El planeta todavía no está condenado

El planeta todavía no está condenado

06 Diciembre 2016
¿Ya se perdió la batalla para contener al calentamiento mundial? Con la elección de Donald Trump, seguro que así lo vieron muchos de los diplomáticos que se reunieron en Marruecos a principios de noviembre, en la primera cumbre climática que siguió al Acuerdo de París del año pasado, para contener las emisiones de los gases invernadero.

Durante la campaña, el presidente electo del segundo contaminador más grande del mundo dijo que el cambio climático es una estafa; amenazó con abandonar el Acuerdo de París; se comprometió a eliminar el Plan de Energía Limpia, que está en el centro de la estrategia del plan del presidente Barack Obama para reducir la emisiones, y prometió un nuevo comienzo para la industria de los combustibles fósiles.

Todavía no se den por vencidos. Cierto, la diplomacia internacional se hará cada vez más difícil, a medida que China y la India sopesen sus propios compromisos de política energética a la luz de la posibilidad de que Estados Unidos no cumpla sus promesas. Sin embargo, la política climática del presidente Trump -o la falta de ella - podría resolverse en formas sorprendentes.

No hay duda de que es posible que un gobierno de Trump deje el Plan de Energía Limpia e incumpla el Acuerdo de París. Sin embargo, siempre que mantenga a las plantas de energía nuclear de Estados Unidos en línea, continúe con los incentivos fiscales para la energía eólica y solar, y no obstaculice la revolución de la energía del esquisto, escriben Lovering y Nordhaus, “Estados Unidos podría superar los compromisos que hizo el gobierno de Obama en París”.

Pese a todas las promesas que hizo Trump en los Apalaches para devolverles los trabajos en el carbón, podría ser que sus propios objetivos de promover el gas natural y lograr la independencia energética lo impulsaran en otra dirección. Si les da alta prioridad a esos objetivos, bien podría terminar siguiendo políticas que, en última instancia, bajarían las emisiones de carbono.

Conseguir un acuerdo significativo sobre el clima ha demostrado ser un objetivo esquivo. El primer intento, en Kioto, Japón, en 1997, comprometió a los países avanzados a reducir las emisiones entre 1990 y 2010. Sin embargo, de hecho, lograron más en términos de reducir la dependencia en los combustibles en la década anterior al acuerdo que en la década posterior.

Si sobrevivió el objetivo de Kioto, solo se debió a otras fuerzas: primera, el colapso del bloque soviético arrasó con muchas de las emisiones europeas de carbono junto con la decrépita base industrial de Europa del Este; luego, la crisis mundial que comenzó en el 2008, la que redujo las emisiones carbono junto con el crecimiento económico.

Es probable que hasta las propuestas más agresivas del gobierno de Obama hayan tenido mucho menos empuje del que creen sus partidarios. En la iniciativa de ley original de Obama sobre los topes y trueques, la cual se bloqueó en el Senado en el 2009, se proponían límites a las emisiones que resultaron ser más elevados que las propias emisiones. La baja pronunciada sucedió no solo por la recesión y la lenta recuperación, sino, también, debido al cambio completo del carbón al gas natural, que es menos contaminante, que hizo el sector energético en la última década.

Como lo expresa Robert Stavins de la Universidad de Harvard: “El factor más importante en términos de las emisiones de carbono en Estados Unidos es el precio del gas natural”.

Y pese a todas las excesivas manifestaciones de aflicción por el futuro del Plan de Energía Limpia, su deceso ni siquiera podría marcar tanta diferencia. El cambio del carbón al gas continuará de cualquier forma.

Una investigación que se realizó en diciembre del 2015, por encargo del Fondo para la Defensa del Ambiente, concluye que la mayoría de los estados podrían ajustarse a las disposiciones “con solo depender exclusivamente de la generación existente, las inversiones ya planeadas dentro de cada estado e implementar las respectivas políticas estatales existentes”.

Claro que Trump podría hacer muchísimo más que simplemente parar el Plan de Energía Limpia, en especial si tuviera ocho años para trabajar en ello. Sin embargo, ¿por qué lo haría?

Un Congreso controlado por los republicanos ya extendió hasta el 2021 los créditos fiscales a la producción de renovables. Trump apoya a la energía nuclear y bien se le podría convencer de que extendiera los subsidios federales para mantener en operación a la tambaleante serie de plantas nucleares del país.

Lo más importante es que los objetivos climáticos podrían encajar en el que tiene Trump sobre la independencia energética. Según la edición 2016 del Panorama Energético Mundial del Organismo Internacional de Energía, Estados Unidos tiene muchas posibilidades de ser independiente energéticamente para el 2040 - con la reducción de sus importaciones anuales de petróleo a un millón de barriles al día, en comparación con los seis millones del 2014 -, siempre que Washington se apegue a las políticas actuales.

Esto no quiere decir que el mundo podría sobrevivir para siempre a un gobierno estadounidense que no cree en el cambio climático y no hace nada para contenerlo.

El análisis reciente que hicieron científicos del Instituto de Tecnología de Massachusetts concluye que, con las promesas que se hicieron en París, se reduciría la concentración de los gases invernadero en la atmósfera de 750 partes por millón a 710 para el final del siglo. Eso está todavía muy alejado del techo de 450 ppm necesarios para inclinar la balanza a favor de quedarse por debajo del umbral de temperatura que los científicos consideran seguro.

Según el Organismo Internacional de Energía, los compromisos que se hicieron en París limitarán el aumento en las emisiones de los gases invernadero a 13 por ciento, entre este momento y el 2040. Para alcanzar la meta de 450 ppm, se requiere que los países ricos, como Estados Unidos, ayuden a financiar gran parte de la transición de los países pobres. Aumentará el papel de la diplomacia mundial.

En cuatro años, Estados Unidos podría tener un gobierno que sea menos hostil al concepto del cambio climático. En cualquier caso, la lógica de las políticas para apoyar a las fuentes de energía bajas en carbono o sin él, será todavía más fuerte entonces de lo que es hoy. Es una bomba de tiempo, pero el mundo todavía tiene algo de tiempo.

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