“Cucarachas” al servicio de la sociedad

“Cucarachas” al servicio de la sociedad

La búsqueda de chivos expiatorios para atribuirles todas las desventuras de la sociedad ha sido una constante en el género humano. La historia de América Latina muestra cómo, con mucha frecuencia, los gobiernos han “descubierto” esas fuerzas malignas entre los periodistas y los medios de comunicación

LEGADO DE LOS FUNDADORES. “¿Alguna vez se preguntaron por qué casi todas nuestras constituciones atribuyen a la prensa libre importancia superlativa?”, interroga Paolillo, para dimensionar el valor de libertad de expresión. laestrella.com.pa LEGADO DE LOS FUNDADORES. “¿Alguna vez se preguntaron por qué casi todas nuestras constituciones atribuyen a la prensa libre importancia superlativa?”, interroga Paolillo, para dimensionar el valor de libertad de expresión. laestrella.com.pa
25 Septiembre 2016

Por Claudio Paolillo

Con más o menos fuerza según los tiempos, desde la izquierda y desde la derecha -y aun desde el centro-, los profesionales del periodismo hemos sido colocados en el banquillo de los acusados por gobernantes que prefieren inventar un “enemigo” para ocultar sus propias falencias y exhibir al “pueblo” la maldad de esos entrometidos que se encargan, precisamente, de sacar a luz todo aquello que los poderosos quieren dejar en la oscuridad.

La diferencia de los últimos años ha sido la hipocresía de los amantes del silencio y de las sociedades uniformes, sin críticos molestos. En Argentina, Bolivia, Paraguay, Venezuela, Honduras, Ecuador, Nicaragua y Guatemala, por mencionar los más notorios, hubo o todavía hay gobiernos que proclaman su apego por la libertad de prensa, pero una vez en el poder la pisotean sin miramientos.

Los dictadores de antes eran, en este sentido, más consecuentes. Horadaban o abolían esa libertad y no se ufanaban de respetarla. Aplicaban -cualquiera fuese su ideología- la posición totalitaria que Lenin proclamó con toda honestidad no bien tomó el control de la antigua Unión Soviética: “¿Por qué habría que habilitar la libertad de prensa y la libertad de expresión? ¿Por qué un gobierno que está haciendo lo que cree que es bueno debería permitir ser criticado? Un gobierno no avalaría el ejercicio de una oposición con armas letales. Pero las ideas son mucho más peligrosas que las armas. Entonces, ¿por qué habría que permitir que cualquier hombre compre una imprenta y disemine opiniones perniciosas destinadas a avergonzar al gobierno?”.

Luego, Lenin advertiría a sus seguidores que los periodistas que no se avinieran a los designios del Partido Comunista de la Unión Soviética deberían ser “aplastados como cucarachas”.

En la segunda mitad del siglo XXI, gente de buena fe sigue creyendo que los periodistas y los medios son causantes de muchas de las desgracias que ocurren en nuestros países. Esas personas consideran que si los mensajeros no expusieran “malas noticias”, las sociedades funcionarían mejor y todos seríamos más felices.

Desafortunadamente, eso es una ingenuidad. Si un día todos los periodistas decidieran dejar de publicar “malas noticias”, nada mejoraría. Y, al revés, las cosas podrían ponerse peores. Porque en el mundo real, los hechos que producen las malas nuevas continuarían ocurriendo. Sólo tardaría más tiempo en correrse la voz.

Los periodistas y los medios deben publicar todas las noticias de interés público. Las “buenas” y las “malas”. Alguien podría decir que, en realidad, lo que les conviene para caer simpáticos ante la gente es hablar de lo maravillosas que son las vacaciones en la playa y evitar todo comentario sobre los peligros de la exposición prolongada a los rayos del sol; o de los triunfos del gobierno y no de sus fracasos; o de las ganancias de las empresas y no de sus bancarrotas.

Pero ni los periodistas ni los medios de comunicación tenemos el deber de ser simpáticos. No somos la Madre Teresa como para pretender el amor de todo el mundo. Por el contrario: la democracia necesita de una prensa antipática. Porque sin una prensa antipática -esto es, una prensa comprometida a ofrecer una aproximación a la verdad con un relato tan exacto y completo como sea posible, y con una aspiración honesta a ser imparcial presentando las diversas caras de un asunto-, la ciudadanía desconocería los fraudes que se cometen en su nombre, ignoraría las malas artes de las empresas que contaminan el medio ambiente y sería incapaz de distinguir cuándo un político ha traicionado la confianza que le fue depositada.

Ese -y nada menos que ese- es el servicio que la prensa está obligada a prestar en una sociedad democrática.

¿Alguna vez se preguntaron por qué casi todas nuestras constituciones atribuyen a la prensa libre una importancia superlativa? ¿Por qué los padres fundadores de nuestras naciones aceptaron someterse a la angustia de tener que soportar la potencialidad de verse envueltos en escándalos, críticas y controversias?

Porque le asignaron un gran valor a la libertad y estuvieron dispuestos a pagar el precio. Ellos sabían que, si estaban en el poder, podían ser “molestados” por los periodistas y los medios. Pero también tenían claro que si un día la gente ponía a otros a cargo de los asuntos públicos, sólo una prensa libre, no controlada por el gobierno, podía garantizarles la posibilidad de transmitir sus mensajes a la población, eventualmente opuestos a aquéllos que fueran del agrado de los mandamases de turno.

Estas nociones básicas sobre la prensa, la información, el poder y el público han estado tambaleando con demasiada frecuencia en nuestra región durante los últimos años. Sin embargo, contra viento y marea, cientos de periodistas continuaron su batalla eterna contra la censura, directa o indirecta, y muchas cuestiones de altísimo interés general fueron descubiertas gracias a su trabajo denodado y, en no pocas circunstancias, altamente riesgoso.

Esa es, al final, la única garantía que podemos ofrecerle a la sociedad: podremos equivocarnos una y mil veces; lo que no podemos es bajar los brazos ante la prepotencia del poder.

© ADEPA

* Presidente de la Comisión de Libertad de Prensa de la Sociedad Interamericana de Prensa.

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