Una cuestión de conveniencia
La relación entre Juan Manzur y el Gobierno nacional ingresó en un sube y baja que, cuanto menos, se extenderá hasta los comicios legislativos del próximo año. Las sonrisas y las fotos conjuntas se intercalarán con retratos de rostros adustos y tropiezos, porque la desconfianza signará una convivencia basada en las conveniencias circunstanciales.

Las imágenes que arroja el electrocardiograma de esta relación, en las últimas semanas, hablan por sí solas. Oficialistas locales y oficialistas nacionales pasaron de los cruces a la tregua; y del impasse a los ataques, nuevamente. Pura electricidad, con picos y caídas. Rogelio Frigerio aventó el fantasma del fraude electoral en 2015 y Manzur le replicó que no cambiará bolsas de cemento por lealtad política. Un par de días después, el ministro del Interior nacional y el mandatario tucumano se fotografiaron juntos en los jardines de la Quinta de Olivos, como si nada hubiese pasado. Algo similar ocurrió luego. El ex ministro de Salud kirchnerista boicoteó una reunión organizada por el radical José Cano y por el macrista Pablo Walter con delegados comunales e intendentes, y le envió un mensaje a la Casa Rosada: para entrar a hacer política en el territorio, deberán pagar peaje. Casi en paralelo, Manzur plantó al presidente Mauricio Macri en un desayuno por la reforma política y se sumó al lote de caciques provinciales del Frente para la Victoria que pusieron freno a la implementación de la Boleta Única Electrónica, en lugar del histórico voto en papel.

Tras esa sucesión de acontecimientos, los tucumanos que ocupan cargos nacionales se cruzaron día y noche con los oficialistas tucumanos. Casualmente, hasta el miércoles. Desde entonces, la tensión dio paso a la calma. El propio gobernador lanzó un mensaje sugestivo. “No quiero pelear, quiero que las obras se hagan”, sostuvo el miércoles, luego de dos días de reuniones en Buenos Aires. Algunos de esos encuentros se difundieron, como el que mantuvo con el ministro de Transporte, Guillermo Dietrich, para obtener el respaldo nacional al convenio con la aerolínea Avianca. Pero otros no se dieron a conocer, y en este grupo sobresale el que tuvo con el propio Frigerio. En ese mitin, el funcionario nacional le reclamó explicaciones al tucumano por los últimos sucesos, y Manzur le enumeró los motivos que lo habían llevado a plantarse. Le aclaró al ex menemista que la Provincia está dispuesta a acompañar la gestión presidencial y que para eso disponía de dos senadores (José Alperovich y Beatriz Mirkin) y de dos diputados (José Orellana y Miriam Gallardo). A cambio, sólo le pidió “respeto” por la institucionalidad en la provincia; es decir, que controle un poco más a Cano y a Domingo Amaya. La charla, a juzgar por el contenido, resulta similar a una que ya habían tenido meses atrás, en la que -dicen- Frigerio y Manzur hablaron acerca de las listas de diputados a presentar en 2017. ¿Será cierto que aquella vez el tucumano ofreció como prenda de unidad una nómina sin kirchneristas, compuesta por opositores más permeables al diálogo y a la negociación política?

Casualidad o no, tras ese encuentro se pasó del bombardeo a un alto el fuego. Incluso, unas cuantas horas después el legislador macrista Alberto Colombres Garmendia acompañó con su voto el Presupuesto provincial. Pese a haber expresado críticas, un pedido de Sebastián García de Luca (segundo de Frigerio) lo habría llevado a tener “un gesto político”.

Aún así, el debate por la reforma política volvió a enfrentar a la Provincia con la Nación. El jueves, para no irritar demasiado al macrismo, Alperovich y Manzur faltaron a la reunión del bloque de senadores del FpV con gobernadores, en la que se analizó el apoyo a los cambios electorales. Igualmente, enviaron a Mirkin a ese cónclave para no romper con el peronismo. Al Gobierno nacional no le gustó esa actitud del tucumano ni tampoco sus dichos posteriores, en los que habló de acordar una idea “superadora” a las propuestas de la Casa Rosada. En una misma jugada, el mandatario ratificó su dependencia hacia el ex gobernador. Es evidente que Manzur “le pone la trucha” a su mentor -como suele decir- porque esos dos votos en el Senado le permiten negociar con la Nación. Se trata, pura y exclusivamente, de una cuestión de conveniencia. Por lo menos, hasta los comicios de 2017.

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