Esther Freud: “Cuando digo mi apellido en Inglaterra, la pregunta es:¿Me lo puede deletrear?”

Esther Freud: “Cuando digo mi apellido en Inglaterra, la pregunta es:¿Me lo puede deletrear?”

Su bisabuelo creó el psicoanálisis, su padre fue el artista vivo más cotizado del mundo y está casada con David Morrisey, un famoso actor británico. Esther labró su propio nombre con una obra que la convirtió en una de las novelistas inglesas más destacadas de su generación. Aquí habla sobre sus libros y acerca del sorprendente anonimato que genera el apellido Freud en su país

11 Diciembre 2016

Por Paula Varsavsky - Para LA GACETA - Londres

- Has publicado ocho novelas, desde las autobiográficas, como Una infancia en Marrakesh, hasta otras para las cuales realizaste arduas investigaciones. ¿Qué nos podés decir acerca del género?

- Cuando comencé no sabía cómo se escribía una novela. Fui aprendiendo sobre la marcha. Al principio narraba aquello que realmente conocía, en particular en Una infancia en Marrakesh y Peerless Flats. Luego me interesé en develar ciertos temas familiares; me encontré con enormes dificultades, tanto en relación a lo histórico como a las preguntas que formulaba a parientes y no tenían respuesta. Así fue como escribí Verano en Gaglow que trata acerca de una familia que recupera una propiedad en Alemania Oriental luego de la caída del Muro de Berlín. Juré que no volvería a sumergirme en semejante empresa. Luego comprendí que la mejor situación era escribir una novela en la cual conozco algo, pero no todo.

- Voy a leer un párrafo de tu novela Peerless Flats (1993). “La profesora de actuación quería que improvisáramos. Bev, una chica de baja estatura, regordeta y con rastas, estaba desesperada por ir a la discoteca. El novio la pasaría a buscar en diez minutos. La profesora eligió a Eugene para que hiciera del novio. Lisa había conversado con Eugene durante la inscripción al curso. Él trabajaba a la noche de acomodador en el teatro donde se estaba dando Evita y su conversación estaba salpicada con referencias a la obra, aprovechaba todas las oportunidades posibles para cantar alguna parte de la letra. Lisa esperó a ver si su talento aparecía en la improvisación”.

- Me parece increíble que hayas encontrado, dentro de mi ficción, un párrafo que tiene una conexión directa con la Argentina.

- ¿Sabías algo acerca de Evita, de su actuación política o, al menos, el hecho de que era Argentina?

- Admito que no, mi conocimiento de Evita era nulo. En aquel momento, para mí, la ópera Evita significaba el teatro comercial del West End, un tipo de espectáculo tan distinto del que yo hacía. Estudié actuación durante varios años y ese dato es autobiográfico, tuve aquel compañero.

- Cuando nos conocimos, hace ocho años, y te entrevisté en tu casa, me comentaste que no volverías a escribir una novela que te demandara tanta investigación como Verano en Gaglow. Sin embargo, tu último libro El señor Mac y yo, está situado durante la Primera Guerra Mundial y escrito en la voz de un personaje masculino, un chico de trece años.

- Es cierto, volví a hacerlo; cuando decidí escribir una novela basada en la vida del arquitecto escocés Charles Rennie Mackintosh, tomé conciencia de que había elegido una época de la historia, principio del Siglo XX, de la cual no sabía qué era lo que la gente comía, qué pensaban, cómo vivían. Sin embargo, estaba situada en Suffolk, un lugar que conozco extremadamente bien. Cuando sentía que necesitaba un respiro, describía caminatas a lo largo de la costa del océano o el sonido de la rompiente. Luego, volvía a la investigación acerca de cuáles fueron los regimientos que llegaron en las diferentes fechas o quiénes eran los refugiados, podía entrar y salir. Fue más relajado. También es cierto que, a medida que pasa el tiempo, me voy convirtiendo en una escritora más confidente.

- Cambiando de tema, pasemos a la enseñanza de escritura creativa. ¿Dónde estás dando clases?

