Las fuerzas extrañas
La tragedia del padre Juan ha sacado a la luz los miedos del Tucumán profundo, en los que hay consenso total, más allá de las diferencias sociales: la inseguridad asusta a todos por igual y por detrás se encolumnan todos los males: narcotráfico creciente, adicciones, privaciones, injusticias sociales, corrupción, en La Florida, una de las zonas olvidadas por el progreso, el este tucumano.

El padre Juan sumó los reclamos y los hizo visibles. Ofició una misa en la calle con pedido para que Dios interceda frente a los robos y arrebatos. Gritó que los vendedores de droga se anunciaban tirando bombas de estruendo -para diferenciarse de los vendedores de pan o de gas que sólo tocan bocina- y fue a quejarse en la Legislatura por injusticias contra empleados por parte del clan familiar -los Soria- que domina La Florida desde hace 12 años. En la Legislatura no le llevaron demasiado el apunte -su presentación fue en junio- y los funcionarios contestaron que no tenían denuncias de robos o arrebatos, o bien que no tenían policías para proteger esas azotadas localidades que rodean el aeropuerto y van desde La Florida hasta Delfín Gallo.

El mismo miércoles de la muerte se desató el berenjenal. Circularon por las redes sociales las fotos de la sangre en el piso de la parroquia y del Cristo roto. Resurgió el recuerdo latente de la muerte del fiscal Alberto Nisman y las pericias judiciales apuntando al suicidio sólo azuzaron la hoguera. El trascendido de la declaración de la mujer que dice haber tenido una relación con el padre Juan quedó minimizado ante la multitudinaria marcha de ayer. Hay quien piensa que el fiscal Diego López Ávila se apresuró a mostrar los primeros avances de la investigación que apuntaban al suicidio. Los funcionarios han sido más precavidos y apenas han declarado tímidamente que no hay indicios de crimen mafioso y han enfatizado que esta tragedia los ha conmovido. En la iglesia, que también sigue con prudencia la pesquisa judicial que habla de suidicio- se está tratando de capear el temporal surgido cuando el mismo arzobispo Alfredo Zecca fue cuestionado y debió negar que haya dejado solo al cura de La Florida cuando este denunció que estaba siendo amenazado.

Llamativas casualidades

En los 10 días que lleva esta investigación sólo se acentuaron las dos hipótesis: la confirmación de que recibió amenazas telefónicas lleva a la idea de homicidio (o inducción al suicidio) y la declaración de la supuesta amante refuerza la pesquisa por suicidio. Y en estos diez días se desató una serie de llamativas casualidades que hablan de ese Tucumán profundo que no suele verse en la vida cotidiana. En el medio, una fuerte presión mediática que puso en el candelero al fiscal, los policías, los funcionarios y los legisladores. Ahí publicaron la ley de emergencia y la de los foros vecinales y salieron los pedidos de intervención de la comuna de La Florida y el reclamo de medidas contra el narcotráfico.

En el chisporroteo aparecieron las curiosidades. El abogado José del Río, que representaba a la familia Viroche, dijo que fue suicidio y al día siguiente una sobrina del cura lo desmintió. Fue despedido. Otro abogado, Facundo Maggio, representa al Arzobispado y dice que "la pesquisa se dasarrolla de forma impecable. Se ha comprobado pericialmente que se trató de un suicidio". ¿Ahí radica el malentendido entre el arzobispo y la feligresía de La Florida? De esto se entiende la declaración de anteayer de la Iglesia pidiendo justicia y denunciando “corrupción” e “impunidad” en el Estado.

Maggio es también representante en el juicio por lesa humanidad del Operativo Independencia de algunos acusados como el ex comisario Camilo Orce, ex comando Atila. Y la tragedia del cura en La Florida ha traído a colación la historia de los integrantes de este comando que sacudía a Tucumán a comienzos de los 90, en su rivalidad con el clan Ale. Ambos grupos pasaron un año de prisión por el asesinato del oficial Juan Andrés Salinas. Jorge “El Feto” Soria era de ese comando y hoy es un empresario, dueño de Soremer, empresa que brinda servicios al Estado. Su hermano César es dueño de la agencia de seguridad privada Cóndor, que brinda servicios en hospitales y CAPS. Otro hermano, Arturo “Chicho”, es el ex delegado comunal de La Florida (marido de la actual delegada) y tiene una flota de camiones de transporte de caña. Luego de que los Atila quedaron en libertad -mientras el ex fiscal Carlos Albaca hacía dormir la pesquisa hasta que se extinguió- se volvieron empresarios. Lo mismo hicieron los Ale hasta que sus empresas cayeron en desgracia y hoy están procesados por lavado de dinero y asociación ilícita.

