Solidaridad, de eso se trata
Ayudar sin recibir nada a cambio. Esa es una de las partes de la definición sociológica de la solidaridad. Pero, ¿cuán cerca o lejos estamos de aplicarla? Son las 21 de un día hábil cualquiera. Casi en calle Mendoza casi esquina Junín hay familias que pelean por los despojos. Algunos transeúntes miran pasmados frente a la cruda realidad; para otros, en cambio, la imagen ya es parte de la cotidianeidad. Se la ve en algún barrio de la periferia del área metropolitana o hasta en la costanera del río Salí.

La solidaridad no está en el plan social que un gobierno cualquiera puede distribuir; tampoco en las acciones aisladas de una política de Responsabilidad Social Empresaria. La solidaridad está frente a nosotros, esperando que la saquemos a bailar; que la corporicemos no a través de la limosna, sino como lo expuso Rodrigo Zarazaga, un cura jesuita que fundó la Escuela de Liderazgo Político CIAS.

“Nosotros, el tercio que está arriba, nos tenemos que hacer cargo del tercio que está abajo”, señaló el sacerdote la semana pasada. ¿Cómo es posible que un aglomerado como el del Gran Tucumán-Tafí Viejo haya pasado de una tasa de pobreza del 4,7% (39.000 casos, según los datos del Indec) en 2013 a un índice cercano al 30% (poco más de 300.000, según reconoce el gobierno provincial) en 2016? El tercio que está arriba sigue en las alturas y el tercio que está más abajo es más profundo que lo que se había calculado por el “milagro estadístico” de la gestión kirchnerista. La prolongada recesión económica sólo terminó de romper el velo que pocos querían ver por aquello de la no estigmatización social.

El 4,7% de pobreza sirvió sólo para los discursos oficiales en una serie histórica de marginalidad que ya desapareció del sitio oficial del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) y hasta del de la Dirección de Estadística de Tucumán. La cifra era insostenible tanto como la ilusión monetaria de vivir apegado a un consumo artificial. Muy pocos guardaron dinero para el tiempo de vacas flacas. El agua ni siquiera llegó hasta el cuello; la realidad nos tapó. Y está frente a nuestras narices. Y Zarazaga continuó: “un país que tiene la mitad de su población pobre, no tiene futuro; y si lo tiene, es atroz”.

Los jóvenes son también los más castigados por los designios de una economía que muy tenuemente está mejorando. Ayer, el mismo Indec reveló que la informalidad en Tucumán sigue siendo tan elevada que coloca al área metropolitana en la segunda con mayor empleo en negro. Y la población juvenil no sólo es la más sometida a la informalidad, sino también al desempleo.

Por primera vez en casi 15 años, la tasa de desocupación para las personas de hasta 29 años trepó al 20%, casi tres veces más que el índice general para el distrito. Y el cura más criticado por los empresarios clamó por una solución para esta franja social. “Hay que invertir en planes de capacitación porque si no el tren de la reactivación va a arrancar pero con medio tren desenganchado”, enunció en su mensaje.

La informalidad laboral (que golpea a más de 112.000 asalariados del Gran San Miguel de Tucumán), el desempleo (un flagelo que, de acuerdo con las estadísticas oficiales, tiene contra las cuerdas a más de 28.000 habitantes del aglomerado) y la subocupación (esos 53.000 tucumanos que siguen buscando más ingresos que los que pueden obtener con un solo empleo porque se resisten a formar parte del ejército de pobres) son los males que hay que atacar, pero en forma coordinada entre el sector público y la actividad privada. En la misma definición de solidaridad: un sentimiento de unidad basado en intereses comunes.

Ya lo dijo el padre Zarazaga: “los puentes que superan los piquetes no se construyen gratis. Sólo poniendo los que tenemos poder, riqueza o formación vamos a lograr superar aquellos piquetes que, a la larga, siempre serán impedimentos para el desarrollo de la Argentina”. No lo exclamó desde un púlpito. Se lo pidió a los empresarios que, año tras año, colman la sala de convenciones de un hotel de Mar del Plata, en el Coloquio de IDEA.

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