- Básicamente en la Academia Faber, hay unos 50 alumnos en el curso. Es una actividad que me gusta cada vez más. Les doy ejercicios y un tiempo para que escriban un breve texto. Los participantes advierten que lo han podido hacer, se sienten satisfechos. A algunos les resulta difícil creer que lo han logrado. Por ejemplo, les digo que tienen diez minutos para escribir algo que les sucedió el día anterior. También les brindo nociones básicas acerca de cómo escribir una novela, cómo encontrar un lugar donde situarla, cómo tener idea del tiempo, de la estructura. Para ser honesta, no creo que los escritores pensemos demasiado en esto antes de comenzar a escribir. En general les comento que nunca hago lo que les sugiero, pero desearía hacerlo. Luego vuelvo a mi casa y empiezo a escribir de la misma forma serpenteante y, eventualmente llego a algún sitio.

- ¿Qué tipo de gente asiste a los cursos?

- Toda clase de gente, tienen desde 20 a 70 años, de distintas profesiones u ocupaciones. Algunos han escrito con anterioridad, otros no. Es interesante acompañar el desarrollo, me gusta verlos darse permiso para hacer algo que han deseado a lo largo de muchos años. Los cursos son caros, se están brindando aquello que realmente querían. De todas formas, el proceso creativo es un verdadero misterio. En un punto, podría decirles que no vayan a la Academia Faber, que simplemente se sienten y los hagan. Sin embargo, las clases los ayudan.

- En cuanto a tu escritura, ¿en qué estás trabajando?

- Ahora retomé una novela, frené un tiempo porque estaba escribiendo una obra de teatro. Estuve revisando unas 65 páginas que no había mirado desde hacía unos meses. Hice una cantidad de comentarios, tales como esto quizá deba cortarlo, esto puede ir en otra parte del texto, lo que hago comúnmente. Entonces empiezo a tratar de corregir. Sin embargo, a mis alumnos les digo lo contrario, que no intenten cambiar el texto mientras están escribiendo un primer borrador, les dijo que escriban y escriban, no miren hacia atrás. Así fue como dejé de volver sobre el texto y, en cambio, seguí adelante.

- O sea que también te estás enseñando a vos misma.

- Lo intento.

- ¿Has pensado alguna vez en escribir no ficción?

- Diría que no. Realmente disfruto leyendo ficción, también biografías y autobiografías, aprecio la presencia de una historia. Casi lo único que he escrito que no era ficción fue una columna, durante seis meses, en un diario. En cierto momento empecé a escribir acerca de los lugares en donde he vivido. Me mudé seguido en mi infancia y adolescencia, estuve en tantos sitios distintos, escribí pequeños textos sobre las casas donde residí. Sin embargo, ver la palabra yo escrita unas cien veces, me quitó las ganas de seguir. Sabía demasiado sobre todo eso, el texto no me generaba intriga. Necesito que el texto tenga huecos sobre los que no sé. Quería sorprender a mi editor con un nuevo manuscrito, sin embargo, encontré la tarea bastante aburrida. Supongo que mi instinto fue correcto.

- ¿De qué trata la novela que estás elaborando en este momento?

- Bueno, es un poco temprano como para hablar, me encuentro realmente en el inicio. Parece tener bastante vida. Tuve la idea de escribir acerca de vidas de mujeres. De las ocho novelas que publiqué, asombrosamente, ninguna de ellas trata sobre el amor. He escrito acerca de encontrarse a uno, de ser alguien, sobre la pertenencia

- El crecimiento…

- He indagado sobre ese tema, sin dudas. Para este nuevo texto, tomé la vida de mi abuela, la madre de mi madre. Ella creció en una familia irlandesa numerosa, eran nueve hermanos. Mi madre tuvo una vida muy inusual y la mía también lo fue. Mi abuela tuvo una vida amorosa llena de tormentas, ese mi punto de partida.

- ¿Cómo has logrado interiorizarte en de la vida amorosa de tu abuela? ¿Te ha contado?

