¿Derechos? ¿Qué es eso?
Los nazis no mataron seis millones de judíos -sostenía Primo Levi-; mataron un judío y volvieron a matarlo seis millones de veces. Las cifras son tan vertiginosas e inabarcables que hablar de 300.000 pobres y 40.000 indigentes provoca el mismo efecto deshumanizante. Un número carece de nombre, sueños, frustraciones, alegrías, dolores. Demasiados problemas tiene un tucumano sometido a la pobreza o, mucho peor, a la exclusión social, como para que además lo coloquen en una góndola estadística. Pero sobre todo, y esta sí que es una perversión, a una cifra no se la puede mirar a los ojos.

LA GACETA publicó ayer una historia tremenda. A una chica de 15 años que trabajaba en la cosecha de frutillas, en Lules, la violó Antonio Cisnero, compañero de tareas. El patrón de ambos, Pablo Correia, filmó todo con un celular. Cisnero y Correia fueron condenados a prisión. La víctima se había empleado para ayudar a parar la olla familiar: son 11 hermanos. Ella, que había intentado suicidarse y debió ser internada, encontró la entereza para contar el caso. Es una situación excepcional, porque lo usual es que estos delitos no se denuncien o que sucumban en la maraña tribunalicia. Lo más común es que en la comisaría los policías humillen a las víctimas o les aconsejen desistir. Valga como ejemplo que esta violación se produjo en diciembre de 2010; hubo que aguardar casi seis años para que se hiciera justicia.

¿Se entiende entonces cuán imprescindible es humanizar un anuncio del Indec? El rostro de la indigencia es la adolescente obligada a cosechar frutillas. No tenía por qué estar allí, pero uno de sus tantos derechos conculcados fue el de la educación. Nunca estará de más repetir que el lugar de los chicos es la escuela. Siguiendo con las perversiones, otra de las habituales es afirmar “si no estudian, que trabajen”. No, no deben trabajar. (Pequeña e inevitable disgresión: no hay sector más desprotegido que el de los peones rurales, y las culpas le caben en gran medida a su propio gremio -Uatre-, feudo de un personaje que representa lo peor del sindicalismo como Gerónimo “Momo” Venegas)

Más del 40% de los trabajadores tucumanos están en negro. Esa mano de obra precarizada, sin obra social ni aportes jubilatorios, carente del cobijo de un paraguas gremial, es la que más sufre cuando se enfría la economía. Y la economía tucumana está congelada, porque la inversión -la pública y la privada- se suspendió hasta nuevo aviso. Detrás de ese laburante informal marchan los grupos familiares. ¿340.000 entre pobres e indigentes? ¿No son pocos?

La recesión y sus resultantes -el aumento de la pobreza estructural, el crecimiento de la indigencia- son multicausales, pero siempre se tratará de fenómenos protagonizados por conciudadanos: el cartonero que encuentra menos basura en la calle -porque se consume menos-, el jardinero que pierde clientela porque cayó en la guadaña del achique de gastos, el ambulante que se queda con la mercadería en la mano. Añada usted todos los ejemplos que se le ocurran.

Lo que no les interesa ni a los pobres ni a los indigentes, y de eso podemos estar seguros, es el cotilleo político de las últimas horas. Mucha gente desparramando culpas, balbuceando obviedades y haciéndose la sorprendida por una realidad que vienen ayudando a construir desde hace décadas. Por unas horas, a oficialistas y opositores no se les cae la palabra pobre de la boca. También coinciden en el diagnóstico: “yo no fui”.

La parte que nos toca no merece mayor análisis, porque tanto el gobernador Juan Manzur como su némesis, José Cano, dijeron un par de generalidades tan vacías de contenido que suenan escritas por el mismo guionista. “La responsabilidad de ayudar es de todos los sectores sociales”, sostuvo Manzur. “El Gobierno nacional tiene puesta la mirada en ejecutar políticas públicas que trasciendan su gestión y que resuelva la pobreza en la Argentina”, apuntó Cano. A veces el silencio es el más formidable de los discursos.

“Debe exigirse la distribución de la riqueza”, dijo Francisco. Esta sigue siendo la cuestión de fondo, en la Argentina y en el resto del mundo. Es, también, la más compleja de abordar, porque implica cambios sociales y económicos profundos. La desigualdad se potencia, como un efecto dominó, en las regiones más castigadas. Por eso se nota tanto en el NOA. Quién sabe, por ahí la próxima vez que nos crucemos con alguno de los 340.000 podamos ser capaces de mirarlo de otra manera; no como un número en un casillero en rojo, sino como un tucumano al que le serrucharon los derechos.

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