“Brochero no se hizo santo, nació santo”

“Brochero no se hizo santo, nació santo”

Carlos Di Fulvio es autor de la chacarera “Campo afuera” y de cantatas en homenaje al cura cordobés y a Manuel Belgrano.

PERSONALIDAD DEL FOLCLORE. Di Fulvio ha recibido numerosas distinciones a lo largo de su camino. FOTO GENTILEZA HERNÁN NÓBLEGA PERSONALIDAD DEL FOLCLORE. Di Fulvio ha recibido numerosas distinciones a lo largo de su camino. FOTO GENTILEZA HERNÁN NÓBLEGA
La gracia se desliza en la bordona. Serpentea sincopada. Con el corazón hecho trenzas sueña una chacarera en el encordado. “Abajito de un tala la vi, por ser montaraza y unos tizones de leña mansa la aromaban… Su cadera es un vaivén parecido al del sauce y al mimbre también… Si a los setenta la baila así, lo que ha sido en antes una corzuela lujosa de ágil, deje nomás…”. La guitarra desnuda su cadencia en el pudor de esa mujer que brota de los dedos cordobeses del alma. En el silencio de su mirada crece el monte de tulumbano. Autodidacto de oreja, con maestros del espíritu, se ha convertido en una de las personalidades de la música de raíz folclórica. Muchos años fue huésped de la luna tucumana. Le ha dedicado cantatas a nuestra gran batalla y a José Brochero. Carlos Di Fulvio ha visto en Carrilobo el primer amanecer. Aunque varias de sus piezas han abierto una huella en el folclore, su chacarera “Campo afuera” gesticula en el patio del viento y seduce con el fleco de un tala.

- ¿Cómo era esa corzuela?

- La conocí casualmente, sin pensar encontrar un personaje como ese en pleno monte, visitando un amigo a quien le debía una visita con guitarra. A doña Dominga la conocí precisamente en la casa de este hombre. Yo siempre iba en yunta con un muy amigo que me acompañaba para la época del carnaval, yo no tocaba la guitarra en festivales, prefería el invierno para la guitarra, el teatro me parece el mejor lugar para conocer la intimidad, la guitarra es confidencial, no de multitudes, a la multitud la inventó el sonido… la guitarra es de confidencia, no de grito. Este hombre nos descubrió a la orilla del río, nos dijo: “noto que ustedes están acá pasando malas noches, por qué no se llegan a casa, yo vivo cerca, cruzan este islote y ahí está mi rancho. Vayan, dejen las cosas ahí, vayan a comer, cómo van a estar durmiendo en el campo… los espero esta noche” “¿Le podemos pedir unas tortillas al rescoldo?” “¡Cómo no!” Resultó ser don Vivas. Cuando vuelve con las tortillas, me dice: “¿usted canta por radio?” “Bueno, sí, a veces”, le dije. “¿Y cuándo va a venir con la guitarra para hacer una tocadita?” La próxima. Y así fue.

