“La cultura va hacia donde la sociedad quiere”

“La cultura va hacia donde la sociedad quiere”

El pianista presentará dos discos -grabados en la misma semana- en el Septiembre Musical, festival que elogia y reivindica por su estabilidad y continuidad.

MULTIFUNCIÓN. Iaies compone, interpreta, conduce La Usina del Arte y dirige el Festival Internacional de Jazz. MULTIFUNCIÓN. Iaies compone, interpreta, conduce La Usina del Arte y dirige el Festival Internacional de Jazz.
24 Septiembre 2016

ACTÚA HOY
• A las 22
, en el teatro San Martín (avenida Sarmiento 601).

“La cultura es algo demasiado serio como para simplemente dejarla en manos de los políticos”.

Quien lo dice sabe de lo que habla. Adrián Iaies no sólo es uno de los pianistas y compositores más respetados del país, sino que distribuye su tiempo también con la gestión: conduce La Usina del Arte, el espacio del municipio porteño donde se están realizando las apuestas más importantes en música; y es el director del Festival Internacional de Jazz que tiene lugar todos los años en la Capital Federal.

El artista tocará esta noche en el teatro San Martín, en su retorno al Septiembre Musical luego de tres años y como una de las mayores figuras del festival tucumano. Bajo el brazo trae “Como si te estuviese viendo” y “La vida elige”, con la compañía de Rodrigo Agudelo, Juan Bayón y Bruno Varela. “Ellos tienen 20 años menos que yo. Es un desafío y un placer poder estar a tono con esa energía”, le dice a LA GACETA.

- Los dos discos nacieron con pocos días de diferencia. ¿Qué los diferencia y qué los asemeja?

- Son discos hermanos. Fueron grabados en la misma semana, lo cual naturalmente implica que el sonido de ambos va a ser parecido, no sólo desde un lugar técnico sino desde el estado espiritual, lo que se refleja claramente en el espíritu de la música y de la performance. En los dos los repertorios son, en su totalidad, temas que escribí en una época muy reciente, pensando en los músicos que me acompañan.

- “Como si te...” lo grabó en dúo con Agudelo y “La vida...”, en trío con Bayón y Varela. ¿Cómo compatibiliza formaciones distintas?

- Un día caí en la cuenta, de casualidad, que en toda mi producción de 22 discos no tengo dos trabajos seguidos con la misma formación. A un trío le sigue algún dúo o un solo piano; a un disco de estudio, otro en vivo. Esa búsqueda de variantes es algo natural en mí, casi una obsesión. Es como un reaseguro contra algún vicio ligado a la rutina. No diría que alguien se adapte a algo sino que suelo escribir o producir discos pensando en los músicos con los que los voy a grabar. Yo no escribo todo, sino que dejo espacios en blanco y, aún en los temas más arreglados, prefiero que ellos se explayen, modifiquen cosas, se apropien de la música. Es clave confiar en cómo van a usar ese criterio y esa flexibilidad. Me desafío a mí mismo.

- ¿Se confirma el tercer disco del año antes de diciembre?

- No estoy seguro. Es probable que lo grabe antes en este año pero entre noviembre y abril no conviene editar discos. Es una época difícil para defender un CD, algo que de por sí es bravo, porque están desapareciendo... Tengo un nuevo grupo llamado El Colegiales quartet, de un color un poco más folclórico.

- ¿La libertad del jazz la proyecta a otros ritmos?

- El jazz es una herramienta, una actitud, una cierta filosofía. No sólo proyecto ese dogma a la música que vaya a tocar, sea cual fuere; lo trato de proyectar a mi vida, dejar que las cosas sucedan y estar preparado para sorprenderse. El jazz es más bien un concepto: una chacarera es un 6/8; el tango suele tener una parte mayor y otra en modo menor; el vals es siempre un 3/4 y el chamamé tiene un cierto sonido. Pero en el jazz no sucede de un modo tan específico, no es un material sino lo que se hace con él. Claramente hay un elemento imprescindible: la improvisación.

- ¿De dónde nacen sus temas?

- No diría que nacen de una situación dolorosa o alegre. Un estado de ánimo o de espíritu se proyecta a todo lo que hago, hasta las cosas más banales y, evidentemente, en la música se nota. Estos discos tienen un cierto optimismo, un cierto regocijo. Vivo un momento increíble, acabo de casarme nuevamente y, profesionalmente, puedo llevar adelante cosas que me he planteado.

- ¿Hay una continuidad con “Cada mañana te trae”, de 2015?

