Épocas del vespertino “El Orden”

Épocas del vespertino “El Orden”

Una presencia saliente en el nutrido diarismo de las décadas finales del siglo XIX

“EL ORDEN”. Cabeza de una página de los años iniciales del destacado vespertino fotos de archivo la gaceta “EL ORDEN”. Cabeza de una página de los años iniciales del destacado vespertino fotos de archivo la gaceta
29 Septiembre 2016
En la década de 1880, aparecieron numerosos periódicos en Tucumán, todos de acentuado sesgo político: “Los Debates”, de Emilio Carmona y “El Republicano”, de Román Cañaveras y Félix C. Sánchez, en 1881. Este último desapareció en 1884, tras haber vendido a “La Razón” su tipografía y “su magnífica litografía, la primera que se ha establecido en las provincias del norte”.

Luego, “La Campaña” (1883); “La Situación” y “La Libertad”, en 1884; “El Siglo”, “El Sable”, “El Cañón” y “El Eco de Tucumán”, todos de 1886; “La Juventud”, fundado por Lídoro J. Quinteros (1887); “El Derecho” (1888); “El Fígaro” (1889); “La Propaganda”, “El Liberal” y “El Aconquija”, los cuatro de 1889.

Los enumerados tuvieron breve vida y, salvo el caso de “El Republicano” –del que existe una incompleta colección- sólo se conocen por cita. Tampoco se tiene, lamentablemente, una colección de “El Deber” (1885-99), partidario fervoroso del presidente Miguel Juárez Celman, y en cuya dirección o redacción actuaron sobre todo el político y gran orador Silvano Bores, además de Emilio Carmona, Paulino Rodríguez Marquina, Salvador Alfonso, Pedro Márquez, Martín Posse, para citar sólo los nombres de mayor significación.

El gran vespertino


Pero el gran órgano periodístico nacido en la penúltima década del siglo XIX, fue “El Orden”. Lo fundó el 14 de noviembre de 1883 el doctor Ernesto Colombres. Vespertino siempre, su larga vida superó los seis decenios y llegó a ser decano de la prensa del interior. Dejó de editarse en 1947 y sus instalaciones se sacaron a remate en julio de 1948. Sería la primera publicación que apareció desde el comienzo como diario, al contrario de otras que empezaron siendo periódicos y luego pasaron a cotidianos.

El historiador García Soriano apunta que “los más destacados periodistas colaboraron en sus páginas, y llegó una época en que era un honor ser su redactor”. Su larga vida atravesó “todas las contingencias políticas, sociales y económicas de Tucumán”. En sus columnas “se debatieron todos los grandes problemas de nuestra provincia”. Esto lo convierte en una fuente clave para los investigadores de historia, sobre todo en “su época floreciente, que llegó hasta 1930”. De “El Orden”, felizmente, se conserva una colección en el Archivo Histórico de la Provincia, y otra –más completa- en la Biblioteca de la Fundación Miguel Lillo. De más está decir que son consultadas de modo permanente por los estudiosos.

Oficio de riesgo

En realidad, el conductor saliente de “El Orden” y que le otorgó su perfil, fue León Rosenvald. Nacido en Brasil, de allí pasó al Uruguay y se afincó desde muy joven en la Argentina. Ya en 1881 vivía en Tucumán. Reportero de “El Orden” al comienzo, cuatro años después era administrador del diario y, desde 1890, su propietario y director. El diario era claramente adversario del presidente Miguel Juárez Celman y sostenedor de la Unión Cívica, en los comienzos de esa agrupación. Después, con el tiempo, cambió hacia una línea más bien conservadora, dentro de la relatividad de las cosas.

Rosenvald fue uno de los periodistas de Tucumán más atacados, física y judicialmente. Sufrió varias violentas agresiones, a veces con heridas serias. Conoció la cárcel por acusaciones de injurias y de desacatos, o por simple arbitrariedad policial. Fue un buen testimonio de la condición de “oficio de riesgo”, que tiene siempre el periodismo.

“Empastelamiento”


Cuando aun los diarios no contaban con linotipos –maquinaria importada y por cierto de elevado costo- cada página se componía letra por letra. Por eso, para inutilizar una imprenta, bastaba con volcar las cajas de letras y mezclarlas, con lo que era imposible su utilización. A esto se lo llamaba “empastelamiento”. La imprenta de “El Orden” fue “empastelada” por los revolucionarios “juaristas” en junio de 1887. El diario estuvo sin aparecer durante tres meses, hasta que pudo adquirir una nueva tipografía.

Allí hizo sus primeras armas tucumanas don Alberto García Hamilton, luego fundador de LA GACETA, quien dirigió “El Orden” en las ausencias de Rosenvald. Entre la larga nómina de sus periodistas, es de cita obligatoria don José Posse, el amigo de Sarmiento, famoso por la aspereza de su pluma. También integraron su redacción Alberto Lacavera, Fidel Díaz, Federico Calvet, Félix Avellaneda, Pedro Berreta, para citar algunos de diversas épocas.

Buenas firmas

Publicó con asiduidad trabajos literarios de argentinos y extranjeros. Los intelectuales de la “Generación del Centenario” (Juan B. Terán, Alberto Rougés, Julio López Mañán, José Ignacio Aráoz, Ernesto Padilla, Juan Heller, Ricardo Jaimes Freyre) firmaron con frecuencia en sus columnas. Futuras figuras literarias nacionales –como Alberto Gerchunoff o Samuel Eichelbaum- integraron la redacción del vespertino, durante sus breves residencias tucumanas.

“El Orden” se preocupó por ir renovando su equipo impresor. Adquirió, ya entrado el siglo XX, linotipos y buenas tipografías. Su sección literaria se esmeraba en la diagramación, con dibujos y fotografías. Fue siempre un diario de tipo combativo. El único colega que pudo hacerle sombra -cada vez más intensa- desde la segunda década del siglo XX, fue LA GACETA, con la que mantuvo ácidas y frecuentes polémicas.

