La literatura contra las cuerdas

La literatura contra las cuerdas

Garcés arremete contra las ideas instaladas

20 Noviembre 2016

CRÍTICA

CÓMO SER MALOS

GONZALO GARCÉS

(Letras del Sur - Buenos Aires) 

“La crítica no es tanto un arte de la comprensión como un arte de la respuesta. Presupone un diálogo, y eso excluye de partida la adoración y la condescendencia”, dice el crítico español Ignacio Echeverría. En Cómo ser malos. Ensayos sobre literatura, publicado recientemente por Letras del Sur, el escritor Gonzalo Garcés va un paso más lejos: usa el odio para romper con los prejuicios del canon literario. Más que un dialogo, sus ensayos conforman una polémica.

Eso que Ricardo Piglia anunciaba en Las tres vanguardias, colocando a un autor nacional junto a una poética en otra lengua, Garcés consigue mostrarlo. En ese sentido, empieza uno de los ensayos hablando de El cuarteto de Alejandría, de Lawrence Durrell, dice: “la ficción que me revela (o me hace muecas desde el espejo) no tiene por qué llevar mi nombre” y logra que Buenos Aires se vaya delineando en Alejandría o en Justine, y, al mismo tiempo aparezca detrás de Rayuela, de Julio Cortázar, o en la trama de Sobre héroes y tumbas, de Ernesto Sabato. Con frases simples, las palabras abren camino a las ideas y la supuesta periferia de la literatura nacional desaparece.

Claro, si hay una constante a lo largo del libro es poner en cuestión todos los prejuicios articulados en torno a la figura de un escritor. Lo interesante es que, aún en desacuerdo con la crítica, los argumentos están a la vista y se despliegan como acción, abren el debate. Un comienzo elocuente para mostrarlo podría ser: “A uno le enseñan que Rabelais es excesivo y loco, pero descubre que es metódico y aburrido. Oye decir que Flaubert es impersonal, pero hay pocos escritores cuya opiniones invadan tanto sus novelas. Le enseñan que Cortázar es pasional y visionario, aunque un poco sentimental, y descubre que es frío, cerebral, atento solo al concepto de las cosas. Hay escritores así. Su nombre es lo opuesto a lo que son realmente”.

Pensándolo mejor, el odio no es más que una fachada. Desde el comienzo Garcés dice que para componer bien en literatura es necesario ir “tensando lo que tiene de tradición y lo que tiene de ruptura hasta hacer explorar el goce estético”. Esa va a ser una de las direcciones de su escritura: mostrar la oscuridad en las zonas aparentemente luminosas de las certezas. La otra, tiene que ver con la idea de la libertad, la muerte, el deseo y la amistad que parecen sonar en la lectura como música de fondo. Será recién en el epílogo cuando las dos líneas confluyan, en lo que parece un ensayo, sigue como crónica y desencadena en un final de cuentos. Recién ahí cada ensayo se revela como la clave de una partitura; si pudiera traducirse a canción, sin duda sería Live and let die, de Paul McCartney.

© LA GACETA

Publicidad

Verónica Boix

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios