Atlético Tucumán fue el campeón del Centenario

Atlético Tucumán fue el campeón del Centenario

Le ganó al "Santo" y se coronó campeón de 1916. El encuentro se jugó en el “field número 2” del Gimnasio San Martín (donde hoy funcionan los Tribunales penales en avenida Sarmiento y Laprida).

ANTIGUO ESCENARIO FUTBOLERO. El predio que ahora ocupan los tribunales del fueron penal (avenida Sarmiento y Laprida), 100 años atrás albergaba al Gimnasio San Martín donde se disputó la final del campeonato de 1916. Pocas cuadras más al norte se construyó el Monumental decano en 1922.  ANTIGUO ESCENARIO FUTBOLERO. El predio que ahora ocupan los tribunales del fueron penal (avenida Sarmiento y Laprida), 100 años atrás albergaba al Gimnasio San Martín donde se disputó la final del campeonato de 1916. Pocas cuadras más al norte se construyó el Monumental decano en 1922.
22 Octubre 2016

Tucumán vibraba aún con el fervor patrio del 9 de Julio. Nuestra provincia había sido el centro de atención por los actos en conmemoración de la independencia argentina. Veladas artísticas, teatrales, culturales, desfiles, ofrendas florales, con todos estos actos se iba completando el año de ceremonias que comenzó con fuegos artificiales en la plaza Independencia, no exento de la polémica por la falta de colaboración del Gobierno nacional que había comenzado a verse en los años previos. Estamos hablando de 1916, año en que la Liga Tucumana de Football hizo disputar su segundo torneo anual, que se terminó definiéndose el 14 de octubre de ese año. ¿Quiénes estuvieron frente a frente?, se preguntarán. Nada más y nada menos que los eternos rivales Atlético y San Martín. La disputa del certamen era cerrada y llegaron hasta el último encuentro con una paridad increíble: ambos quedaron con posibilidades de llevarse el campeonato. El encuentro se jugó en el “field número 2” del Gimnasio San Martín (donde hoy funcionan los Tribunales penales en avenida Sarmiento y Laprida). Y el triunfo fue de los albicelestes que se coronaron campeones de 1916. Habían logrado repetir el logro del año anterior, cuando superaron a Central Norte.

Volviendo al año del Centenario, nuestras páginas señalaban: por segunda vez en Tucumán disputábase el codiciado título de campeón. Por segunda vez el público deportivo nuestro compartía con los jugadores las intensas emociones que el football despierta y que la pasión partidaria exalta hasta el paroxismo. Una muestra del fervor que ya generaba la pelota que había llegado a nuestras tierras, por medio del ferrocarril, hacia 1892. La crónica continúa: por segunda vez también, correspondía al viejo y noble luchador de nuestros fields, a Atlético Tucumán, medirse en la hora decisiva vivir y vibrar en el último minuto. Pero en ésta, a diferencia de la otra, cuadrábale por entero el formidable adversario. El cronista, que firmó como J. M. aseguró: como revelación de conjunto, como exhibición de técnica de juego, seguimos creyendo que fue muy superior aquella final del campeonato del año pasado disputada entre Central Norte y Atlético Tucumán.

Los equipos formaron de la siguiente manera:

Atlético: G. Sica; R. Amorín y A Casas Díaz; D. Estrada, W. Kadlee, J. M. Molina, P. Ricci y O. Lizárraga y J. Amorín, P. Rodolfi y L. Gauna.

San Martín: W. Torres; E. A. Ponce y B. Luna; J. Guzmán, A. Espeche y E. Lavergne, J. Iturre, J. Tissera y L. Graneros.

Los árbitros fueron José Tomasini, N. Pastorino y J. M. Gómez.



El desarrollo del encuentro tuvo un predominio alternativo. Durante el primer tiempo el santo presionó franca y decididamente permitiendo el lucimiento de la fuerte defensa albiceleste para revelar su potencia y su eficacia. Hasta que en la segunda parte cambió la historia y el protagonismo de las acciones pasaron de los delanteros albirrojos hacia los decanos que pusieron en muchos tramos a prueba la defensa de San Martín.

El primer gol provino de un córner favorable a los de la Ciudadela -que no eran de la Ciudadela todavía, ya que su cancha estaba en el Barrio Sur-. La pelota se detuvo, precisamente sobre la línea inferior del arco de Atlético y el referée sancionó el tanto. La igualdad llegó rápidamente y también mediante un tiro de esquina, que habilitó el cabezazo de Ricci que introdujo el balón en el arco sin dejar posibilidades de defensa al arquero. La igualdad se mantuvo durante el primer tiempo. Durante el segundo el resultado no se alteró: llegó el final y fuimos al alargue. Prolongado el tiempo reglamentario, Atlético aumentó su haber en forma brillante. Iniciado un avance por su línea ligera, Kadlee logró posesionarse de la pelota y cuando ya en los límites del área penal, salieron a su encuentro los defensores, los esquivó. Manteniéndose a pocos metros de la ciudadela adversaria, Kadlee no titubeó y con un fuerte shot convirtió el goal. El decano se ponía adelante en el marcador.

El relato señala que las acciones se equilibraron nuevamente. San Martín buscaba desesperadamente el empate pero con corridas y ataques sin beneficio. Hasta que promediando el segundo tiempo suplementario un penal a su favor puso nuevamente las cosas iguales. El tiempo corría, se acercaba el final. Casi cuando se iban a cumplir las dos horas de juego: fue entonces cuando los celeste y blanco demostraron sus reales calidades. Situados decididamente en la ofensiva, empezaron aquellos sus famosas cargas. En una de ellas, Ricci se posesionó de la pelota y después de correrse como diez metros, casi sobre la línea del goal, enfiló uno de sus furibundos tiros que introdujo la ball en la red, sin que jugadores ni espectadores se hubieran apercibido. Aquello era el triunfo y ya nada ni nadie podía quitárselo”. Terminó el encuentro. Atlético ganó 3 a 2 y se alzó con el Torneo Centenario.