En sus años finales, los grandes titulares de tipografía variopinta le dieron un tono resueltamente sensacionalista. Esto a tiempo que se acentuaban sus problemas económicos, en contraste con el suntuoso local propio que edificó en la calle 25 de Mayo, y que hoy es el Centro Cultural de la UNT. Finalmente entró en quiebra y sus existencias fueron rematadas. La moderna maquinaria impresora de “El Orden” pasaría luego a la Universidad.

“Gil Blas” y otros

La cronología de García Soriano registra, en 1890, a “Gil Blas”, “Los Tribunales”, “El Iniciador”, que redactaba Santiago Vallejo y “Crisóstomo Álvarez”. En 1891, aparecieron “El Tucumán”, dirigido por Silvano Bores; “El Nacionalista”, redactado por Ramón V. López; “El Republicano”, “El Cívico” y “Prometeo”, todos partidarios de la Unión Cívica, y “La Opinión”, dirigido por Emilio Carmona, entre cuyos periodistas estaba el movedizo Patricio Gallo. De todos los citados, se conserva solamente una colección de “Gil Blas”, dirigido por Zenón J. Santillán. Junto a la profusa propaganda a favor de Miguel Juárez Celman, allí desplegaba Santillán sus condiciones de escritor diestro y colorido.

De 1891, es la revista “Social”, que dirigía Ezequiel Bravo. De 1892 son “El Autonomista” y “El Eco de Tucumán”. De 1893, “El Cóndor” y “La Democracia”, que dirigía Abraham Medina. En 1894, se editaban “El Norte” de Emilio Carmona y Ricardo Mendioroz, y luego de Adolfo Zavalía, definido como “diario independiente, defensor de los intereses sociales”. En 1895, apareció “La Provincia”, dirigido por Ricardo Gramajo y eficaz sostenedor del gobernador Lucas Córdoba. Se publicó por lo menos hasta 1905 y García Soriano lo considera, analizando la incompleta colección disponible, “como uno de los diarios más importantes de la época”, digno rival de “El Orden”.

Muchas revistas

Al año siguiente, 1896, se sabe de una reiteración de “Gil Blas”, en semanario; además de “El Heraldo” y “El Eco del Comercio”, todos conocidos sólo por cita. A mediados de 1897, el jurista y antropólogo catamarqueño Adán Quiroga fundaba “El Nacional”. Pronto dejó la dirección a cargo de Ricardo Mendioroz, con Emilio Warnes como redactor. En política, apoyaba al roquista Partido Provincial. Luego lo dirigió un par de años el literato y político Damián P. Garat, a quien sucedió otro literato, Ricardo Jaimes Freyre. Se editó por lo menos hasta 1901 y no se conserva una colección.

El siglo XIX se cierra, en el trabajo de García Soriano, con dos publicaciones conocidas sólo por el nombre. “El Interior”, revista semanal, y “Las Noticias”, periódico dirigido por Matías Maciel Villafañe y Fructuoso Olea. Gran cantidad de revistas de efímera vida -la mayoría de las cuales se conoce sólo por cita- aparecieron en esa centuria. García Soriano las ha sistematizado por género y su enumeración sería demasiado extensa.

Prensa literaria

Pero son de obligada mención dos testimonios de la prensa literaria: “El Porvenir” (1882-83) y “Tucumán Literario” (1887-96), ambos órganos de esa Sociedad Sarmiento que fue la máxima institución cultural de Tucumán hasta la fundación de la Universidad. Al frente de “Tucumán Literario” estuvieron Ricardo Mendioroz, Pedro Márquez, José R. Fierro, Alberto de Soldati, Manuel Pérez, Pío Capdevila, Emilio Carmona, en sus diversas épocas. Allí hicieron sus primeras armas en las letras una gran cantidad de tucumanos.

Entre la prensa estudiantil-generada en el Colegio Nacional- vale la pena subrayar “El Curioso” (1886-95), que dirigieron sucesivamente el futuro gobernador Ernesto Padilla y el futuro fundador de la Universidad, Juan B. Terán: este tenía entonces apenas 15 años. También debe mentarse el primer periódico bilingüe –en castellano y en italiano- “Il Soffietto”, periódico “settimanale, serio, humoristico, anticlericale e di bataglie”. Su propietario y director era Augusto Mosna, y se editaba entre 1898 y 1902.

Sátira y humor

El periodismo humorístico se inició con “El Chismoso”, en 1869, al que siguió una decena de títulos, todos conocidos sólo por cita. Entre la media docena de periódicos satíricos, se destaca “La Porra”, de Paulino Rodríguez Marquina, que tuvo violentos enfrentamientos con el gobierno “cívico” de Juan Posse. Aparecieron también algunos periódicos de caricaturas, de los cuales el más difundido fue “Rigoletto”. Salió en 1897 y se declaró “Semanario literario, satírico y noticioso/que de todo ha de hacer, menos el oso”. No se sabe el nombre de su director, un miembro de la colonia española que usaba el seudónimo “Kantaclaro”.

En cuanto al interior de la provincia, García Soriano anota que la primera población que tuvo un periódico fue Burruyacu, con el semanario satírico “El Burro” (1884-86). En Concepción, en 1894 apareció “El Porvenir”. En Medinas, en 1891, el semanario “La Juventud Liberal”; en Monteros, se editaron manuscritos “El Imparcial” y “El Horizonte”, en 1888 y, ya en imprenta, desde 1892, “El Eco del Sud”, “El Baluarte” y “El Acuerdo”. En Villa Quinteros, “El Campesino”, en 1896.

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