Con los pies sobre el cielo

Con los pies sobre el cielo

El plantel de Boca aterrizó en el aeropuerto y alteró la vida de hinchas, pasajeros y empleados.

LOCURA. Los hinchas que esperaban en el aeropuerto ahora persiguen el colectivo que lleva al plantel al hotel.  la gaceta / fotos de josé nuno LOCURA. Los hinchas que esperaban en el aeropuerto ahora persiguen el colectivo que lleva al plantel al hotel. la gaceta / fotos de josé nuno
23 Octubre 2016
La recepción al plantel de Boca colmó de sensaciones extremas el aeropuerto Benjamín Matienzo. Los protagonistas de la siesta se dividieron en tres grupos: los fanáticos, los pasajeros que llegaban y se iban de la provincia y los propios empleados de la terminal. Todos ellos, con sus vivencias, llevaron de un lado a otro los puntos de vista sobre el arribo del “Xeneize”.

Terminal sitiada

A las 15, cuando todavía faltaban dos horas para que llegara Boca, la impresión que daba el aeropuerto de nuestra provincia era el de un estado de guerra. Centenas de personas afuera y adentro, corriendo de un lado a otro, miles de papeles en el piso y los negocios cerrados, por temor a disturbios.

“Preferimos evitar inconvenientes. Los hinchas se pararon en los mostradores hace un rato”, se quejaron las empleadas de los comercios que habían bajado las persianas, entre ellos un kiosco, una casa de empanadas y alfajores regionales y otra de joyas.

Para colmo, la melaza desprendida de los ingenios más cercanos había atraído a una incómoda cantidad de moscas que volaban adentro y afuera del edificio.

Infiltrados y primerizos

Muy cerca de las quejas estaban los cánticos. Los hinchas de Boca estaban tan entusiasmados con ver aterrizar un avión cuyos pasajeros no iban a tener ni cerca, que por momentos parecía extraño. Sin embargo, al escuchar sus historias, todo comenzaba a cerrar.

Cristina (48 años) y Rosa Díaz Cuello (41) son hermanas fanáticas de Boca que fueron desde San Cayetano hasta el aeropuerto junto a las hijas de la primera, completamente bañadas de azul y oro. “Desde chiquita que soy hincha y nunca pude conocer ni La Bombonera, menos a los jugadores”, reconoce Cristina. “No conseguí entradas y espero llegar algún día a ver un partido, pero ya el hecho de estar con tantos ‘bosteros’ reunidos es increíble”, agrega mientras abraza a las herederas de su pasión: Camila (18) y Melina (12).

Y si hablamos de debuts, el de Oscar Suasnábar (75) parecía absoluto. Como si fuera un partido de los de antes, se vistió elegantemente con sombrero y pañuelo al cuello, para ver por primera vez a un jugador de Boca. “Desde que tengo uso de razón soy hincha de Boca, creo que me voy a emocionar”, admitió el hombre que tampoco vio un partido del equipo de sus amores. “Muchas veces pasé por La Bombonera pero nunca pude entrar. Por suerte para mañana (por hoy) ya tenemos las entradas”, cuenta en la playa de estacionamiento rodeado de su familia y abrazado a su nieto, Kevin (4).

Este vendedor ambulante de Alderetes no será el único “infiltrado” esta noche. Lo acompañarán varios, entre ellos los amigos treintañeros Luciano Suárez y Javier Rocha. “Nuestra vida corre peligro”, bromean con las entradas en mano y mientras todavía no hay noticias del avión azul y amarillo. “Vamos a ir sin camiseta y no vamos a gritar los goles”, anticipan los hombres que llegaron desde Banda del Río Salí.

En la misma situación se encuentran Manuel y Federico, que llevaron a sus hijos desde Estación Aráoz, a 40 kilómetros de nuestra capital, para que conocieran a Carlos Tevez y compañía. Ni Benicio, Manuel ni Pablo superan los cinco años pero están igual de emocionados que los padres. “Ya tenemos las entradas y les enseñamos a los chicos que no se podrán gritar los goles”, reconoce el padre de uno de ellos.

Aterrizaje forzoso

Apenas unos minutos después de las 17, finalmente -y tras una falsa alarma- el avión de Boca hace su entrada a la pista y el alboroto es mayúsculo, generando una turbulencia. Corridas por todos lados y alaridos cuando la puerta se abre y bajan los protagonistas.

Latam y Aerolíneas Argentinas, mientras, hacen el check in de sus respectivos vuelos y no todos los pasajeros saben a qué viene tanta locura. “¿Qué pasa?”, pregunta un señor en la fila y su duda es evacuada por la señora que tiene atrás. Los que llegan apurados para no perder el vuelo tienen que esquivar a los fanáticos en el hall del aeropuerto y algún que otro insulto también vuela por los aires.

Todo eso derivará en una caravana monstruosa que acompañará al colectivo, ya repleto de jugadores de Boca, al que se subieron directamente en la pista. El Benjamín Matienzo ya no es más relevante para los fanáticos que se trepan a motos y autos para seguir al equipo hasta el hotel.

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