Nuestro colega de 1916 cerraba su crónica señalando: volvemos a repetirlo: creemos que el viejo Atlético de las antonomasias, ha conquistado uno de sus más brillantes triunfos, y lo ha conquistado en buena ley, luchando de frente y sin transpensamientos, contra el adversario caballeresco del field, contra más de una adversidad ajena a ese mismo field, que ignora de las pasiones humanas y se estremece tan solo, pulsando al unísono con el pulso ágil y el músculo nervioso que lo recorren de un extremo al otro, animados por el anhelo supremo: ¡para vencer, para vencer, para vencer! Nuestros aplausos sinceros, a vencidos y vencedores.

Un hecho curioso y que se relaciona con el presente fueron las cargadas. Y más actual imposible fue que los derrotados habían preparado “affiches” para festejar el triunfo y, por supuesto, no pudieron usarlos. La alegría fue celeste y blanca.

En las horas previas la provincia vivía un estado de efervescencia ya que se enfrentaban los equipos más populares. Los jugadores velaron sus armas en la tranquilidad de sus hogares mientras que nuestras páginas anunciaban el match así: creemos que, si los cuadros se presentan en el sumum de su poder y desarrollan un juego científico, de acuerdo a las características diseñadas en uno y otro, nuestro mundo deportivo está llamado a presenciar uno de los matches más viriles del año. Cosa que ocurrió ya que como vimos la paridad se mantuvo hasta el último minuto y recién allí la balanza se volcó hacia un lado. Ambos equipos había sido los mejores de la temporada y tenían iguales méritos para alzarse con el trofeo. Pero la suerte estuvo del lado de los decanos.

Los festejos se extendieron en el tiempo y memorable fue el picnic con el que las autoridades del club agasajaron a los campeones en el dique La Aguadita. Según relatan las crónicas, jugadores y dirigentes tuvieron un almuerzo de características pantagruélicas. Luego la música amenizó la jornada y hasta el presidente del club se hizo presente con la guitarra y su voz. Todo siguió hasta bien entrada la tarde. Los simpatizante que fueron de la partida pagaron 3 pesos. La salida se hizo desde la esquina más céntrica de la ciudad, y como ocurre ahora en todos los festejos deportivos, Las Heras (San Martín) y 25 de Mayo, o sea frente a la Casa de Gobierno que se había inaugurado cuatro años antes.

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Un presidente histórico del campeón de 1916

Aquel año 1916 la figura de José Fierro creció a cuesta de sus logros institucionales al frente de Atlético y nuestro diario señalaba en una nota titulada “Silueta de sportsmen” que el presidente inconmovible del viejo Atlético era una de las figuras más representativas y respetables del football local. “No lo ha practicado jamás en la palestra movediza de los fields, pero lo ha alentado y encabezado desde su tranquilo gabinete de estudioso. Ama al club que preside con acendrado cariño. Se alzó siempre por sobre las vanas y mezquinas pasiones. Hoy, su silueta amplia y su testa prominente han llegado por feliz síntesis a ser más que la característica de su persona, los atributos más inviolables de su Atlético. Organismo sano, fuerte y robusto para las bregas difíciles de todo momento, órgano pensante, elevado y altivo para la pertinacia austera en la prosecusión del ideal inquebrantable”. La crónica agregaba en el párrafo final que “Arriba los corazones” era su lema favorito; “y cuando de sus labios brota, en el ambiente calcinado por la alegría del triunfo ó el sinsabor de la derrota, es que desea conservar para él y para el club que tanto quiere la honrosa vertical de una conducta que ha sido la norma de acción de toda su existencia”.

Un testigo de la llegada del fútbol y del potrero

Hablar de Juan Heller es hablar de uno de los tucumanos más lúcidos de la recordada Generación del Centenario. Se recibió de abogado en la Universidad de Buenos Aires. Regresó a Tucumán en 1912 para incorporarse a la justicia local además de ejercer la docencia universitaria. Alcanzó el cargo de vicerrector de la universidad tucumana. Además fue miembro de la Corte Suprema de Justicia. En un artículo suyo para el Centenario de la Independencia, donde hacía una fantástica defensa de la “yuta” también tocaba el tema deportivo en los años de su niñez en Tucumán. “Cuando se implantó la reforma (escolar) y mientras se construía el actual gimnasio, los alumnos del Colegio Nacional eran conducidos los jueves a la plaza Belgrano y allí se los dejaba en libertad tres horas para que hicieran cualquier cosa menos gimnasia”, relataba sobre su vida en los claustros secundarios. Él fue un testigo privilegiado de la llegada del fútbol a la provincia, nació en 1883 y el balompié, traído por los ferrocarrileros, llega hacia fines de 1892. Tras contar que se hacía alguna actividad física, con ciertos aparatos que se usaron muy poco, relataba: “Se implantó después el juego del football. Salíamos de la escuela a las dos de la tarde y llegábamos a un campo cerca de El Provincial, allí cada grado se dividía en dos grupos y puestos en cada extremo del campo y arremetan muchachos! Nada de arcos, nada de reservas ni reglamentos”. Una definición magnífica de un partido puro de potrero.

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