Una mano en el pecho y otra en el reloj

Una mano en el pecho y otra en el reloj

Tucumán se salvó del descenso, aunque sufriendo mucho más de lo esperado: tras un buen comienzo, dejó crecer a Nordeste y terminó ganando por sólo tres puntos.

CONTACTO. Santiago Resino intenta liberarse de la marca. El centro de Universitario inició la jugada del primer try. la gaceta / fotos de DIEGO ARAOZ CONTACTO. Santiago Resino intenta liberarse de la marca. El centro de Universitario inició la jugada del primer try. la gaceta / fotos de DIEGO ARAOZ
04 Diciembre 2016
Con el “Jesús en la boca”, una mano en el corazón y la otra en el reloj. Así terminó Tucumán su participación en el Argentino “Ángel Guastella”. Una estampa final muy distinta a la que esperaba, pero al menos suficiente para cumplir con el requisito de base: evitar el descenso a la segunda categoría del torneo de uniones.

Puede sonar a conformarse con poco, pero no hay que confundir una cosa con otra. Está más que claro que ni siquiera una paliza a Nordeste hubiese alcanzado para que el saldo de la campaña “naranja” dejara de ser claramente negativo, porque el solo hecho de tener que jugar la promoción ya era una afrenta a su historia. Sin embargo, ya metida en ese pozo, lo único que le quedaba por hacer era ganar para salvar la plaza en la Zona Campeonato. ¿Lo hizo? Sí.

El cómo ya es otro cantar, y ahí es donde la cosa se pone densa. La promoción fue cualquier cosa menos el trámite que muchos pensaban que sería y Tucumán, una vez más, tuvo mucho que ver en ello. Porque nadie pone en tela de juicio la actitud y la entrega absoluta con la que jugó el seleccionado visitante, pero mucho de lo que pudo hacer se lo facilitó Tucumán, repitiendo de forma casi sistemática todos los errores que cometió a lo largo del campeonato.

El primero de todos fue la incapacidad de sostener el ritmo. Porque en esos primeros 15 minutos, pareció que finalmente había llegado el Tucumán que todos esperaban. Aunque ya desde entonces Nordeste se reveló superior en el scrum, el elenco local fabricó espacios con dinámica, buen control de pelota y firmeza en el contacto. Así llegaron los tries de Juan Simón y Agustín Cortés, convertidos por Augusto López Salas, que además acertó un penal. El 17-0 tan prematuro parecía el presagio de una goleada, pero no fue más que otro espejismo: tuvieron que pasar casi 40 minutos para que Tucumán volviera a mover el amperímetro.

Sin una idea clara de juego, los “Naranjas” fueron fácilmente controlados por una defensa muy firme y de buen porte físico. Nordeste, con una camiseta similar a la de los Springboks, adoptó también su dureza en el contacto. Sin embargo, se equivocó tanto o más que el local cuando tuvo la pelota, y por eso no logró inquietar.

A esa altura ya era preocupante: Tucumán era apenas superior, cuando se suponía que para el final del primer tiempo ya debía tener medianamente resuelto el asunto. Pero no: jugando corto o abriendo la cancha, terminaba perdiendo la pelota antes de poder construir algo. A nivel individual hubo, como en otros partidos, cierto empecinamiento por guardarse la pelota en lugar de buscar al compañero.

Estando 27-3 arriba con el try de Santiago Iglesias Valdez, Tucumán volvió a hacer gala de su principal defecto: la incapacidad de cerrar los partidos. Dejó crecer a su rival y, cuando se dio cuenta, su ingoal había caído tres veces y su ventaja se había reducido a sólo tres puntos. Dio la impresión de que, si el partido duraba unos minutos más, Noreste lo ganaba, porque estaba más entero. Esa ráfaga de tries lo habían hecho creer que era capaz de cualquier cosa, hasta de robarle la plaza en Primera a la “Naranja” en su propio suelo. Por fortuna, no ocurrió. Sin embargo, Tucumán se llevó una gran lección, que deberá saber capitalizar si no quiere volver a quedar tan cerca del abismo.

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