- Seguro. En principio, se trata de composiciones bastante recientes. Son todos trabajos muy jazzísticos, incluso desde la ortodoxia del concepto. Por otro lado, el contrabajista es el mismo, Bayón, y es el que siempre marca un poco el carácter.

- Su nivel de producción es admirable en cantidad y calidad, ¿qué es lo que lo impulsa?

- Disfruto trabajar. Es mi deporte preferido. Y como compositor, soy metódico; me siento al piano todos los días a buscar la música, no espero que venga a mí sino que salgo a cazarla. Y necesito estar arriba del piano mucho tiempo.

- Tras componer un tema, ¿necesita un tiempo de maduración antes de presentarlo o grabarlo?

- Antes de grabarlo, ciertamente. Sólo sabés cómo funciona un tema cuando lo ensayaste y lo tocaste en vivo varias veces. En ese recorrido, desde lo que está en el papel hasta lo que se termina escuchando en un CD, hay siempre muchas diferencias. Aun después de muchos años de trabajo y de experiencia es admirable que uno siga siendo sorprendido por ese fenómeno. Hay cosas que sólo suenan en el papel y otras, por las que uno no daba dos pesos, terminan siendo redonditas.

- ¿Cuál es el estado del jazz argentino actual?

- Ha crecido muchísimo en los últimos 15 años, hubo un cambio demográfico, casi sociológico: hoy lo tocan chicos de 20 años en adelante, lo que antes no sucedía. Cuando yo empecé a tocar, los músicos vivíamos de otra cosa y hacíamos jazz en el tiempo libre. Conozco bastante de lo que se hace en el interior, sobre todo en algunos lugares, porque me llega mucho material para el Festival de Jazz. Indudablemente hay ciudades muy potentes como Rosario, Santa Fe, Mar del Plata... Aunque suene antipático, creo que lo mas importante sucede en Buenos Aires y le adjudico mucho mérito a la carrera de jazz del Conservatorio de la Ciudad.

- ¿En qué consiste la propuesta de este año del Festival de Jazz, en tiempos de bolsillos flacos?

- No puedo dar nombres concretos porque aún no cerramos acuerdos con los artistas, aunque estamos muy cerquita. Un festival no se hace con plata; se hace con imaginación, con ideas. De ese modo uno se encuentra con mucha música muy interesante de todas partes del mundo que no es tan taquillera, pero de mucho nivel. Hay que trabajar, buscar, hurgar. Siempre nos la rebuscamos para traer algunos nombres pesados. Este es un año importante. Cuando yo empecé como director el festival tenía menos de 20 conciertos, y este año vamos a tener casi 100.

- ¿Con qué va a sorprender La Usina del Arte en 2017?

- Ya está sorprendiendo. Estamos programando mucha música argentina, alguna no tan conocida, y hemos armado series como “Planeta Cuchi Leguizamón” con conciertos bimensuales dedicados a la música del Cuchi, cuya difusión es ya una obsesión para mí; el ciclo “Triple frontera”, con grupos del litoral argentino, de Paraguay y del sur de Brasil; y “Yoruguas”, dedicada a la música del Uruguay, que es mucho más que el candombe. Vamos a tener artistas en residencia, a comisionar trabajos, a seguir trayendo música de otras partes del mundo y a intensificar el trabajo de masterclass, workshops y clínicas. Si uno es muy estricto y exigente con lo que programa, la gente termina yendo a los conciertos aunque no conozca al artista, porque sabe que nunca se va a clavar. La Usina es un gran lugar para planear proyectos.

- ¿Hacia dónde se orienta la política cultural nacional?

- Es una pregunta demasiado grande, no sé si puedo responderla. La gente necesita convencerse de que la cultura de un país va hacia donde la sociedad quiere, no es algo que se pueda digitar y, en todo caso, el estado cultural es un síntoma que habla de la salud de esa sociedad. Yo simplemente trato de hacer mi trabajo de gestión del modo más responsable posible. Mi deseo es que esté orientada a la mayor pluralidad y diversidad posible, porque así se puede crecer. Se ha vivido de un modo tan traumático en las últimas décadas que esperar que haya conciencia de que la cultura es una razón de Estado es complicado, pero lo es. Uso mucho el ejemplo del Septiembre Musical, que no se ha dejado de hacer nunca y los distintos gobiernos lo han respetado y lo han cuidado. En el fondo, seguramente es la sociedad tucumana la que defendió este ciclo como un derecho que no se le puede quitar.


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