El juego de la silla
La cruzada por la estructura peronista promete ser épica y propia de aquellas en la que los hombres blandían la espada en nombre de Dios. Los signos sobre esa pelea comenzaron a aparecer en el horizonte tucumano tímidamente, como marcas indelebles que, por ahora, sólo leen aquellos que conocen de la trama justicialista. Con un líder “alfa” y la billetera como estandartes, los peronistas casi no osaban disputar el liderazgo sobre el movimiento, pero ahora escasean lo uno y lo otro. “Llegó el tiempo de la política”, avisa un veterano dirigente. Muestras de ello sobran. José Alperovich fue, es -¿y será?- el hombre que toma las grandes decisiones en el oficialismo gobernante. Durante sus 12 años de gobierno empoderó a decenas de dirigentes. Incluso ungió a su sucesor y aún hoy, desde su casona de Yerba Buena, baja línea sobre cargos y movimientos en el Poder Ejecutivo.

Sin embargo, en el PJ son muchos los que extrañan los aclamados “abrazos de José” y se niegan a seguir cerca de esa estructura, hoy en manos de Beatriz Rojkés (en lo partidario) y de Juan Manzur (en lo “estatal”). Alperovich sufre esa sangría propia de la enfermedad del “día después” que licua lealtades. El líder en las sombras parece dudoso de su futuro y mientras decide si buscará retomar el mando o se resignará a su vida de “Netflix”, se debilita lo que supo ser un poder aplastante.

En lo partidario, Rojkés ratificó que continúa siendo fiel a la mística cristinista. Su discurso anti Macri y pro K es loable en cuanto a la lealtad que muestra hacia la mujer que supo despojarla del cargo de presidenta provisional del Senado. Sin embargo, sus palabras dinamitan la estructura peronista: para los que gobiernan representaron un chirlo innecesario hacia el Presidente al que hoy necesitan y para los que están en el llano, reflotaron el pasado de reciente derrota. Porque el kirchnerismo perdió y si los peronistas huelen fracaso, huyen a otras huestes.

Respecto de Manzur, el gobernador pilotea el poder de espaldas al partido que le abrió las puertas del triunfo. Se siente cómodo entre empresarios y hombres del Presidente, pero evita los encuentros partidarios, las reuniones con dirigentes y hasta los pedidos de los legisladores. Prácticamente no hay peronista que hable bien del mandatario. Eso quedó demostrado en el acto por el Día de la Lealtad, al cual faltaron casi todos los parlamentarios del oficialismo y en el que intendentes y delegados presentes aplaudían en el escenario, pero luego se quejaban en el after del acto. Nota al margen: “no me está dejando gobernar”, habría admitido ya entre algunos interlocutores el gobernador que carga una mochila marca Alperovich.

El único que dentro del peronismo parece consciente de que necesitan al peronismo es Osvaldo Jaldo. El discurso que el vicegobernador pronunció en la sede partidaria no fue casual. Llamó a la unidad y a conseguir una victoria aplastante en 2017. El tranqueño sabe que el mensaje siempre debe ser de victoria y de trinchera. También conoce del arte de armar estructuras casi impenetrables para sus enemigos políticos, como lo demostró con sus aceitadas redes electorales en el interior provincial. Puede mofarse de que son las que le dieron el triunfo el año pasado y de que aún mantiene injerencia en el Tucumán profundo. ¿Se animará a levantar la cabeza? Por ahora no se atreve a morder la mano del amo y comparte el limbo en el que se encuentran Alperovich y Manzur.

Un hombre del peronismo opositor parece haber tomado nota de ese río revuelto y pretende sacar ganancia de ello. El intendente Germán Alfaro está dispuesto a aglutinar a todo aquel “compañero” descontento histórica o recientemente con el alperovichismo. Acaba de lanzar partido propio, el Partido por la Justicia Social (PJS), con la intención de sentarse en una de las cinco sillas de la mesa chica de los hombres con poder aglutinante (de votos y/o de estructura) en Tucumán. Alfaro lanza señales para aquellos que saben mirarlas. Por ejemplo, una solicitada publicada en LA GACETA contiene una treintena de nombres históricos del peronismo despotricando contra la colonización alperovichista del PJ. Él no aparece, pero habría sido el mentor de ese escrito. Logró que allí estamparan sus firmas viejos rivales de la interna peronista en pos del armado de lo que pretende ser una alternativa para los desencantados con el manejo partidario actual. La inscripción de su partido a la Justicia llegó con unas 7.000 fichas de afiliación, casualmente una cantidad similar a la de afiliados radicales que votaron a favor de la lista canista “Roja y Blanca” en su interna partidaria. ¿Teléfono para José Cano? El intendente se mueve como pez en el agua en estos tiempos de la política, en la que se relegaron los días de “billetera mata galán”. Así, como al pasar, también corrió de la foto a Domingo Amaya.

Se reunió con el protector político de su antecesor, el ministro Rogelio Frigerio, y le recitó su plan. “Compro”, le habría dicho Frigerio, feliz de contar con una pata peronista con estructura en Tucumán. En medio de la charla, saltó otro detalle: el único municipio de la provincia que no había recibido una obra de su ministerio era el de la capital. ¿Un descuido de Amaya? A los pocos días Frigerio lo enmendó. Gol en contra para el secretario de Vivienda. En esa mesa chica del poder de fuego electoral están, claramente, Alperovich, Jaldo, Manzur y Cano. Alfaro reclama la quinta silla.

El año que viene puede ser clave para ver si alguno pierde su lugar o si se suma una butaca. Hay quienes ruegan que se libre otra guerra Alperovich-Cano. Son los que están convencidos de que el radical tiene las de ganar y mandar al olvido al ex gobernador, al que las últimas encuestas dan con una imagen negativa de un treinta y largo por ciento. También asoman los que vaticinan una mala elección para los hombres de Manzur, como muestra de que cuando uno pone la espalda recibe un golpe inesperado como respuesta. Y se suman los que esperan una tregua “amistosa” entre unos y otros, como para que todos salgan ganando. En ese lote se encolumnan los que añoran aquellas batallas épicas en las que cualquiera puede ganar. Pero eso sucederá en 2019.

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