La coherencia de Macri y Manzur
Según Mauricio Macri, el gobernador de Tucumán es incoherente. “Él cree claramente en el modelo económico que hemos seguido, que tiene coherencia con la reforma política. Lo que es incoherente es seguir con el modelo electoral anterior. La incoherencia está en él, no en nosotros”, dijo el presidente de la Nación en la entrevista con LA GACETA. Según Juan Manzur, “la relación (con la Nación) es muy buena, de respeto, y en lo institucional sobria y sana”. ¿Qué es lo que hay en el medio de ambas visiones? Básicamente un proceso electoral en marcha y una disputa por el poder -nacional y tucumano- que condicionan las acciones de uno y otro.

En realidad, Manzur es coherente. Se movió como Messi entre los rivales para acomodarse cerca del Macri triunfante y anunció un programa de diálogo sobre la reforma electoral ni bien asumió, para mermar la queja por los escandalosos comicios de 2015. Un año después, con un Presidente más débil por la crisis económica, se alió a los peronistas que huelen que pueden arrebatarle el poder y le dijo “no” a los cambios electorales que impulsaba la Nación; al mismo tiempo que dejó en el olvido la propuesta tucumana en igual sentido. El gobernador es, entonces, coherente con sus necesidades políticas del momento.

En la reunión en la que asumió como presidente de la Zicosur, el ex ministro de Salud K preveía hacer gala de su influencia y poderío entre los peronistas acumulando gobernadores del PJ en Tucumán. ¿El mal clima conspiró en contra suya? Lo cierto es que ni el salteño Juan Urtubey, ni la catamarqueña Lucía Corpacci, ni el sanjuanino Sergio Uñac, ni el riojano Sergio Casas, ni el misionero Hugo Passalacqua vinieron a la provincia. El que sí acudió a la cita fue Fernando Espinoza, el poderoso presidente del PJ bonaerense y una suerte de padrino político de Manzur. El ex intendente de La Matanza fue quien a principios de año había invitado al mandatario a varios mítines con mandatarios e influenciers peronistas, en momentos en que buscaban reorganizarse tras la derrota de Daniel Scioli. Luego Manzur, ante sus urgencias políticas, mantuvo contactos menos públicos con ese grupo reorganizador. Ahora, la presencia de Espinoza no parece casual, menos en momentos en que el justicialismo unido cachetea a Macri en el Congreso y parece dispuesto a complicarle el 2017 electoral.

Habrá que ver cómo se mueve el tucumano en ese pantano en el que se entreveran las necesidades políticas con los apuros económicos. La billetera nacional está en el bolsillo de Cambiemos.

Por el lado del Presidente, a un año de gestión su coherencia asusta. Es todo lo que se esperaba que sea, incluso con gabinete de CEOs y un gradualismo que igualmente condenó a miles de argentinos a que hayan pasado un pésimo 2016. Los “cambistas” piden tiempo y paciencia. “Hay que esperar”, repiten con la modificación a Ganancias, con la recuperación económica y con las mejoras para los sectores más vulnerables. Parecen no entender que un grupo creciente de argentinos no tienen banca -ni bancos- para aguardar que su realidad mejore. Por ello exigen que Macri sea mago y no que diga que no posee la varita mágica para solucionar los problemas, pese a la pesada herencia y al cúmulo de problemas con los que dice haberse topado.

Mientras tanto, en el pago chico, funcionarios del oficialismo y de la oposición están preocupados por posibles estallidos sociales. Desde Alderetes hasta Los Vázquez, quienes logran perforar el muro de la carencia total y dialogan con los chicos más necesitados saben que los pibes hablan de ello. Están como expectantes, esperando que algún desbarajuste les dé la voz de aura. La Policía trabaja en la prevención, según anunció el Gobierno. ¿Y el Ministerio de Desarrollo Social? ¿Por qué no hay asistencia continua para ellos? ¿Qué se hizo durante los últimos 12 años en el área? La preocupación no existiría si hubiese habido un trabajo con objetivos claros de inclusión, con más escuelas, con comedores, con atención para los adictos, con lucha contra los “transas” y con la certeza de que en ese cordón de pobreza también viven tucumanos, con iguales derechos y sueños que los que duermen cerca del cerro.

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