Un heredero del expresionismo figurativo

Un heredero del expresionismo figurativo

El destacado artista tucumano, radicado en Buenos Aires desde la década de 1970, sostiene que sin un “otro” no sucede el arte.

EN SU TALLER. Luis De Bairos Moura considera que el arte del futuro estará marcado por el avance de la informática. Gentileza Luis de Bairos Moura.- EN SU TALLER. Luis De Bairos Moura considera que el arte del futuro estará marcado por el avance de la informática. Gentileza Luis de Bairos Moura.-


› luis de bairos moura
Nació el 22 de julio de 1943, en San Miguel de Tucumán. Se formó con Timoteo Navarro, Alberto Ballietti y Ezequiel Linares. Reside en Buenos Aires desde 1970. Ganó 38 premios, 17 en pintura, 20 en dibujo y uno en fotografía digital; ha realizado 48 exposiciones individuales y más de 240 muestras grupales. Poseen obras suyas importantes colecciones privadas museos del país y del exterior. Creó las editoriales El Ojo del Arte y ArtePar. 

Rostros. Cuerpos que se desdoblan. Dentro de sí mismos. Se multiplican como sombras en el espacio. Se desarticulan. Rompecabezas de cabezas. Manos. Piernas. Seres que deforman su existencia en ciudades ocultas. Fantasmas. El Familiar acecha. Máquinas de hacer corderos. Rojos. Amarillos. Fervor colorido desparramado en cuerpos. Claroscuros detenidos en el tiempo. Esos vértices del alma ruedan por sus pinceles. Los ancestros de las Islas Azores se alborotan en algún rincón de su sangre. La esquina del Instituto Técnico aún respira en los recuerdos adolescentes. “Tucumán siempre está presente en mí. Es mi historia, mi identidad, está mucho de lo que amo, y también algunas ausencias que jamás sanarán. Tengo hijos y nietos en Tucumán. Son mis ecos y mis raíces, y siempre están jugando en mis obras. Soy heredero del expresionismo figurativo que viene de Lajos Szalay, Aurelio Salas, tan fuertes en Tucumán. Y están también las presencias de mis maestros, de mis amigos”, dice Luis de Bairos Moura (también firma sus obras como Debairosmoura), destacado artista tucumano que se radicó en Buenos Aires en los años 70 y a lo largo de su camino obtuvo 38 premios.

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- ¿Tuviste dudas sobre qué estudiar? ¿Cómo era el ambiente cultural en el Tucumán de tu formación?

- Desde chico tuve vinculación con el arte, con buen estímulo familiar. Era muy inquieto y una preocupación para mis padres, que encontraron una manera de entretenerme con pinturas, papeles, herramientas. Este vínculo con materiales de dibujo y pintura se afianzó a los 13 años, cuando entré a trabajar en una agencia de publicidad, lo que me dio cierto oficio para mis obras. A mis 15 años intentaba expresarme con cosas que escribía y otras que dibujaba o pintaba. No tenía aún claro nada. Fui encaminándome entre otras decisiones, que terminaron siendo para siempre, como la plástica. En esos años fundamos el grupo Mayo con Mario Romero y José del Valle, y éramos jóvenes intentando escribir, pintar y vivir un cambio revolucionario. Trabajamos mucho allí, y luego con el grupo Trilce, más efímero. Hacíamos publicaciones, lecturas de poemas, y actuábamos políticamente con pintadas callejeras y adhesiones a las luchas populares con las que nos identificábamos. Tucumán era un hervidero de jóvenes que buscaban nuevas definiciones en lo político y en lo cultural. Tuve amigos profundos que me acompañaron en mis aventuras y en aclarar mis incertidumbres en el arte y en la vida.

- Navarro y Linares fueron tus mentores. ¿Qué aprendiste de cada uno? ¿Hubo otros maestros que te dejaron una huella?

- En 1959, en el entonces Departamento de Arte conozco a Timoteo Navarro, quien entiende mi necesidad de expresarme, y me hizo sentir la osadía como un valor indispensable. Fue un poco un padre y estimuló mi vínculo con el arte de manera profunda y dedicada. Digo en el libro “Timoteo Navarro”, que publicó Daniel Ferullo, que con él entendí para siempre que si uno no proyecta una historia no sucede el arte. Sin un “otro” no sucede el arte. Sin el compromiso abierto y sensible, ético y estético, innovador y articulador del otro y con los otros, no sucede el arte. Luego vino a mi vida Ezequiel Linares. Profundo, humano, inmenso en su capacidad de dar, me privilegió como mi maestro y amigo. Me ubicó con una mirada más abierta a lo diverso con mi obra y un análisis de contextos que me fue muy importante. A fines de los ‘60 eran tiempos de cambios, de revoluciones, de luchas. Había en cada lugar una demanda intensa de salir a la calle, de ubicarnos como militantes de nuestros deseos y derechos. Había ganas de cambiar el mundo, de apretar al poder para hacernos una sociedad más justa.

