Ciencia y espiritismoa principios de siglo XX

Ciencia y espiritismoa principios de siglo XX

meditación sobre una forma de percibir al mundo.

16 Octubre 2016
ENSAYO
CUANDO LA CIENCIA DESPERTABA FANTASÍAS
SOLEDAD QUEREILHAC(Siglo XXI - Buenos Aires)


Cada vez que prendemos un foco, activamos un mecanismo que trasporta un torrente amorfo (que llamamos “electricidad”) hacia un pequeño filamento que se ilumina. A la mayoría de nosotros no sorprende en absoluto, sin embargo, se necesitaría un profesor de física para explicar qué sucede en la fibra que conduce la electricidad y por qué el foco está encendido. Esto implica dos cuestiones que son inseparables de la modernidad: por un lado, vivimos en un mundo que la mayoría no puede explicar y, por el otro, estamos inmunes a lo sorprendente. Más bien, acostumbrados a ello.

Pero imaginemos por un momento ser aquellos hombres y mujeres que vieron cómo la ciudad se iluminaba con energía eléctrica y que escucharon por primera vez los sonidos en un fonógrafo. Hubo un momento cuando la ciencia no dejaba de producir maravillas y el avance se consideraba insondable. Los efectos subjetivos del desarrollo científico a fines del siglo XIX y principios del XX son el principal objeto del libro Cuando la ciencia despertaba fantasías, de Soledad Quereilhac. La doctora en letras reconstruye la relación entre ciencia, ocultismo y literatura de fantasía científica en la Argentina finisecular.

Entre sus páginas desfilan Helena Blavatsky y la teosofía, los experimentos con pretensiones científicas del espiritismo porteño y el magnetismo animal, la prensa amarillista en busca de fantasmas fotografiados, espíritus en placas de rayos X y monos que evolucionaban rápidamente. Quereilhac reconstruye el clima de época en relación a la ciencia y propone hipótesis originales de clásicos como Leopoldo Lugones (un declarado teósofo), Horacio Quiroga, Eduardo L. Holmberg y algunos injustos olvidos como Atilio Chiappori.

El resultado es una meditación sobre las formas de percibir el mundo en un momento de cambios acelerados y teorías que cuestionaban el lugar del hombre en la naturaleza cuando la ciudad de Buenos Aires se incorporaba aceleradamente a la modernidad.

© LA GACETA

SALVADOR MARINARO

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios