Una novela familiar de la guerra

Una novela familiar de la guerra

exilio, tragedias cotidianas y secretos en un libro excepcional.

EN DOS TIEMPOS. El ayer se estructura como la escalera caracol de la historia, y construye un libro sobre el pasado y también sobre el presente. EN DOS TIEMPOS. El ayer se estructura como la escalera caracol de la historia, y construye un libro sobre el pasado y también sobre el presente.
16 Octubre 2016
NOVELA
TODOS NUESTROS AYERES
NATALIA GINZBURG (Lumen - Buenos Aires)


Dos centros narrativos se expanden y resuenan como mar de fondo en la bella y profunda novela Todos nuestros ayeres, de Natalia Ginzburg.

Con respecto a los personajes, hay una frase que sintetiza el fervor intelectualista y sentimental que atraviesa los capítulos: “Dos intelectuales de provincia, eso eran, o sea la cosa más triste y extravagante que pueda haber en la tierra”. Y la otra cuestión que golpea de frente y atraviesa el libro como una capa geológica y terrible es la situación política, ineludible: “Italia era una pulga y Mussolini la caca de una pulga”.

Los intelectuales y los campesinos, la familia como centro neurálgico de las tragedias cotidianas, la vida rutinaria y ruin de una familia de provincia, el exilio involuntario por un secreto doloroso son algunos de los problemas que estructuran el libro. Ginzburg ausculta el ayer, el nítido e inolvidable ayer que se filtra como la escalera caracol de la historia, y construye un libro sobre el pasado y también sobre el presente. No es casual que la novela tome su título de un verso de Shakespeare.

El universo de Ginzburg está plagado de pasiones, desencuentros y desavenencias que no hacen otra cosa que entrar y salir, huir y reaparecer bajo la forma del fantasma que no desparece nunca. Eso es Shakespeare; o mejor: Ginzburg lee en clave de comedia triste los alardes de la guerra en la piel curtida y frágil de un grupo de seres humanos bajo el fuego helado y fatal del fascismo.

En Todos nuestros ayeres, los personajes entran y salen en la novela como si fuera una obra de teatro planificada, milimétrica y risueña. De un modo preciso y artístico, Ginzburg disecciona los encuentros, las huidas, las pérdidas, las partidas y arma una madeja de hilos que cuelgan, se fugan y saltan. Giuma y Anna se besan y encuentran el amor sin que Giuma esté enamorado; Concettina desea un novio y es cortejada por Danilo hasta que este es encarcelado y ella lo quiere cuando ya no lo tiene. Pero Danilo se casa con una chica fea y pobre. Emanuele se ríe a carcajadas y supone que los alemanes van a entrar en Italia y todo se va a perder; Concettina, despechada, se casa con Emilio, un ridículo muchacho fascista, en contra de las aspiraciones del padre, aquel viejo que escribía sus memorias en contra del Duce.

En esta trama de ideas y vueltas, entradas y salidas, proliferación de nombres y acciones, Ginzburg construye con maestría y originalidad, con un lenguaje detallista y adjetivado, una trama que tiene como uno de sus hilos a la historia europea de la Segunda Guerra. La historia no ingresa con letras mayúsculas sino que se filtra como agua turbia en el barro de las pasiones familiares. El agua turbia de la historia contamina los vínculos y nada es más turbio que la historia y la severa, tímida y trágica historia familiar.

Batalla de pasiones

Como si fuera una cineasta que mira en escorzo, Ginzburg utiliza su habilidad secreta y única como narradora para contar las historias haciendo un montaje entrecortado y sutil. Cada historia está ligada a la otra y la novela resuena como una música envolvente y frágil, desdichada y humorística, en un compendio único. El lenguaje no es una pieza menor sino que, por el contrario, forma parte de las sinusoides atractivas de las historias que se mueven en el agua turbia de la historia.

Lo notable es cómo Ginzburg se las ingenia para hacer entrar la guerra como materia novelesca. No lo hace de un modo torpe y simplista. Al contrario, el fascismo y el odio de los nazis se mezclan con el sopor y el pudor de las pasiones, del mismo modo que influyen los hechos cotidianos en las decisiones triviales y fuertes de la vida. Novela de guerra sin belicismo o novela familiar con batalla de pasiones, Todos nuestros ayeres esculpe el río sin fondo del siglo XX y anticipa, sin quererlo, el escenario futuro del ayer.

© LA GACETA

FABIÁN SOBERÓN

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