El rebrote verde
El gran problema nuestro de cada día siguen siendo las expectativas. Cuando pensamos que la tormenta cesa, viene el dólar y vuelve a ponernos en la órbita de la incertidumbre. El rebrote verde se produjo porque en Estados Unidos ganó Donald Trump y las dudas se volcaron inmediatamente a todos los mercados. Y es como un efecto gallinero. Nadie queda exento de las consecuencias. La apreciación del dólar era inevitable en el mundo. Y eso ha quedado demostrado con la histeria inicial con la que los mercados recibieron el triunfo del republicano. Claro que, con el correr de los días, se calmaron y los capitales comenzaron a mirarlo distinto. En realidad, algunos de los mensajes de Trump le han servido para pensar que los cambios no serán tan radicales como se preveían.

En la Argentina, el dólar aguantó hasta donde pudo. Pero esta semana su cotización comenzó a apreciarse, hasta rozar los $ 16 por unidad. Y, caramba, volvió el viejo sistema de cobertura dolarizada, pero en tiempos de blanqueo de capitales. Tal vez este efecto se mantenga en los 45 días que le quedan el año, con algunas alzas estacionales, como los que suelen observarse cada vez que se cierran los ejercicios anuales. Los analistas observan que, tras las vacaciones del verano, la divisa estadounidense puede arrancar el año electoral en torno de los $ 16,50. Sin embargo, la gran pregunta es si la Argentina podrá sostener el valor de su moneda respecto de la divisa estadounidense o, en el mejor de los casos, ¿cuál será el blindaje que el peso puede tener mientras se deprecian las otras monedas regionales y resurge nuevamente el fantasma inflacionario?

Mientras sigamos pensando en dólares, será difícil dominar esa variable económica. En Tucumán, por caso, la divisa estadounidense cotiza entre $ 15,50 y $ 15,95, según la urgencia y la hora en que se realice la operación. Hay demanda porque se ha flexibilizado la operatoria y porque los inversores quieren resguardar de esa manera el valor de su patrimonio. Pero también hay otro fenómeno que se ha hecho cada vez más evidente: el real brasileño es tan caro en Tucumán que muchos veraneantes prefieren llevar dólares. El real cerró ayer en Buenos Aires en torno de los $ 5 por unidad. Los precios en el vecino país no han avanzado tanto respecto de la temporada anterior (subas promedios de entre 6% y 11%, según los productos). El cambio, sin embargo, se observó en la Argentina, con la devaluación del peso con el que arrancó la gestión de Mauricio Macri y las consecuencias posteriores en el poder adquisitivo de la sociedad. De hecho, los operadores turísticos brasileños toman en cuenta ese detalle para tratar de no perder tantos clientes, aunque el reajuste será inevitable.

Aún caro, el destino de descanso en el exterior es la aspiración natural que tienen los argentinos. Un poco por la experiencia de haber elegido la costa atlántica y sentirse defraudados por los precios. Otro poco por esa sensación de licuar las vacaciones en 18 cuotas sin interés que suelen ofrecer los bancos o las entidades emisoras de tarjetas de crédito. De uno u otro modo, suma para el encarecimiento del dólar.

¿Qué podemos esperar? La primera respuesta que surge es “otro verano caliente”. La inflación, el consumo y el dólar serán los principales protagonistas del arranque del año electoral. Toda gestión, independientemente de la ideología, necesita arrancar un período electoral con la sensación de que la población votante tenga plata en el bolsillo. La suba sostenida de precios no se irá de la noche a la mañana. Está claro que es difícil domar la inflación por más que se intente mostrar que la medición “núcleo” (sin tomar en cuenta la variación en servicios) no registra grandes saltos. En definitiva, todo repercute en el poder adquisitivo del asalariado. Trump seguirá siendo una gran incertidumbre. Hasta que no asuma la presidencia de los Estados Unidos, el 20 de enero próximo, poco se podrá saber sobre cuáles serán los planes que encarará y si cumplirá todas las promesas de campaña que formuló. En un mundo tan globalizado, los efectos de sus políticas repercutirán, para bien o para mal, también en Tucumán. Como decía don Atahualpa Yupanqui: Las penas son de nosotros; las vaquitas son ajenas.

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