Adolescentes de la política
Como dos quinceañeros, Pablo Walter y Pablo Yedlin protagonizan un enfrentamiento de bajo nivel, inservible y que no suma ni siquiera para la chicana de barricada que suele añadir adrenalina a seguidores de unos y otros. El intercambio virtual entre ambos es un signo de la forma en que se hace política por estos lares y en estos tiempos.

La rencilla entre los Pablos es como una resaca dominguera: molesta e impredecible. Surgió de una jugada política artera del oficialismo, que cambió de rumbo y se plantó con otro tono en la guerra fría que mantiene con el macrismo y con los tucumanos que integran el Gobierno nacional. Tras haberle vaciado al Acuerdo para el Bicentenario la reunión que pretendía tener con líderes del interior, el ida y vuelta de los tocayos se intensificó, con pocos beneficios para ambos. Hasta aquí, sus actitudes mostraron debilidades para los dos laterales. Por el lado de Yedlin, el ex ministro de José Alperovich no pareció estar a la altura del lugar que ocupa en un Gobierno provincial que golpea de manera más planificada y disimulada a sus rivales, como hizo con el encuentro en Concepción. El funcionario cercano a Manzur salió con la pierna en alto de manera innecesaria y, encima, a pegarle a un contrincante de menor jerarquía política, teniendo en cuenta que el foco de la oposición gira alrededor del tridente Cano-Amaya-Alfaro. Se equivocó.

Walter se sumó a la polémica con chicanas y tuits descalificantes. Contestó a las 217 carpetas que presentó el Poder Ejecutivo local con el recuerdo de los nefastos José López y Julio de Vido. Tiene razón el coordinador nacional en no olvidar ese pasado corrupto, pero respondió con agresiones y no con proyectos. Dejó la sensación que la razón la tenía Yedlin y que lo que escasean no son los planes de obras sino los fondos para encararlas. Erró el tiro.

En medio de esa pelea estéril entre dos hombres importantes en las estructuras de los gobiernos nacional y provincial, afloran las carencias sociales. En definitiva, continúan sin solución las decenas de comunas del interior que sufren por la falta de agua o que rezan para que no llueva demasiado y terminen anegados.

Por eso Pablo y Pablo son la muestra de la política pequeña, con minúsculas, que ni se detiene a planificar sus enfrentamientos partidarios ni a gestionar para solucionar los problemas de la gente. Apenas navegan por los ceros y unos que dan vida a internet.

De adentro para afuera

No es el único “intercambio de ideas” que evidencia que aún prevalecen los pensamientos mínimos. El siempre turbulento Acuerdo para el Bicentenario mostró unidad al hablar de la necesidad de la reforma política y al reclamar al alpero-manzurismo (porque siguen juntos, aunque para amontonar a los suyos se hagan los “peliadores”) que avance en serio con lo que prometió el ex ministro K ni bien se sentó en el sillón de Lucas Córdoba. Sin embargo, ni bien salieron de la conferencia de prensa comenzaron a aparecer voces disonantes al proyecto que impulsa Germán Alfaro. Si los socios de la oposición local no cierran filas, será difícil que junten fuerzas para reclamar a los de afuera. Otra vez, el choque es por los intereses pequeños. Están los que no quieren que desaparezcan los acoples porque llegaron a través de uno y los que buscar torcer la Justicia a su favor, pese a que el año pasado se quejaron de lo contrario. El primer contrapunto apareció entre el legislador José María Canelada y el ex concejal José Luis Avignone. El primero pidió que se impulsen cambios en el sistema electoral y propuso que haya “acoples acotados”, y el segundo le cuestionó que los avale. Algo parecido sucede en la Legislatura. A “Toto” Aráoz lo miran con malos ojos hasta sus correligionarios, que consideran justos y necesarios los ennegrecidos gastos sociales.

En ese vendaval de pensamientos particulares sacan ganancias los acostumbrados a vivir de las excepciones y los privilegios, en desmedro de los que pugnan por una mejor calidad de vida colectiva y por una provincia que deje de ser noticia por “picardías criollas”, esas que terminan en escándalos o desastres sociales.

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