- Esta vez con guitarra en bolsa…

- Como a los dos años, llegamos, ahí no hay camino, solo una senda, es monte, así que nos metimos dos leguas adentro con la viola. Cuando llegamos, no la miró a la guitarra, como buen criollo, no hacen conocer sus sentimientos. “Mientras ustedes van a disfrutar del paisaje, yo les voy a hacer un cabrito, así que a la tardecita vénganse”. Había dejado la guitarra sobre el catre. Me siento en una silla matera a tocar bajo el tala, mientras don Vivas estaba con las brasas y el cabrito. Habré tocado dos piezas, cuando de repente llega a caballo una persona con una chiquita en brazos (me enteré al otro día cómo se llamaba). Sofrena el caballo en el guardapatio donde estábamos. Echa pie a tierra, pollera larga, trenzas recién pintadas, se había maquillado como entonces lo hacía la gente, se entalcaba la cara, se pintada un poquito los cachetes, el corazoncito en la boca, mojado el pelo, tenía setenta y pico de años, yo era un pibe. Venía con un chala apagado en la orilla de la boca y me encara: “Buenas tardes, ¿a qué hora empieza el baile?” Yo me quedé mudo, me dije: “¿qué baile? Estará equivocada”. Se me ocurrió decirle: “Cuando usted quiera”. Empecé a tocar, no había gente, solo mi amigo. Lo manoteó y salió a bailar lo que yo tocaba. Toqué gato, chacarera, zamba, bailaba todo, pero a su modo, daba vuelta cuando quería, zarandeaba cuando se le antojaba, batía las palmas y bailaba con unas ganas… y después de la segunda o tercera pieza, me palmeaba el hombro y decía: “muy lindo el gatito, m’ hijo, toque…” Uno sentía que era un mandato tocar para que ella se divirtiera, cuando comenzó el olorcito a decir que ya estaba el asado, me salvé porque ya había tocado una cantidad de piezas. Me tiré un ratito y me dormí. Se comieron el chivo… Me desperté al día siguiente. “Eh, don Carlos, venga a tomarse unos mates. Dice doña Dominga que lo ha pasado demasiado bien, que cuando usted vuelva, le quiere hacer una comidita”. El resultado de eso fue lo que puse en la chacarera, la fui imaginando, pero es la pintura de esa vieja. La compuse en el 64.

- “Sombrerito alón, hormiguita negra… un rezo aquí, un rezo allá... va con su mula, firme y segura, va don Brochero, va...” ¿Cómo nació la cantata dedicada al cura cordobés y ahora primer santo argentino, compuesta en los 80?

- “Quien ama en sincera caridad, llega a dar la vida por los amigos”. El concepto que encierra esta frase imagino que prevaleció como guía en la vida de José Brochero, que gastó su existencia en vida asistiendo a los seres más necesitados de esta tierra. “Vos que sabés hacer esos versos tan largos, por qué no le hacés unos dedicados a mi santo”, me dijo el curita amigo César Ferreyra. Sus comentarios sobre sus simpáticas “andanzas” fueron apantallando en mí el ánimo de lo que luego se transformó en devoción. Fui adentrándome de a poco en la vida de Brochero con la finalidad de componer una cantata folclórica. Indudablemente, Dios lo había elegido entre su legión de “candidatos a santo” para que hiciera lo titánico en pos del engrandecimiento espiritual de sus semejantes, fortaleciendo el cuidado del alma y bienestar del prójimo, cuando el país todo disputaba entre hermanos la suerte de su organización y el trabajo más común era anotarse por monedas en las hordas guerreras intestinas. Lo de San Brochero no es un título otorgado a cien años post mortem porque él no se hizo santo, nació santo.

- Le dedicaste una cantata a la Batalla de Tucumán, ¿por qué te atrae Belgrano?

- Leí la vida de Belgrano por Mitre, creo que debe ser el libro más importante escrito sobre él… me dije: “es increíble que este hombre no se conozca”. Lo titánico que ha hecho no tiene la dimensión de reconocimiento, como lo tienen San Martín y otros próceres, se lo conoce por la bandera, es lo mínimo que hizo. El propósito era pintarlo a ese Belgrano no de soslayo… acá se estaban peleando para ver quién se repartía la Argentina mientras a él lo tenían entretenido en el norte, un tipo que no necesitó hacer lo que hizo porque provenía de una familia adinerada. Enfrentó a la Junta, ignoró lo que le ordenaron, conquistó a la tropa, arengó al pueblo tucumano y enamoró al mundo para que lo ayudara porque no contaba con ningún apoyo. Le sugerían que le allanara el terreno al enemigo, o sea no es fácil entender eso… Con cierta intención didáctica a favor de la personalidad de Belgrano, porque debe ser uno de los ejemplos a imitar, con ese objetivo, enumero las cosas que se ocultan de Belgrano, de su hijo, de su amorío con la cuñada de Rosas, y sus dudas, que las tengo yo, pero las pongo en boca de él, porque seguro que ha pensado eso.

Con su bata de puro percal va doña Dominga, todas las flores que hay en el monte se la envidian… como nube en el aire quedó el polvaredal, hojita ‘i tala, fleco de luna la chacarera.

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