Novela póstuma e incompleta de Carlos Fuentes

Novela póstuma e incompleta de Carlos Fuentes

Narra la apasionante historia del guerrillero Carlos Pizarro

INCONCLUSA. La historia del guerrillero Carlos Pizarro obsesionó por 20 años a Carlos Fuentes, quien, cuando murió, en 2012, había escrito 70 páginas. INCONCLUSA. La historia del guerrillero Carlos Pizarro obsesionó por 20 años a Carlos Fuentes, quien, cuando murió, en 2012, había escrito 70 páginas.
02 Octubre 2016

NOVELA

AQUILES O EL GUERRILLERO Y EL ASESINO

CARLOS FUENTES

(Alfaguara - Buenos Aires) 

Hay escritores que acaban por ser sus propios epígonos. Si Vargas Llosa apela al melodrama, Carlos Fuentes se aferra a la alegoría que ha atentado contra sus últimas ficciones. Como agravante Aquiles o El guerrillero y el asesino es un texto inacabado de Fuentes que fue editado póstumamente por Julio Ortega a pedido de la esposa del escritor. La aparición del libro agita interrogantes sobre el destino que deben tener manuscritos que los autores no han publicado. Los lectores pueden sentirse predispuestos -y eso parece suceder con algunos críticos- a suscribir afirmaciones como “la gran novela de la violencia colombiana”. La oportunidad editorial es inmejorable, ya que está en escena el tratado de paz del gobierno de Santos y la guerrilla.

Como lectora siento que debiera haberse editado como “apuntes para una novela”. Si bien la historia del guerrillero obsesionó a Fuentes durante 20 años, no estaba concluida cuando murió. Había sólo 70 páginas.

La historia es apasionante. Carlos Pizarro fue un guerrillero colombiano célebre. Hijo de un alto militar, provenía de un mundo urbano de clase media y escuelas religiosas, se convierte en líder del M-19, surgido durante el auge de los “movimientos revolucionarios” de América Latina. Hacia el final de su vida Pizarro abandonó las armas y adoptó la lucha democrática, presentándose como candidato a la presidencia. Fue asesinado en 1990 a manos de un sicario adolescente en un vuelo. Este moderno Aquiles abandona todo persiguiendo la utopía revolucionaria. Lo hace junto a otros tres jóvenes que el autor ficcionaliza como hermanos renombrándolos como figuras de una Guerra de Troya: Diomedes (Jaime Bateman), Pelayo (Álvaro Fayad) y Cástor (Iván Marino Ospina).

Ilíada descalza

El lector debe acostumbrarse a las alegorías y a las continuas referencias a la obra homérica. La historia del guerrillero se entremezcla con la de su asesino Kike, un sicario en cuya historia de este último se leen las huellas de la sicaresca colombiana. Aquiles y sus cuatro hermanos, héroes casi mitológicos modernos aunque contradictorios son parte de un mundo de hombres recios, digna descendencia de un militar. Aparece nuevamente el alegórico y oscuro personaje del sacerdote Filopater.

La novela elude episodios históricos claves en la caracterización de la violencia, como la toma del Palacio de Justicia. Tampoco se refiere a las razones que llevan a Pizarro a negociar con el gobierno. Fuentes se enamora del guerrero en un canto épico, mientras que la figura de Kike responde a un relato anti-épico. Repite los conceptos de una “Ilíada descalza” que formula en sus estudios sobre la novela de la revolución mexicana. Fuentes reconoce que los héroes de su novela, verdaderos centauros “todos vieron la muerte, todos vieron como se usaban las armas, para qué se emplearon”. Con tono ensayístico afirma: “a caballo entre el artista y el político, y como puente entre el pueblo creativo y la creatividad artística, está el guerrero mortal, el joven caudillo, que debe morir joven para no corromperse viejo, la promesa que debe serlo siempre, la figura de la colectividad individual, el Emiliano Zapata, el comandante Marcos, Carlos Pizarro, mi héroe”. Las mujeres sólo aparecen como complementos eróticos o maternales. El lector se pierde en las alegorías que enredan la historia, se hunde en el ensayo, aunque no deja de advertir el collage en que ha terminado de convertirse un libro que sigue incompleto a pesar de los esfuerzos de un crítico avezado.

© LA GACETA

Publicidad

Carmen Perilli

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios