Pedro David: “pagar ganancias no afecta la independencia judicial”

Pedro David: “pagar ganancias no afecta la independencia judicial”

El vocal de la Cámara Federal de Casación Penal de 87 años habló con LA GACETA.

VIVIR PARA CONTARLO. Pedro David es, a los 87 años, una leyenda viviente: la foto lo muestra antes de recibir el título de doctor honoris causa de la UNT. la gaceta / Foto de José Nuno VIVIR PARA CONTARLO. Pedro David es, a los 87 años, una leyenda viviente: la foto lo muestra antes de recibir el título de doctor honoris causa de la UNT. la gaceta / Foto de José Nuno
23 Octubre 2016
Unas moscas molestas se ensañan con Pedro Rubens David, pero es evidente que no lograrán callarlo. El vocal de la Cámara Federal de Casación Penal de 87 años habla con entusiasmo y despreocupación, como si en un rato no fuese a recibir el título de doctor honoris causa de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT). Hay algo de incansable en él. Y también de inagotable: basta con repasar el curriculum que -precavido- entrega al final de la entrevista para advertir que su vida contiene varias vidas. Ha integrado el tribunal internacional que juzgó los crímenes de lesa humanidad cometidos en la ex Yugoslavia y en Ruanda; ha sido juez de Corte en Salta con la friolera de ¡24 años!; ha cofundado la Universidad Kennedy con Miguel Herrera Figueroa y otros colegas (“un sueño que formó a 34.000 profesionales”, resume); ha dado vueltas por el globo como asesor de la Organización de las Naciones Unidas y, en ese andar infatigable, ha trabado relación con figuras monumentales como Giovanni Falcone, el juez que pasó a la historia por enfrentar a la mafia italiana.

Si David es un universo en sí mismo, Tucumán fue su big-bang. Aquí se graduó de abogado, pero también se asomó al mundo de la mano de juristas exiliados como Renato Treves (Italia), Manuel García Morente (España) y Werner Goldschmidt (Alemania). “¡Imagínese que el padre de Werner, James Goldschmidt, recibía en su casa a Max Weber, uno de los padres de la sociología!”, ilustra David durante una conversación sostenida el martes por la tarde en un hotel de esta capital. Después de enumerar a los artistas y pensadores que encontraron refugio en esa UNT que ya no existe, el magistrado define con su voz ceremoniosa: “las guerras europeas crearon las condiciones para hacer de Tucumán una ‘Atenas’ mediterránea”. Lo cierto es que, mucho antes de embarcarse en su primer avión, el estudiante nacido en Villa Alberdi (hoy ciudad) ya había recorrido el Viejo Continente por medio de las historias de sus maestros.

-¿Qué pasó con esa sociedad iluminada por el conocimiento?

-Lo que siempre sucede en la Argentina: la discordia política terminó con las grandes obras. Juan B. Alberdi nos legó el mandato más importante, que es vivir en una sociedad donde haya concordia, amistad y justicia. No puede haber justicia en una sociedad enemistada como la nuestra, que transmite y recrea la división.

-¿Cómo ve al Tucumán de hoy?

-La provincia sufrió grandes vicisitudes. La fundación de la UNT es un pico de la creatividad tucumana: se trata de una creación única en América Latina. Bastaba llegar a esta provincia para tener grandes maestros como Manuel Gonzalo Casas, Horacio Poviña, Raúl Martínez Moreno y Eduardo Sacriste, que educó a César Pelli. Veo que el funicular proyectado por la UNT quedó a medio hacer y pienso que Tucumán tiene una deuda con su historia.

-¿No le resulta aplastante la nostalgia del pasado?

-El pasado tiene que servir para recordar los buenos caminos transitados y para aprender de los errores cometidos. De nuestro pueblo salió una inteligencia superior como la de Alberdi, quien llegó a anticipar la constitución de los tribunales penales internacionales. Alberdi pudo pronosticar en el siglo XIX que los Estados Unidos de América iban a ser más fuertes que los Estados de Europa. En alguna medida, avizoró antes que nadie el “Brexit”.

