedrecista a planear golpes tácticos que, por lo general, inesperadamente suelen evitar una derrota en la partida. Es lo que sucedió con los parches que los bloques opositores intentaron ponerle al proyecto sancionado en Diputados.

De una u otra forma, Macri logró su objetivo: ganar tiempo y obligar a las otras partes a sentarse a dialogar. La oposición, a su vez, recuperó protagonismo con vistas a 2017. En el medio, el Gobierno decretó la eximición del pago del impuesto a las Ganancias en el medio aguinaldo, una medida que -pese a que se presumía como probabilidad-, puede llegar tarde para algunos sectores que ya liquidaron esa remuneración. Ese decreto es otro tácito reconocimiento de que el salario no es ganancia.

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