Marta Sanz: “cuando las mujeres dejamos de ser miradas, perdemos la existencia”

Marta Sanz: “cuando las mujeres dejamos de ser miradas, perdemos la existencia”

La escritora española, ganadora del prestigioso Premio Herralde, habla aquí acerca de Farándula, una historia sobre las luces y sombras del mundo del teatro. Pero también sobre el miedo a perder nuestro lugar, sobre la devaluación de la imagen del artista, sobre el público, sobre la caridad como mal, sobre si se puede luchar contra el sistema desde el sistema, sobre la mujer.

LA DEFINICIÓN. “Creo que literatura es una sucesión de voces que rebotan en otras voces, de fantasmas que se quedan en otros fantasmas, de sombras dentro de las sombras”. LA DEFINICIÓN. “Creo que literatura es una sucesión de voces que rebotan en otras voces, de fantasmas que se quedan en otros fantasmas, de sombras dentro de las sombras”.
16 Octubre 2016
Por Verónica Boix
Para LA GACETA - BUENOS AIRES


Mueve las manos y sus gestos toman la forma de una anécdota. Marta Sanz es tan clara al hablar como al escribir: atraviesa un lugar común y lo desarma con una mirada del mundo impiadosa. El cuerpo se vuelve reflejo de las ideas. Es curioso, lo mismo ocurre en Farándula, la novela que la hizo ganadora del Premio Herralde recién publicada por Anagrama.

“Es una historia falsamente coral. Una actriz se va a poniendo diferentes máscaras y en esas máscaras lo que está haciendo es trazar el panorama de su tiempo y al mismo tiempo retratarse a sí misma”, dice Sanz y deja ver el centro de un juego de espejos. Con la honestidad de La lección de anatomía, su novela más autobiográfica y el tono satírico de Black, black, Black, la filóloga española explora las transformaciones que imponen los cambios de época y logra volver visible el vértigo, las contradicciones y la explosión sensorial que permanecen escondidos en la vida contemporánea.

- ¿En qué medida la mirada satírica de las tres actrices de Farándula cuestiona el espacio que suelen tener las mujeres en la literatura?

- La mirada satírica no se asocia a la mirada de las mujeres que nos dedicamos a la literatura. Las mujeres podemos tener un ojo sucio, un ojo turbio, un ojo divertido que además nos permita hablar de cosas que nos importan. Cuando las mujeres nos ponemos a escribir somos muy conscientes del bagaje cultural predominantemente masculino que forma parte de nosotras y al que no podemos renunciar. Quiero decir, yo no renuncio a nada de eso aunque vaya buscando otra manera de contar. Creo que literatura es una sucesión de voces que rebotan en otras voces, de fantasmas que se quedan en otros fantasmas, de sombras dentro de las sombras. Ese juego de espejos, ese reflejo, esa concepción intertextual está muy presente en este libro. Uno de los ejemplos más claros es el hecho de que una de las tramas gire en torno a la adaptación teatral de una película que es Eva al desnudo, de Joseph L. Mankiewicz que está hablando del mundo de los actores desde dentro del mundo de los actores y al mismo tiempo de un cambio de modelo cultural.

- Hay un juego de espejos en la trama que parece repetirse en la elección de la forma de la novela. La actriz se convierte en narradora y viceversa.

- Es una novela sobre el teatro que, al mismo tiempo, es una novela sobre la literatura y el estado de la cultura y, al mismo tiempo es una novela que está intentando hacer un panorama social más global. Hay un trasfondo que es muy reconocible: la crisis. A través de la metáfora del brillo de la farándula, de las lentejuelas, de la purpurina de las alfombras rojas, lo que estaba queriendo contar es la trastienda, la putrefacción, las corrupciones. La cantidad de oscuridad que tiene que haber para que de repente se enciendan las luces.

- ¿También buscabas contar la transición que impone la realidad virtual?