- ¿Cuáles son los temas que te desvelan? ¿Cómo vivís tu proceso creativo? ¿Pasaste por distintas etapas?

- A mí me moviliza lo que sucede en mi entorno. No puedo ser ajeno. No voy de manera lineal a los temas, pero casi siempre rozo algunas heridas sociales. Inicialmente mis temas surgían de algunas lecturas que recomponía, como con La Metamorfosis, una de mis series. Pero fui transitando otros espacios, donde la palabra me viene después a explicar qué dije. Dicho en fácil: hago la obra y luego la “leo”. Parto de una sensación espacial, donde me siento sin ningún lugar, y voy componiéndome con gestos automáticos sobre el papel o la tela. Luego hay un instante donde me detengo a pensarme, ver qué me está sucediendo, digo, y ahí viene la palabra, ahí puedo definir qué me sucede y qué quiero decir en la obra. No es riguroso, por supuesto, es ir tentando gestos para acercarme a algo parecido a la certidumbre. Como tocar un fondo oscuro con la mano y sentir las formas y el color de a poco, y que van colgándose como cosas que imagino, entre distancias o cercanías con lo que vivo. Hay ciertas significaciones que repito. Hablan del tiempo, de lo secuencial, de la mutación, de la transfiguración, de ciertos ecos fantasmáticos. Eso está en casi todos mis trabajos. Y creo que responde a imágenes que quedaron latentes de cuando era niño y veía luces de luna proyectadas en un vitreaux y luego sobre la banderola de mi cuarto por las noches. Yo sentía allí en esas luces desplazarse figuras de colores que iban modificándose hasta llegar y a veces rebasar el marco. Fue sorprendente este descubrimiento en mi vida, al sentir que la misma estructura abstracta de mis obras, aún hoy, es aquella que yo veía a mis cinco, seis o siete años en la banderola de mi cuarto.

- ¿Qué papel juegan las modas? ¿Cómo te llevás con las manifestaciones actuales?

- No tengo reparos en los caminos de la expresión contemporánea. Me siento parte. Sí tengo ciertas exigencias. Pretendo no ser distraído con la espectacularidad y ciertos artificios sin rigor. O con obras que solo buscan atraparte golpeándote en la nuca. Valoro aquellas obras con las que puedo componer una mirada más profunda del mundo, esas que te dejan ardiendo en sensaciones. Cuando tenía 22 años hacía grandes cajas que ponía en grupo de seis u ocho, y eran algunas para colgar, y ser vistas por todos sus lados o estructuras, tubulares. Y también trabajaba con formas bidimensionales. El trabajo con las estructuras quedó de lado, por razones prácticas, no disponía de lugares amplios para tener las obras. También hice grandes globos inmensos (como piñatas) pintados; pintura pavimental; arte mural político con las Brigadas Muralistas Castagnino, fotografía y arte digital, etcétera. Es decir, tengo una mirada abierta a toda manifestación contemporánea. Y creo que es el camino de los jóvenes experimentar.

- ¿Cuál es tu mirada sobre el arte del futuro?

- En una visita un año atrás a Tecnópolis, en un stand trataban sobre ciencias y luminotecnia, y me maravillé por algo que muchas veces quise hacer, pintar o dibujar con luz. Hay hoy equipos y sistemas con programas específicos que te permiten pintar el aire, digamos, generando una sensación de sólidos en 3D con luces. O esculpir con impresoras y scanners 3D. Pero se necesitan muchos recursos y un Estado muy presente también para avanzar en investigaciones. Por estas razones, finalmente me limité al uso de la PC, con programas gráficos y plotters como herramientas, que aplico para resolver mis obras, y combino con materiales tradicionales y el aerógrafo que uso desde mis 13 años; hace mucho tiempo que trabajo estas mixturas. Respondiendo entonces a tu pregunta, creo que el arte del futuro será con una gran influencia de la tecnología informática, combinada con la física y la mecánica. El gesto irá con el tiempo adaptándose a nuevos sistemas, y los temas asumiendo las complejidades de nuevas maneras de expresar ese tiempo.

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