Se quedan mil empleos, pero podrían irse muchos más

Se quedan mil empleos, pero podrían irse muchos más

Bajada Trump alardea: dice que impidió que la empresa Carrier se retire de EEUU, pero en los Estados del cinturón industrial las fábricas cierran. Nelson D. Schwartz/ The New York Times

VISITA. Donald Trump se presentó ante los trabajadores de Carrier, la empresa instalada en Indiana, donde gobierna Mike Pence, quien será el vicepresidente. reuters VISITA. Donald Trump se presentó ante los trabajadores de Carrier, la empresa instalada en Indiana, donde gobierna Mike Pence, quien será el vicepresidente. reuters
04 Diciembre 2016
En el pequeñito Sellersburg, en Indiana, justo al otro lado del límite con Kentucky, Manitowoc Foodservices está en las últimas etapas de cerrar una fábrica que produce máquinas expendedoras de bebidas y para hacer hielo, y está despidiendo a 84 trabajadores. La compañía está mudando la producción a México.

A solo 100 millas de distancia, el presidente electo Donald Trump se presentó el jueves ante los trabajadores de la planta de Carrier, en Indianápolis, para alardear de su éxito en impedir que por lo menos mil empleos se vayan a México.

La verdad en toda la zona industrial es que hay mas Manitowoc Foodservices que Carrier. Los despidos y cierres en Sellersburg siguen a otros similares de Manitowoc en Ohio y Wisconsin.

“Le reconozco eso a Trump, pero espero que ni al pueblo estadounidense, ni a él, ni al Congreso, se les olviden todos estos otros empleos que se van a México”, dijo Chuck Jones, el presidente de la Sección 1999 de los Obreros Siderúrgicos Unidos, que representa a Carrier. “En el camino, muchos más se van a ir”, advirtió.

En efecto, Rexnord, la fábrica de bolas metálicas en Indianápolis, donde Jones fue a trabajar al terminar el bachillerato hace ya casi 40 años, informó en octubre que se iría a México. Queda a solo una milla de la planta de Carrier.

El alcalde de Indianápolis, Joe Hogsett, y el senador Joe Donnelly, ambos demócratas, trataron de ejercer una presión como la de Trump para forzarla a replantear sus planes, pero, hasta ahora, la compañía no ha mostrado ningún signo de que cambiará su curso.

“A un nivel personal, en Carrier, es enorme”, indicó Jerry N. Conover el director del Centro de Investigación Empresarial de Indiana en la Escuela Kelley de Negocios en la Universidad de Indiana. “Pero, en sí mismo, la desaparición o conservación de mil empleos es una partecita de la economía total de Indiana”.

“Yo creo que habrá presión descendente constante sobre el empleo en las fábricas debido a las tendencias a la automatización especialmente y mudarse a zonas de costos más bajos para la producción”, añadió.

Carrier, en su boletín oficial sobre el acuerdo, advirtió que pensaba que el acuerdo que negoció con Trump y con el vicepresidente electo Mike Pence “beneficia a nuestros trabajadores, al estado de Indiana y a nuestra compañía”. Sin embargo, dijo que los incentivos que ofrecía el gobierno de Indiana, donde Pence es gobernador, “fueron una consideración importante”.

Agregó que “las fuerzas de la globalización continuarán requiriendo soluciones para la competitividad de largo plazo de Estados Unidos y de los trabajadores estadounidenses”.

Esos mil empleos en Carrier que se salvaron representan solo 0.2 % del total del empleo en las manufacturas, en el estado. Y, a pesar de la recuperación desde la gran recesión, con la que hubo poco más de medio millón de puestos, el empleo industrial en Indiana este año sigue siendo bajo en más de 20 %, desde el 2000.

La buena noticia es que a Indiana le ha estado yendo bien económicamente, con una tasa de desempleo por debajo del promedio nacional y logros constantes en áreas como los servicios alimentarios, las ventas al menudeo y la logística. Sin embargo, la remuneración en esos empleos en los servicios está muy por debajo de los U$S 20 a U$S 25 la hora que pueden ganar los empleados veteranos de Carrier -y que solo cuentan con certificado de secundaria- construyendo calderas y bobinas para ventiladores en Indianápolis. El típico obrero en el estado gana U$S 59,000 al año, cerca de U$S 20,000 más que cualquier empleo típico en los servicios.

Y por los trabajadores con menos credenciales, ese margen es la diferencia entre tener una oportunidad de vivir en la clase media, incluido ser dueño de una casa y mandar a los hijos a la universidad, y tener que batallar para llegar a fin de mes.

“Se trata de empleos verdaderamente irremplazables”, notó Scott Paul, el presidente de la Alianza para las Manufacturas Estadounidense, un organismo gremial y quien es originario de Rensselaer, Indiana. “Un trabajo en las manufacturas es una de las únicas escaleras de mano para cumplir el sueño estadounidense de un trabajo que no tiene título universitario”.

“Un obrero que pierde el trabajo en Carrier se resignará a enfrentar un nivel de vida más bajo y años de retiro más magros”, añadió Paul. “Carrier es especial porque sucedió en el momento justo y en el lugar justo, y consiguió un perfil alto. Pero, obviamente, Trump y Pence no pueden intervenir cada vez que cierre una planta”.

Las fortunas económicas de este grupo se habían estado encogiendo desde hace años, que es una razón importante por la que la historia de Trump y Carrier ha resonado tan profundamente.

En Indiana, en particular, como en otros de los estados del cinturón industrial, hay muchas personas que son menos instruidas: solo 16.5 % de los habitantes del estado entre los 25 y los 64 años de edad tiene certificado de secundaria, la mitad del porcentaje del país en su conjunto. Y mientras que alrededor de 30 % tiene un diploma técnico o cursó algunos años de universidad, el restante 44 % de los habitantes de Indiana solo tiene diploma de bachillerato, o menos. Las manufacturas tampoco han seguido siendo el dominio exclusivo de los blancos. Proporcionan una fuente crucial de empleos muy bien remunerados para las minorías.

En la imaginación popular, la fábrica de Indianápolis, donde 1,400 obreros de Carrier construyen hornos y bobinas para ventiladores parece una escena sacada de “The Deer Hunter” o de “Norma Rae”. Los obreros que pasan la reja de la planta caminando, con la lonchera en la mano o mujeres blancas que apenas la van pasando tras años en la línea de producción.

Sin embargo, la realidad en la planta Carrier, que visitó Trump el jueves, es muy distinta. Cerca de la mitad de los trabajadores son afro-estadounidenses, lo que hace que sea un centro de trabajo mucho más diverso que muchas empresas administrativas.

Las mujeres también representan una parte considerable de la fuerza de trabajo, pero los salarios son todo menos de subsistencia: más de U$S 20 la hora, más prestaciones para los obreros que solo tienen certificado de secundaria. Es un nivel casi inaudito de remuneración para los obreros de Indiana con ese nivel académico en otros sectores, como el de servicios alimentarios y ventas al menudeo, o, incluso, muchos en la atención de la salud.

Carol Bigbee, de 59 años, quien ha trabajado en Carrier por más de 13 años, gana U$S 22 la hora. Su hija tiene certificado de bachillerato y trabaja en un laboratorio médico, pero gana un tercio menos.

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