Otro Atila volvió al ruedo estos días: “El Niño” Gómez, acusado del homicidio de Javier Chocobar en Trancas. El 12 hubo protestas frente a tribunales porque la causa lleva siete años parada.

La Florida es el feudo de los Soria y en el club de esa localidad anidan los tres barrabravas que hace años en una sesión de la Legislatura atacaron a Alberto Lebbos, padre de Paulina, la estudiante asesinada en 2006. Uno de estos barrabravas, apodados “Los Camanes”, está detenido, acusado de robo, en la comisaría de Delfín Gallo, la misma de la que hace un mes se fugó el supuesto narco “Pico” Peralta. Lebbos reclama que la justicia sepultó la causa contra los “Camanes”.

Sistema distorsionado

Todos representan una forma distorsionada de la democracia en la que se juntan antiguos represores devenidos empresarios, policías, el poder político sostenido como feudo y una justicia saturada que siempre atrasa. Forma distorsionada que se ve cuando aflora en tensiones comiciales -La Florida fue escenario de choques y represión el 24 de agosto de 2015- y en escándalos policiales o protestas por la inseguridad, como ocurrió en abril de 2014 tras el crimen de la joven embarazada Magdalena Beatriz Cajal durante el asalto a una peluquería de esa localidad.

¿En qué cambiaron las cosas? Los reclamos de los pobladores van en consonancia con los del padre Juan. Más arrebatos, más jóvenes drogados, más movimiento narco que permanece invisible a los ojos del poder. ¿Dónde están los narcotraficantes? ¿Es posible que constituyan una mafia capaz de amenazar al sacerdote y tramar su suicidio? “La lucha del padre Juan contra los ‘transas’ y contra las adicciones fue loable, pero su tarea no tiene nada que ver con en este hecho lamentable que puso a la provincia en el escenario nacional”, dijo el secretario de Seguridad Paul Hofer.

Los policías no los ven. Cuando se les pregunta sobre los narcos de la zona este, hablan de personas que trafican droga desde la Capital y Tafí Viejo. Hablan de “Sotina”, del “Perro” Kitín (detenido en junio), de “La Gorda Nilda”, sindicada como una gran vendedora de Villa 9 de Julio, que estaría vinculada a un hermano de “Pico” Peralta; del “Gordo” Vaca en el barrio 24 de Septiembre. Todos podrían ser responsables de enviar droga al este, así como bandas como “Los Garra”. De la zona este sólo se comenta de los “Barrera”, mudados del barrio Antena a uno de los 38 villorrios nuevos de Alderetes, cerca de la capital.

Pero no saben cómo identificar a los grandes capos narcos que serían los que inundan de “paco” la zona este. Y no pueden explicar por qué, si no se ve a los narcos, han crecido las banditas de adictos, “soldaditos” de los “transas”. El narcomenudeo engordó al amparo de la ineficiencia y hasta de la complacencia del poder, bajo las fuerzas extrañas que funcionan escondidas en la cotidianidad, para las que las débiles instituciones no están preparadas. “Yo confío en el fiscal López Ávila -dice Alberto Lebbos- pero la situación es igual que hace 10 años, cuando tuvieron que pedir que venga la Gendarmería a hacer pericias por el crimen de Paulina”. Y añade que no cree en la contrición del mundo político por la muerte del padre Juan. “Hace 10 años que hablamos de inseguridad. No reglamentaron la ley de asistencia a adictos. No nos recibieron para escuchar nuestros reclamos. Esto está mostrando una crisis de representatividad”.

La figura del padre Juan ha crecido hasta el nivel de héroe o mártir cuya desaparición sacude e interpela al poder y marca la distancia entre lo que dicen la Justicia y los funcionarios y la creencia de la calle. La transfiguración del cura se sustenta en la opinión generalizada sobre el homicidio narcomafioso, pese a cualquier pericia que sentencie que fue suicidio. Vox populi, vox Dei.

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