La historia de un médico tucumano con Fidel Castro

La historia de un médico tucumano con Fidel Castro

El doctor César Chelala, radicado en Nueva York desde hace tiempo, cuenta su experiencia con el líder revolucionario, recientemente fallecido.

ENTRE TODOS. A la derecha, César Chelala junto a Fidel Castro ENTRE TODOS. A la derecha, César Chelala junto a Fidel Castro
26 Noviembre 2016
Cuando era un joven estudiante de medicina en la Argentina estaba fascinado por Fidel Castro y sus combatientes rebeldes y había seguido con interés su avance desde las montañas a las llanuras de la ciudad capital de La Habana. Siempre tuve deseos de visitar la isla, pero el bloqueo de Estados Unidos hacía muy difícil viajar a Cuba. Hasta que, en 1981, la Organización Panamericana de la Salud me ofreció la posibilidad de asistir a una conferencia médica en La Habana.

Fui a Cuba con un tremendo sentido de anticipación. Tenía curiosidad por ver La Habana y estaba muy interesado en los logros de salud pública del gobierno de Castro. Ya en esa época, Cuba tenía uno de los mejores indicadores de salud y educación en América Latina y el Caribe, comparables incluso a los de Estados Unidos. Y luego continuarían mejorando aun más.

También tenía interés en saber cómo la gente pensaba sobre la revolución. La mayoría de las personas con las que hablé hasta entonces eran partidarios ardientes de Castro. Sin embargo, un día fui con un amigo a la Bodeguita del Medio, un restaurante famoso por sus numerosos visitantes ilustres de todo el mundo -entre ellos Pablo Neruda, Gabriel García Márquez, Marlene Dietrich y Ernest Hemingway. Este último había escrito en una de sus paredes, "Mi mojito en La Bodeguita, mi daiquiri en El Floridita". (Floridita es un viejo bar ubicado en la Habana Vieja.)

Mientras entrábamos un joven cubano salía gritando: "No me dejan entrar porque soy cubano! No puedo entrar a pesar de que tengo el dinero para pagar por mis bebidas; prefieren los dólares de los turistas!" Cuando nos vio nos preguntó: "¿Ven a ese tipo en la esquina?" Cuando le dijimos que si continuó, "Bueno, él no es una persona sino que es una oreja gigante, que está escuchando todo lo que les estoy diciendo, pero no me importa. Estoy harto de este gobierno!" Ese incidente nos hizo ver la situación desde una nueva perspectiva.

El último día del congreso hubo una recepción en un gran centro de convenciones ubicado en La Habana. Yo estaba hablando con algunos colegas en un extremo de una habitación enorme, cuando desde el otro extremo escuchamos gente gritando, "¡Fidel, Fidel, Fidel!" Obviamente, era Fidel Castro quien había venido a saludar a las personas que asistían al congreso.

Yo estaba muy ansioso por hablar con Castro, así que me acerqué a el y le dije que yo era un médico y escritor argentino y quería entrevistarlo. Él respondió: "¿Te gustaría hablar de la situación médica en Cuba?" Cuando asentí, dijo, "Dile a mi secretaria que te vas a quedar y si tengo tiempo antes de que dejes Cuba podemos tener una charla."

Yo tenía planeado irme de Cuba tres días después, así que decidí quedarme en mi hotel todo el tiempo para esperar la llamada. La última noche antes de salir de Cuba había decidido cenar con una vieja amiga con la que pasé más tiempo que el que yo había anticipado. Cuando a altas horas de la noche volví al hotel la joven en la recepción casi me gritó, "Dr. Chelala, ¿dónde has estado? Te llamó El Comandante y no te pudimos encontrar!" Me fui de La Habana ese mismo día, decepcionado por mi desencuentro con el líder cubano.

Unos años más tarde, sin embargo, regresé a Cuba como jefe una delegación médica de la ONU para evaluar los avances del país en la investigación sobre el interferón, una sustancia antiviral. Fidel Castro, que estaba particularmente interesado en el proyecto, vino a vernos a nuestro hotel, así que tuvimos entonces la conversación que había perdido la primera vez.

Charlando con él, comprobamos que el conocimiento médico de Castro era impresionante. Sus preguntas sobre el estado del proyecto de interferón fueron precisas y al grano, y mostraron que lo había estado siguiendo de cerca. También hablamos de la situación sanitaria general de Cuba, y él nos dio estadísticas precisas al respecto.

Un amigo mío que lo conocía muy bien me dijo: "Siempre he pensado que Fidel es un médico frustrado." Tal vez esa fue una de las razones de su fuerte apoyo a la salud pública en Cuba. Hablando con él y viendo el grado de su conocimiento sobre temas médicos, entendí mejor la importancia que la revolución había puesto en materia de salud. También descubrí otra faceta en la compleja personalidad del líder cubano.

* El Doctor César Chelala es ganador del premio Overseas Press Club of America.

Comentarios