Un autor bueno y difícil de encontrar

Un autor bueno y difícil de encontrar

Cuentos con tono propio del tucumano Santiago Garmendia.

HALLAZGO. “Garmendia, profesor de filosofía, logra la hazaña difícil de poner en escena teorías, personajes y manías de la fauna intelectual que rodea al mundo de los libros”, describe Martínez, autor de Crímenes imperceptibles.  HALLAZGO. “Garmendia, profesor de filosofía, logra la hazaña difícil de poner en escena teorías, personajes y manías de la fauna intelectual que rodea al mundo de los libros”, describe Martínez, autor de Crímenes imperceptibles.
16 Octubre 2016
CUENTOS
MAL DE MUCHOS
SANTIAGO GARMENDIA(Lago - Buenos Aires)


En mi última visita a Tucumán, por los caminos laterales y misteriosos que tiene la literatura, recibí, o más bien, me fue dado, el libro Mal de muchos, de Santiago Garmendia. Muy pronto me di cuenta, al empezar a leerlo, de que estaba frente a ese hecho excepcional que es encontrar a un autor, con una voz diferenciada y ya constituida, con el oficio convertido en gesto instintivo y natural. Y, más raro aún, divertidísimo, con un humor desenvuelto y sutil, que hace recordar a Saki y entre los nuestros a Isidoro Blaisten.

Garmendia, que es profesor de filosofía, logra la hazaña difícil de poner en escena teorías, personajes y manías de la fauna intelectual que rodea al mundo de los libros, con una ironía suave y certera que se parece a la ternura. Leí durante una mañana entera, inmóvil, abducido, una tras otra las historias del libro. Diré que algunas, como Labastida o el gran libro del mundo, El tesoro, o Quenta Brito, podrían pertenecer a cualquier antología del gran cuento argentino. Estos tres cuentos tienen conexiones profundas con problemas filosóficos, con nuestra historia reciente, con la experiencia de transmutación radical que puede ser la lectura. Pero el trasfondo “teórico” de simbolismos no abruma nunca el aliento vital y la gracia de las situaciones y los personajes. En estas y en todas las demás historias campea el mismo espíritu agudo, despierto, y lo que Borges llamaría un modo de enunciación, un tono propio y reconocible. Un autor para descubrir y un libro que devuelve una por una todas las felicidades de la lectura.

© LA GACETA

GUILLERMO MARTÍNEZ

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