- Por cierto, no demasiado. Pero investigué, su familia y la de mi madre viven en Cork. Oí que irás allí.

- Así es, iré a dar una charla a la Universidad de Cork la semana próxima.

- Bueno, estuve allí con mi tía quien, a su vez tiene seis hijos, nos sentamos, hablamos y hablamos. Me contó acerca de su vida amorosa, también sobre su infancia, su adolescencia. Lo más interesante fue que los relatos de ella eran tan distintos de lo que me había contado mi madre sobre su familia. Me quedé pasmada, se me caían las lágrimas al sentir que su verdad no era la verdad de mi madre.

- Es muy interesante escuchar los diferentes puntos de vista sobre los mismos hechos en una familia. Recuerdo que también me comentaste que habías investigado tu lado paterno y que la familia Freud guardaba los secretos con tenacidad. ¿Nos podés contar algún secreto que has podido develar?

- Bueno, mucha gente ha hecho eso antes que yo. Cuando realicé mi investigación para el libro Verano en Gaglow, fue realmente la familia de la madre de mi padre, burgueses judíos de clase media alta, quien me ayudó, la esposa de mi abuelo que era el hijo menor de Sigmund Freud. A través de ese libro conocí a varios miembros de la familia de mi abuela. Vivían básicamente en Londres. En cuanto a la posibilidad de encontrar algún secreto emocionante, diría lo siguiente. Cuando murió mi anciana abuela, mi padre heredó parte de sus muebles. Había una cómoda que tenía varios cajones, allí mi padre encontró una carta, que era justamente de Sigmund Freud. Dijo “Dios mío, ¡quizá hay algún mensaje aquí!”. La carta decía “el clima en Viena ha sido muy malo últimamente…” y ese tipo de comentarios cotidianos. Todavía tengo esa carta, mi padre me la dio.

- Quizá sepas que en la Argentina Sigmund Freud es una figura importante, sus textos se estudian en las facultades de psicología y el psicoanálisis es una práctica difundida. Si alguna vez viajás a la Argentina tendrás que estar lista para que formulen una gran cantidad de preguntas al respecto. No sé qué pasa aquí.

- Más bien poco, te podés llamar Freud y la única pregunta que vas a escuchar es “¿Me lo puede deletrear?”. Sin embargo, en cuanto cruzo la frontera de Inglaterra y voy, por ejemplo, a París, la gente en seguida se interesa y me empieza a preguntar. Diría que agradezco el hecho de que no sea donde vivo. Para que tengas una idea de hasta qué punto el nombre no tiene significado aquí te cuento una anécdota. Resulta que uno de mis primos llamó a un taxi por teléfono y lo reservó bajo su nombre. Luego volvió a llamar para cancelarlo y le dijeron que no tenían ningún taxi reservado para el Señor Freud, tenían uno para un Señor Ford, él dijo que lo cancelaba, le contestaron que para cancelarlo tenía que llamar el Señor Ford. Volvió a llamar, dijo que se llamaba Ford y se lo suspendieron.

© LA GACETA

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PERFIL
Esther Freud nació en Londres en 1963. Su primera novela, Una infancia en Marrakesh, está basada en experiencias autobiográficas y fue publicada en 1992. Luego, la versión cinematográfica El viaje de Julia, fue protagonizada por la ganadora del Oscar 2009, Kate Winslet. En 1993, formó parte de la selección de Granta de “Los veinte mejores jóvenes novelistas británicos”. Desde entonces, ha publicado siete novelas más. La última es Mr Mac & me. Su obra ha sido traducida a 13 idiomas, incluido el castellano.

Paula Varsavsky - Autora de las novelas Nadie alzaba la voz y El resto de su vida. Su libro más reciente es Las mil caras del autor, una colección de conversaciones con escritores ingleses y norteamericanos. Esta conversación con la novelista inglesa tuvo lugar en la Embajada argentina en Londres, a propósito de la presentación de este último título.


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