Divididos en tres

Divididos en tres

Después del kirchnerismo los liderazgos se han diluido. El rol, por ahora, es compartido por otros. Esa debilidad es intuida por quienes esperan otro tipo de conducción. Manzur a un año de gestión se enreda en sus indefiniciones.

No hubo aumento de dieta. Tampoco aparecieron los nuevos “gastos sociales”. Por tercer mes consecutivo los legisladores de Tucumán cobraron lo mismo: unos 36.000 pesos aproximadamente, ya que es un secreto. Esta transición afectó los bolsillos pero se sintió en la política, específicamente el 17 de octubre. El Justicialismo celebraba el Día de la Lealtad y casi todos los legisladores fueron desleales con su líder. ¿Líder? Al acto fueron todos los funcionarios y también aquellos otros que dependen de la lapicera del gobernador, que terminó cerrando el acto en la sede del PJ. Sin embargo, no asistieron los representantes del pueblo, los mismos que venían cobrando los gastos sociales.

Tal vez sea la confirmación de que Manzur nada tiene de líder y sigue siendo el “hombre que inventó Alperovich” para perpetuarse. Para los hombres y mujeres del peronismo, Manzur es inexplicable, pero también incomprensible. Las quejas surgen porque nadie les describe el rumbo ni por qué ni para qué se toman las decisiones. En ese aspecto extrañan a José Alperovich.

Para peor no hay un segundo que pueda interpretar o al menos describir los gestos del gobernador. Los tucumanos vienen de una docena de años en la que cuando no se entendía lo que quería -o decía- Alperovich, aparecía la figura de Jorge Gassenbauer, quien se convertía en el gran exégeta del mandatario. En la actualidad esa figura no existe. Podría –o debería- ejercer ese rol el secretario General de la Gobernación. Se trata de una tarea dificultosa para Pablo Yedlin, el verdadero Houdini del gabinete, que se ha destacado más en hacer desaparecer decretos que en esclarecer el discurso de su gobernador. Históricamente, si no es el secretario General de la Gobernación, debería el ministro de Gobierno ocuparse de aceitar los mecanismos que el titular del Poder Ejecutivo no logra ajustar. Regino Amado tampoco es ese hombre. En la reciente presentación del nuevo Código Procesal Penal, brilló por su ausencia en la Cámara, cuando se trataba de una ley histórica que abría la puerta para transformar nada menos que a la Justicia, un tópico que le compete a él mismo. Puede ser visto como un compañero de cruzada, pero nunca como una voz de mando que module el tono del gobernador.

Manzur se convierte de esta manera en un incomprendido. El incomprendido suele ser una víctima de los entornos difíciles que no son capaces o no tienen interés de entender al otro. No es el caso de Juan Manzur . Sus entornos hacen esfuerzos por comprenderlo, pero es vano. Es el propio titular del Ejecutivo que construye una imagen ausente que disfruta de los oropeles ajenos y de las candilejas foráneas que lo atraen tanto como a Apolo su propia imagen reflejada en la laguna. Entonces, todo es más confusión que certeza. Al comienzo de este año de gestión, el gobernador se preocupó por mostrar que él y el vicegobernador Osvaldo Jaldo eran –e iban a ser- un bloque compacto e indestructible. Arrancaron juntos y ahora se encuentran para los actos. Se desconfían. Por lo tanto, Jaldo tampoco es el número dos que necesitaría el gobernador.

Participio

La mesa del poder oficialista tucumano se apoya en tres patas: Alperovich, Jaldo y Manzur. Es un trípode flojo, que renquea y, por lo tanto, no transmite ni solidez ni confianza. Hay una tensa calma entre ellos. Manzur no puede evitar aportar confusión. Esta semana sacó de la cancha al director de Canal 10, Alejandro Launagaray. Fue un mensaje de independencia del matrimonio Alperovich-Rojkés, que bancaba a muerte al joven directivo; sin embargo lo reemplazó por Ignacio Golobisky, un peronista indudable que no se saca la vestimenta alperovichista. En esta costumbre de dar mensajes poco claros, Manzur no puso a un hombre propio. Hay otras áreas que figuran en el listado de cambios, pero si el mensaje va a ser de este estilo, no hay apuro, para él, al menos.

