Gustavo Maurino: “estamos comenzando a desear el juego limpio”

Gustavo Maurino: “estamos comenzando a desear el juego limpio”

El director nacional de Promoción y Fortalecimiento para el Acceso a la Justicia observó que hay una cultura de reclamo significativa en Argentina, aún cuando existe impunidad.

GUSTAVO MAURINO. El funcionario nacional en una visita a LA GACETA. la gaceta / foto de diego aráoz GUSTAVO MAURINO. El funcionario nacional en una visita a LA GACETA. la gaceta / foto de diego aráoz
11 Diciembre 2016
Siete de cada 10 compatriotas tuvieron un conflicto de derechos en los últimos tres años. Este dato se desprende de la Encuesta Nacional de Necesidad Jurídicas Insatisfechas y Niveles de Acceso a la Justicia que justifica la tarea del funcionario Gustavo Maurino. Aunque el número da cuenta de una conflictividad inmensa, el cofundador y ex director de la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (ACIJ) puede ver “el vaso medio lleno” en ese estudio practicado por primera vez con alcance general. “Hay un porcentaje alto de conciencia sobre los derechos en Argentina. Tal vez la cultura de reclamo y de empoderamiento sea significativa en comparación con la de otros países, aún cuando haya impunidad”, apunta durante una entrevista.

De Maurino depende la red de centros de Acceso a Justicia (CAJ) del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación: se trata de ámbitos semejantes a los centros de atención primaria de la salud o CAPS, pero dirigidos a curar “enfermedades” y conflictos de naturaleza legal. En San Miguel de Tucumán hay dos: uno funciona en la Fundación María de los Ángeles (25 de Mayo 1.095) y otro en la zona sur (Jujuy 2.253) -fue inaugurado recientemente-. “Son oficinas que brindan atención legal preventiva e integral con foco en las comunidades más vulnerables”, define el director, que vino a esta ciudad para participar en la primera reunión de mesas de atención al público de los poderes judiciales.

“Acceso a la justicia no es sólo garantizar un abogado: también consiste en entregar las herramientas para solucionar el problema legal (divorcio, violencia intrafamiliar, conflictos de vecindad, adopciones, etcétera)”, postula Maurino. Su dependencia se enfoca en la dimensión “blanda” y anterior a los Tribunales, y en evitar todo lo posible la judicialización. Según su criterio, la atención integral comprende desde el aporte de información hasta el acompañamiento en una mediación y la asistencia en trámites. “Buscamos una aproximación holística: ello quiere decir que no se trata sólo de un caso que hay que atender sino de la vida de un ser humano que demanda una experiencia digna de justicia”, explica el letrado.

Por medio de los CAJ, el Ministerio que encabeza Germán Garavano pretende realizar su idea de la justicia moderna y cercana a la sociedad plasmada en el programa “Justicia 2020”. “La demanda de justicia es tan grande que nuestras capacidades institucionales de satisfacerlas siempre van a ser escasas”, admite Maurino.

- ¿Por qué existen los CAJ?

-Cuando la gente que está en una situación más vulnerable o de desventaja experimenta un problema legal, entender eso que sucede como un problema legal ya es un desafío. Muchas veces no se sabe que un problema legal tiene soluciones legales. Incluso si ello se entiende, no se sabe a dónde acudir. Y cuando se sabe a dónde acudir, muchas veces no se llega. Y si se llega, muchas veces no se entiende lo que el servicio propone. Entonces, la idea central es que estos centros sean lugares de referencia y proporcionen una experiencia efectiva de ciudadanía. Que todo lo que era desconocimiento y desinformación se transforme en un entendimiento de la situación y en una búsqueda de ayuda.

¿La existencia de problemas legales en casi el 70% de la población no es acaso un gran llamado de atención para los Tribunales?

-El acceso a la justicia implica un ecosistema de poderes judiciales, administraciones públicas, universidades, colegios profesionales, etcétera. Siempre ha habido una conciencia de la escasez de la oferta institucional, tanto en cuanto a justicia como a salud, a seguridad y a educación. La cooperación entre las instituciones es una manera de abordar ese déficit. Puede ser que no alcance lo que hacemos, pero es posible hacerlo mejor a partir de la capacitación, de la modernización de los procesos y de la gestión de calidad.

-¿Llegó la hora de recuperar la Justicia de Paz?

-La Justicia de Paz acumula una tradición larga en Argentina: más temprano o más tarde, será un tema de la política pública. Se trata de una herramienta institucional llamada a ser cada vez más importante para el acceso a la justicia.

- En agosto de 2015, antes del cambio de Gobierno, usted escribió sobre la necesidad de rehabilitar las instituciones de rendición de cuentas. ¿La gestión de la que participa está en ese camino?

-El sistema institucional ha tomado en consideración algunos de los déficits en materia de control y ha empezado a resolverlos. Falta muchísimo y quisiera enfatizar que el esquema de rendición de cuentas es central, e inspira las políticas de gobierno abierto y de participación ciudadana que Argentina está implementando en un intento de ponerse a tono con la práctica mundial. El esquema de rendición de cuentas está en un ciclo de ampliación, pero requiere del compromiso de las autoridades y de la activación de la población. Vamos a tener el esquema de rendición de cuentas que podamos construir entre todos.

- Usted enunció cinco categorías respecto de la lealtad hacia la ley. Habló de la trampa, del abuso, de la avivada, del juego limpio y de la virtud. ¿En qué punto de esa escala estamos parados?

-Esas categorías fueron inspiradas por Carlos Nino, autor del ensayo “Un país al margen de la ley”. Creo que estamos comenzando a desear y a necesitar el juego limpio. Estamos comenzando a comprender que la democracia pide lealtad procesal, conversación honesta y rendición de cuentas. La democracia no pide solamente una votación: pide una forma cotidiana de entendernos y de tratarnos entre representantes y representados. Empezamos a sentir que la trampa, que el abuso y que la avivada destruyen el juego. Y que después de jugar a dinamitar el sistema, no queda nada que nos pueda unir. Ojalá lleguemos a la virtud, pero, por lo pronto, empezamos a sentir que no podemos hacer cualquier cosa todo el tiempo, todos respecto de todo. Pero es un proceso colectivo que implica un desarrollo y que no podemos parar un solo día. Nadie va a hacerlo por nosotros. Pese a que no hay razones para el optimismo, la esperanza sigue teniendo sentido como deber ético. Yo tengo la esperanza de que estemos deseando el juego limpio y de que tal vez en algún momento en el futuro pasemos a la virtud.

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