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A propósito de la crítica del último libro de Piglia.

23 Octubre 2016

¡Qué atinado el comentario de Pablo Nardi sobre Los diarios de Emilio Renzi II (LA GACETA Literaria, 9/10/16) y sobre Ricardo Piglia el escritor y el otro, casi su sombra, el crítico que trabaja en el proyecto estético! Comentario atinado porque señala puertas que despiertan en nosotros al lector de Piglia; y un lector siempre es algo difícil de lograr, sobre todo cuando se trata de una obra compleja, bien escrita, que nos exige cierto esfuerzo, o al menos leerla una vez más.

Quizá Pablo Nardi, lo mismo que Ricardo Piglia, conoce las reflexiones de Lacan sobre André Gide centradas en el hecho de “vivir la vida en el modo en que habrá de ser escrita”; es el problema de la influencia de la vida en la obra, que por su parte Lacan remite a los planteos de Marcel Proust “Contra Saint Beuve”; también es la cuestión reciente de la psicobiografía, o del secreto de los papeles privados que permitirían una interpretación más acertada de lo publicado. La travesía desde la realidad a la ficción es muy conocida, de modo que siempre es posible localizar ese poco de realidad en la ficción; es lo que suele decirse de los primeros escritos de cualquier autor, que son la realización de “un proyecto estético”. Pero en el caso de Piglia, el escritor ya formado del segundo tomo, resulta difícil admitir que la obra esté centrada en el “proyecto vital”, lejos de “un proyecto estético”; sin oponerle argumentos, quisiera que Nardi me permita agregar que se trata de percibir el modo en que “los problemas narrativos”, el modo en que tal o cual los resuelve cuando escribe, llegan a instalarse en la “experiencia”. En términos de Piglia, que varias veces dijo haber tomado el propósito de Borges, se trata de introducir una ficción en la realidad; Piglia o Renzi, van de la realidad a la ficción para instalar el texto en la realidad, un modo de leerla y escribirla. En lo que digo no hay ninguna objeción a lo que valen las anécdotas de los años felices; de hecho me entregaré confiado a su lectura.

La fusión de la realidad y la ficción parece estar en la base de toda obra, pero también implica la creación de su autor; y es lo que muestran los diarios en particular. Es posible que en los diarios encontremos una relación primera con “la letra” y con “lo escrito”, como lo plantea Lacan en relación a Gide y a Joyce; y en ambos casos se trata de un modo de lograr una posición en la realidad a partir de un deseo. Los diarios de Piglia a su modo están habitados por un abismo; el botón de muestra está bien elegido: “Cada vez que vuelvo a casa con un cuaderno nuevo tengo la certidumbre de los “grandes cambios” que habrá en mi vida al empezar a escribir el futuro en las hojas en blanco…” Son registros de una época tamizados por la experiencia personal, pero son también algo menos y algo más; quizá por eso la lectura del primer tomo me llevó de vuelta a las novelas, y no las encontré tan simples como antes. Por ejemplo, la relación entre Ricardo Piglia y Emilio Renzi no es del todo evidente; los diarios podrían explicar cómo es que uno y otro se crearon.

El comentario de Pablo Nardi propicia la lectura, y esa es la mejor indicación.

© LA GACETA

Luis Manuel Seiffe

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