Jaldo ha venido trabajando su imagen. Aspira a mostrarse independiente de las otras patas de la mesa. No quiere ser una escribanía del Ejecutivo de Manzur y quiere borrar aquella figura suya que se convirtió en monumento a la obsecuencia cuando juró su cargo de diputado por “el mejor gobernador de la historia de Tucumán, José Alperovich”. Parece que no se arrepintió, sin embargo en los últimos días hizo gala de su autonomía. No dudó al voltear el decreto de emergencia en seguridad que había dictado el gobernador ni tampoco le tembló el pulso para dejar cesante designaciones que alguna vez pidiera el ex gobernador luego de que se produjeran diferencias con el secretario de la Cámara Claudio Pérez.

Mientras tanto, Alperovich está presente en la Casa de Gobierno aunque no aparezca por allí. El ministro del Interior Miguel Acevedo es uno de sus principales voceros. Tampoco está ausente en la Cámara, donde más de un legislador le lleva informes precisos a su casa cuando él necesita algún dato. Cual fantasma, cuando algún legislador, intendente o funcionario parece olvidarlo, Alperovich prende su celular y lo invita a que lo acompañe en alguna salida. Todos estos movimientos del ex mandatario reciben las miradas impávidas de Manzur y de Jaldo que no hacen nada al respecto.

Condicional simple

El trípode opositor no es menos endeble. El intendente Germán Alfaro con el promocionado lanzamiento de su partido marcó una diferencia con su compinche político Domingo Amaya. Al mismo tiempo se anotó en el largo listado de intendentes capitalinos se dejan seducir por la tentación de llegar a la primera magistratura provincial. Lo anteceden Rubén Chebaia (1983-1987), Rafael Bulacio (1991-1995), Oscar Paz (1995-1999) y el mismísimo Amaya, que fue candidato a vice de José Cano. Las excepciones fueron Raúl Martínez Aráoz (1987-1990) y Raúl Topa (1999-2002), quienes fueron intervenidos por el Poder Ejecutivo Nacional y por su salud, respectivamente. Más allá de las ambiciones y de los tropezones a ninguno se le hicieron realidad sus ilusiones.

Entre las huestes de la oposición provincial y del oficialismo nacional son inevitables las guerras de guerrillas entre radicales y dirigentes del Pro. En Yerba Buena, el intendente Mariano Campero no logra sacarse de encima el escándalo por la contratación de una consultora con domicilio fantasma. Ha quedado más mal parado que los semáforos que están a la salida del túnel de calle Córdoba de esta Capital. Tampoco es clara la continuidad de Paul Bleckwedel, el funcionario del ministerio de Transporte de la Nación que “invita” a sus trabajadores privados a ser contratados en negro. La costumbre de movilizarse en bicicleta debe estar demorando al ministro Guillermo Dietrich a llegar a una decisión sobre esta situación que quedó transparentada en un video que se viralizó recientemente.

Futuro imperfecto

Tras los muros de la Casa Rosada sordos ruidos oír se dejan tras la visita del Presidente al Papa Francisco. Está claro que si Francisco lo quiere o no a Macri, lo trata bien o no, es parte de un maquillaje. La estabilidad del país y los comicios que vienen en menos de un año son ejes de lo que vendrá y de lo que realmente importa y preocupa. No son cuestiones que se expresan en triunfos ni en derrotas sino que comprenden a un país gobernable y previsible. En ese contexto la situación procesal de la ex Presidenta juega un rol fundamental que mantiene en sigilo a todos, adentro y fuera del país.

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