-Usted conoció a Falcone: ¿cuántos jueces con su valentía e integridad hay en Argentina?

-El país necesita recuperar los años que perdió en la prevención del delito. Necesitamos una estrategia para la Triple Frontera. Alberdi creía que no importaba lo que decía la Constitución, sino lo que los jueces decían que aquella decía. Si no hay jueces independientes con mentalidad práctica y coraje, la mejor Constitución no funciona. El cumplimiento de la ley requiere que las autoridades públicas den el ejemplo porque es un esfuerzo colectivo. Por otro lado, la prevención del delito es posible cuando en la sociedad hay bienestar y dignidad. En Noruega, por ejemplo, sobran las prisiones. Argentina debe rescatar a las poblaciones que viven en la pobreza crítica si quiere que haya justicia, porque esta no existe sin igualdad, como postula el concepto griego. No puede haber justicia donde no hay igualdad.

-Usted ya tiene bien ganada la jubilación...

-No he parado nunca de trabajar. Mire, querida, cuando sienta que la juventud me ha dejado, voy a jubilarme.

-Su carrera coincide con un cambio profundo en la consideración social de la Justicia: el juez dejó de ser una figura intocable.

-Y no sólo aquí sino en todo el mundo. ¿Por qué están los jueces cuestionados? Porque se ha ido erosionando esa valla que había entre el Poder Judicial y los otros poderes: en la medida en que no se respeta la independencia del juez, ya nadie puede estar seguro. La independencia judicial es el único parámetro que asegura a largo tiempo una república. No es fácil ser magistrado: yo aprendí porque siempre tuve pasión por el estudio y maestros brillantes, que me orientaron con su estela de excelencia. Quien no ha tenido un gran maestro que lo guíe, difícilmente podrá enseñar a otros.

-La crítica al Poder Judicial argentino tiene un blanco favorito: los Tribunales Federales de Comodoro Py, donde usted trabaja. ¿Usted y sus colegas deberían hacer alguna clase de mea culpa?

-He sido un juez al que nadie le ha pedido nunca nada. ¿Por qué? Porque la gente entiende que soy inaccesible. La conducta del juez determina en sí misma su independencia: es el precio que debe pagar para servir a la república. Y hay muchos jueces argentinos que lo hacen. Lo importante es que la sensación de imparcialidad haga carne en la sociedad. Vivimos un momento de violencia excepcional y, al mismo tiempo, el pueblo desconfía de todas sus autoridades, no sólo de los jueces: fíjese lo que pasa en España. Si me pregunta por el mea culpa, yo le digo que nunca opino sin tener los papeles en la mano. Y creo que hay una justicia mediática y otra real. El primero que me alertó sobre esto fue Jorge Luis Borges, quien sostuvo que de todo lo que hablan los periodistas difícilmente pueda encontrarse correlatos en la realidad. Pienso que es riesgoso y no ayuda a la Justicia que el periodismo opine infundadamente, aunque, desde luego, la libertad de prensa es esencial en todo tiempo y lugar.

-¿No cree que la impunidad alienta la llamada justicia mediática? En el Poder Judicial de Tucumán no hay, por ejemplo, condenas de corrupción. Parecería que la frustración de la sociedad se vuelca sobre la prensa.

-Absolutamente.

-Coincidimos en que sin independencia judicial nadie puede estar seguro, pero, ¿corresponde que los jueces se autoeximan de pagar ganancias esgrimiendo la garantía de intangibilidad de sus salarios?

-El juez tiene que cumplir con todas las exigencias que cumple el ciudadano común.

-¿Eso incluye pagar ganancias?

-¡A muerte! ¡Sin lugar a dudas! Pagar ganancias no afecta la independencia judicial. Y creo que todos debemos tributar y que vamos hacia ello.

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