Washington Cucurto

Washington Cucurto

Su literatura y su proyecto editorial (Eloísa Cartonera) son hijos de la crisis de 2001. Horroriza y seduce a sus lectores, los hace cómplices de sus delitos y les muestra la vida en los márgenes

PROVOCADOR. “Lo que escribo es tuyo. Pero ahora es mío. Porque yo te lo robe”, le escribe el quilmeño Santiago Vega (mejor conocido como Washington Cucurto) a sus lectores en la primera página de La máquina de hacer paraguayitos. PROVOCADOR. “Lo que escribo es tuyo. Pero ahora es mío. Porque yo te lo robe”, le escribe el quilmeño Santiago Vega (mejor conocido como Washington Cucurto) a sus lectores en la primera página de La máquina de hacer paraguayitos.
06 Noviembre 2016

Por Martín Aguierrez - Para LA GACETA - Tucumán

W.C. Water Closet. Un nombre le declara la guerra a su apellido: Washington Cucurto encierra las letras de un conflicto en el que la lengua alocada yuxtapone voces propias y foráneas. Santiago Vega, Washington Elphidio Cucurto o Humberto Anachuri (Quilmes, 1973) -máscaras del mismo provocador- erige un proyecto estético que explicita una intención clara de entrar en contacto con el cuerpo de quien lee. La provocación se construye en instancias que, poco a poco cooptan las palabras para ganar la intimidad del lector.

El escritor usa como carta de presentación un relato y un proyecto editorial. Cosa de negros es el texto con el que se presenta en sociedad; Eloísa Cartonera, el sello editorial que funda y dirige apostando al cartón y a los cartoneros desde un proyecto de inclusión que le haga frente al mercado. Recicla el cuerpo del “negro” pendenciero postcrisis 2001 como personaje literario. Reutiliza el cartón y los desechos para convertirlo en objeto libro. El cuerpo del “negro” y el cuerpo del libro se rescatan de los escombros de una crisis económica. Su propuesta literaria tiene como destinatario un lector excitado por el sexo/cuerpo del “otro” inmigrante dominicano, paraguayo, boliviano que circula en los márgenes porteños. Éste quiere tocar la materialidad y la textualidad de los negros pendencieros de Cosa de Negros (2003) y descubrir los linajes olvidados de El hombre polar regresa a Stuttgart (2010) o el pasado negro esfumado en la Historia Nacional blanca de 1810. La Revolución de Mayo vivida por los negros (2008). Y Cucurto le ofrece cuerpos y siluetas, voces de la periferia, espacios y ficciones saturadas de delito, toda una maquinaria de representación que seduce al lector.

Para horrorizar aún más a los lectores, Cucurto -“el que no curte”- los hace cómplices de sus delitos. Dice en la primera página de La máquina de hacer paraguayitos: “Lo que escribo es tuyo. Pero ahora es mío. Porque yo te lo robe”. La escritura condensa una cadena de delitos bajo la consigna “plagiar al plagiario”. El quilmeño funda una concepción de literatura sostenida en el refrán “Quien roba al ladrón tiene cien años de perdón”. Si delinquir es apropiarse de lo ajeno, Cucurto le hurta la biblioteca al letrado y se apropia de sus “sombras” (Perilli) para escribir una novela como 1810. La Revolución de Mayo vivida por los negros, reescritura y desacralización de la historia, la literatura y la crítica literaria nacional que construye una genealogía al negro; o escribir un relato como Las aventuras del señor Maíz, ficción desopilante donde un poeta y repositor de supermercados –con la pija de oro- devora poemarios y autores que recoge de las góndolas para metabolizarlos y asimilarlos al propio cuerpo y al de sus poemas. “La literatura argenta es una operatoria turra de malandras y suicidas”, sugiere el autor. Si Borges usa el policial y lo renueva, Cucurto hace uso de su “Biblioteca de Babel” y la convierte en Eloísa Cartonera, un anaquel no oficial en donde depositar el libro ante la imposibilidad de acceder a la Biblioteca Nacional.

El quilmeño fisura las categorías de autor (Cucurto es personaje literario, escritor empírico y crítico literario), libro (crea sus “libros delincuentes” que van contra la propiedad intelectual) y editorial (pone a funcionar una editorial en la que sus miembros también son autores y “escriben” el libro) para ser un “pequeño clásico” y entrar en el índex de los autores memorables. Elimina toda seducción -que para Baudrillard implica una estrategia de postergación y suspensión del deseo- y arrastra al lector al terreno de la excitación sexual; suprime la postergación del deseo y pone en sus manos la carne viva de los “negros”.

© LA GACETA

Martín Aguierrez - Autor de Palimpsesto Profano: La escritura de Washington Cucurto.

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