- Elegí el teatro porque es una de las manifestaciones culturales donde lo físico todavía es importante. Compartir el espacio es algo muy importante y mirarnos a los ojos es muy importante y saber cómo huele el señor de la butaca de al lado es muy importante y es muy importante que yo me levante de la silla, tu seas el actor y lo veas. Se mantiene todavía vínculos fuertes entre los actores, el texto que están representando y el público. Tu, a un actor de teatro no lo puedes desconectar de la pantalla, como haces con el ordenador, sin que eso sea una acción agresiva y muy significativa. En esta novela quiero reivindicar esas formas de comunicación, sobre todo en el mundo de la política y en el mundo de los sentimientos y en el mundo del arte que tienen que ver con la corporalidad, con lo físico, con la temperatura, con esa parte de nuestra naturaleza humana que estamos desdibujando.

- ¿Cuánto te identificás con el monólogo final de la narradora?

- Creo que lo que hacemos en la literatura permanentemente es colocarnos máscaras. Y las máscaras de nuestras ficciones lo que hacen es desnudarnos. Parto de la base de que el 90% de la literatura es autobiográfica, de que todo el mundo habla desde su sexo, desde su clase, desde su nivel de estudios, desde su opción sexual y desde un montón de cosas. Puedes escribir directamente un libro autobiográfico donde, probablemente mientes o puedes escribir ficciones como Farándula, donde tu permanentemente como autora que está detrás de una narradora estás enseñando la patita por debajo de la puerta. Estoy compartiendo con los demás todas esas preguntas sobre el mundo en el que vivo que me preocupan, y eso se ve, por mucho que no esté contando nada de mi vida personal. Se ve mi visión del mundo, mi ideología, lo que me preocupa, lo que me da rabia.

- ¿Y podría decirse que se ve el cuerpo?

- El cuerpo está muy presente en toda mi narrativa. Necesito la fisicidad frente a un mundo que percibo cada vez más volátil, más extraño y más ajeno. El cuerpo de las mujeres en el arte y en la literatura siempre es un cuerpo que ha aparecido maternalizado o hipersexualizado, convertido en un fetiche. En mis novelas los cuerpos son sencillamente un texto en el que a una mujer se le ha quedado impresa su vida entera. En el encorvamiento de tu espalda, en tu barriguita, en los lunares que te van saliendo, ahí, está tu vida.

- “La certeza de que no ser deseada -mirada, contada- es una forma de desaparecer” piensa una de ellas.

- Creo que las mujeres, y cada vez más los hombres, cuando dejamos de ser mirados perdemos la existencia. Probablemente más las mujeres porque hemos sido educadas a lo largo de siglos para ser musas inspiradoras, musas observadas para generar el discurso artístico y estético de otros. Cuando era pequeña una de mis epifanías fue cuando estaba en el colegio y la profesora nos dijo que un señor iba a venir a elegir a una de las niñas para hacer una acuarela. Ese día llegamos todas endomingadas, guapísimas, llenas de horquillas y lazos, pensando que íbamos a ser la elegida. Resultó que no. Fue elegida la que para todas era impensable, nos parecía fea, espantosa gorda y nos caía fatal, esas crueldades de las niñas. Vimos como con los pinceles esa niña se iba convirtiendo en otra cosa, ganó en prestigio, comenzó a ser vista. Aprendimos cómo el arte te eleva a una lugar en el que tu no estabas, la mirada del otro te transforma. Aprendí una cosa mucho más práctica y es que, como nunca iba a ser musa, decidí pintarme yo sola.

© LA GACETA

PERFIL

Marta Sanz es doctora en Filología. Ha publicado las novelas El frío, Lenguas muertas, Los mejores tiempos (Premio Ojo Crítico 2001), Animales domésticos, Susana y los viejos, finalista del Nadal en 2006, y La lección de anatomía (2008). En 2007, publicó Metalingüísticos y sentimentales, antología de poesía española contemporánea, y recibió el Premio Mario Vargas Llosa NH de Relatos.

Comentarios